sábado, 7 de junio de 2025

Barenboim, el acontecimiento musical y su reseña (Valencia 1998)

 

Traigo hoy al blog una lejana crítica de un verdadero acontecimiento musical al que asistí. Es muy frecuente que, cuando vamos a un concierto, pasamos un buen rato oyendo sonidos gratamente acordados, pero la Música (y ahora la escribo con mayúsculas) no comparece. Hay sonidos bien dispuestos, cierto ritmo placentero, pero, como decía, la invitada de honor, no se presenta. Cierto es que, para decir esto, estoy manejando una noción de Música algo mística, como episodio sublime y trascendente en la vida de una persona, que le conecta con algo que está fuera del tiempo ordinario. Así entendida, yo diría que tal vez en el 80 % de los conciertos la Música no comparece. Es verdad que, cuando lo hace, se produce la experiencia de lo que, con palabras de Lezama Lima (y que algún día intentaré explicar), podemos denominar la cantidad hechizada.

 

Pues bien, el concierto que nos ocupa fue uno de esos memorables, en que no sólo la invitada se presenta, sino que se produce tal fusión de artista y público que rebasa cualquier expectativa posible, por más optimista que fuera. Es por ello que, hoy, 27 años después de ocurrido, me apetece recordarlo. Y lo hago a través de una magnífica reseña de Gonzalo Badenes que, por entonces, solía escribir las notas a los programas de mano del Palau de la Música de Valencia, y también hacía crítica musical en El País.


MÁS QUE UN CONCIERTO

 

 Gonzalo Badenes

  

Daniel Barenboim. Obras de Liszt. Daniel Barenboim, pianista. Palau de la Música. Sala Iturbi. Valencia, 2 de mayo 1998.

 

La famosa boutade del viejo Celibidache, “la música no existe, lo que existe es la vivencia”, se hizo realidad anteayer en el concierto de Barenboim. Los 90 minutos del programa oficial, ocupados por el primer volumen de los Años de  Peregrinaje y la Sonata en si menor de Liszt, alcanzaron una altura musical incomparable. Me atrevería a decir que fue el mejor recital de piano jamás escuchado en el Palau, y no me olvido de las tardes memorables de Richter, Zimmermen, Pires, Pogorelich o Ashkenazy. Ni tampoco del primer concierto de Barenboim, en 1989, con las Goldberg. Pero el Liszt del sábado fue como subir al Himalaya y contemplar desde el techo del mundo lo pequeñitos que somos los humanos.

Luego de este Liszt, nadie regatearía a Barenboim el título de pianista del siglo. Habrá incluso quien considere al artista porteño el músico del siglo. No voy a discutirlo, aunque estas calificaciones siempre me parecen peligrosas. Sobre todo porque un músico carismático como Barenboim es el resultado de una gloriosa tradición donde están Edwin Fischer, Artur Rubinstein, Emil Guilels y Arturo Benedetti Michelangeli. Y de todos ellos hubo algo en estas versiones lisztianas, que quintaesenciaron el virtuosismo para devolvernos la pureza de un pensamiento poético arrebatado por la inspiración y gobernado por la racionalidad. Ciertos pasajes, como la recapitulación de la Sonata en si menor, llevaron el sonido hasta el límite de la expresividad, logrando esa misteriosa fusión de la carne y el espíritu que sobrepasa la emoción natural de un concierto.

 

Aplausos enloquecidos

 

Con todo, lo más grande vino al finalizar el programa oficial. Por primera vez se asistió en el Palau a la transfiguración de un artista frente a su público. 70 minutos de aplausos enloquecidos y 15 piezas fuera de programa son datos escalofriantes, en particular para una ciudad musicalmente tan fría como es Valencia. ¿Qué sucedió el sábado? Sencillamente, hubo esa vivencia que pocas veces se produce, a la que aludía Celibidache. Valses de Chopin, tangos, piezas de Debussy, Prokófiev, Albéniz (¡vaya Evocación!), Liszt, incluso una jota, desbordaron todas las previsiones de entusiasmo y llenaron la sala con la espontaneidad que es patrimonio de los artistas verdaderos. Todas las clasificaciones estéticas saltaron por los aires, y ante un público que no daba crédito a lo que veía y escuchaba, se desplegó toda la potencia del arte. Éstos son los momentos que generan las leyendas de los artistas. El 24 de marzo de 1845 Franz Liszt creó su leyenda entre el público valenciano. El 2 de mayo de 1998 Daniel Barenboim ha repetido el milagro. Grande, grandísimo.

 

miércoles, 4 de junio de 2025

Tangencias inauditas: Josquin des Prez y W. H. Auden: memoria de los muertos

 

Estamos a finales  del siglo XV. Ha muerto Johannes Ockeghem, uno de los maestros de la polifonía franco-flamenca, en 1497. El cronista francés Jean Molinet escribe un sentido poema, que Josquin des Prez musicará, creando una de las obras maestras de este tipo de música: Déploration de la mort d´Ockeghem. Lo que hace Josquin es alternar, polifónicamente, el poema de Molinet con las siguientes palabras del cantus firmus:

 

Requiem aeternam dona eis, Domine,

Et lux perpetua luceat eis.

Requiescat in pace. Amen.

 

Traigo hoy al blog el excelente poema de

Molinet, del que intento una versión, al tiempo que hago un par de aclaraciones.

 Nimphes des bois, deesses des fontaines,


Chantres experts de toutes nations,
Chang
ez vos voix tant cleres et haultaines
En cris tranchans et lamentations
.
Car d'Atropos,
très terrible satrape,
A vostre Ockeghem attrappé en sa trappe,
Vrai trésorier de musique et chief d'oeuvre
Doct, élégant de corps et non point trappe.
Grant dommage est que la terre le couvre.
Accoustrez vous d'habits de deuil,
Josquin, Pierson, Brumel, Compère,
Et plourez grosses larmes d'œil:
Perdu avez vostre bon pere,
Requiescat in pace.
 
La versión que propongo es la siguiente:
 

Ninfas de los bosques, diosas de las fuentes,

Cantantes expertos de todas las naciones

Cambiad vuestras voces tan claras y majestuosas

En gritos desgarradores y lamentaciones.

Pues Átropos, sátrapa muy terrible,

A vuestro Ockeghem ha atrapado en su trampa,

Verdadero tesorero de la música y sus obras maestras,

Docto, elegante de cuerpo y sin trampas.

Enorme pena es que la tierra le cubra.

Revestíos de trajes de luto,

Josquin, Pierchon, Brumel, Compère,

Y llorad grandes lágrimas de vuestros ojos:

Pues perdido habéis vuestro buen padre.

Requiescat in pace.

 

Las aclaraciones: 1) Átropos es la tercera parca, la inflexible, la que corta el hilo de la vida. 2) Los nombres que cita en un verso son los del propio Josquin (1450-1521), Antoine Brumel (1460-1520), Loyset Compère (1445-1518), Pierson = Pierre de la Rue (1452-1518) –también llamado Piercho de Vico-. Es decir, los nombres la generación de polifonistas posterior a la de Ockeghem, sus discípulos, por decirlo así.

 

 

Pero el motivo por que traigo al blog este poema es porque me ha traído el recuerdo de otro poema funeral, muy sentido, que escuché por vez primera viendo la película Cuatro bodas y un funeral. Se trata de “Funeral blues”, de W. H. Auden, que uno de los jóvenes amigos recita en el funeral de quien fue su amante.

 

Stop all the clocks, cut off the telephone,
Prevent the dog from barking with a juicy bone,
Silence the pianos and with muffled drum
Bring out the coffin, let the mourners come.

Let aeroplanes circle moaning overhead
Scribbling on the sky the message He Is Dead,
Put crepe bows round the white necks of the public doves,
Let the traffic policemen wear black cotton gloves.

He was my North, my South, my East and West,
My working week and my Sunday rest,
My noon, my midnight, my talk, my song;
I thought that love would last for ever: I was wrong.

The stars are not wanted now: put out every one;
Pack up the moon and dismantle the sun;
Pour away the ocean and sweep up the wood.
For nothing now can ever come to any good.

 

En la versión castellana del filme sonaba así:

 

Parad los relojes, descolgad los teléfonos,

prevenid el ladrido del perro con un jugoso hueso,

silenciad los pianos y con apagado tambor

el ataúd sacad ya, las plañideras avisad.

 

Que avionetas negras nos sobrevuelen

y que en el cielo escriban el mensaje: Él ha muerto.

Poned en los blancos cuellos de las palomas un crespón,

que los guardias  lleven guantes negros de algodón.

 

Él fue mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste,

mi semana de trabajo, mi descanso dominical,

mi mediodía, mi medianoche, mi charla, mi canción;

creí que el amor duraría siempre: me equivoqué.

 

Ya no quiero las estrellas, apagadlas todas,

envolved la luna y desmantelad el sol,

vaciad el océano y los bosques arrasad,

porque ya nunca nada podrá acabar bien.

 

 

Sí, bueno, el poema de Auden es bastante mejor que el poema medieval, pero lo que me maravilla es, a cinco siglos de distancia, con sus imperativos e hipérboles, la intensidad similar con que se expresa el dolor por la muerte de un ser querido.

 

domingo, 1 de junio de 2025

Sobre el turismo: con Unamuno de viaje por Extremadura

 

Por aquel salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras de Valencia, en los años de la Transición, pasaron notables figuras de las letras: recuerdo a Manuel Puig, a Juan Goytisolo, o a los numerosos grupos teatrales que nos trajo Antoni Tordera (Caterva de Gijón, Esperpento de Sevilla o el Libre Teatro Libre Latinoamericano, por ejemplo). Un buen día un grupo de jóvenes muy modernos y à la page presentaban una revista de nombre ambiguo, Diwan, que tanto podía aludir  al diván de Freud, como al farol de considerarse los número uno. Allí estaban Alberto Cardín, Biel Mesquida y también Jiménez Losantos. El caso es que tras mostrar su refinamiento, inteligencia y actitud polémicamente avanzada (hablaban mucho de Lacan, Barthes y otros), al llegar el turno de palabras, la tomó un extraño en el público (no se trataba de un universitario), con ciertos indicios de retraso, o desorientación, que dijo:

- Todo eso está muy bien. Pero yo pienso que lo que hay es que leer más a Unamuno.

Sensación de tierra trágame generalizada, y uno de los jóvenes (tal vez Jiménez Losantos) supo complacer al espontáneo ponderando lo mucho que él apreciaba a don Miguel.

 

Recuerdo esto porque hoy, releyendo a don Miguel (el Unamuno que prefiero es el de los libros de viajes o ensayos cortos sobre arte), precisamente algunas de las crónicas que escribía para La Nación, de sus andanzas por Portugal y España, las relacionadas con el reciente viaje que he hecho por Extremadura, me topo con algunos pasajes interesantes.

 

Este comienzo de “Trujillo”, que nos hace pensar en el turista actual, el habitante de las grandes ciudades que, cuando tiene unos días libres, huye de ellas como de la peste:

 

“Tres días de vacaciones; el último de octubre y los dos primeros de noviembre… La cosa está clara; a huir de la ciudad y de sus cuidados, a respirar aire de campo libre, a correr tierras, villas y lugares.” (183)

 

Y, sin embargo, si atendemos al comienzo de “Guadalupe” vemos que la actitud de Unamuno es muy diferente del dominguero o turista actual (estas crónicas son de 1909):

 

“La España pintoresca y legendaria sería mucho mejor conocida que lo es –por los españoles, se entiende- si tuviéramos mejores caminos y vías de comunicación o si fuésemos más entusiastas y menos comodones. Entre nosotros, el amor a la hermosura y la tradición no ha llegado aún a formas de piedad. Y así, cuando hace aún pocos días marchaba yo con dos amigos a visitar el célebre monasterio de Guadalupe, las gentes sencillas de aquellas tierras no se explicaban las molestias que soportábamos sino atribuyéndolo a que lo hiciésemos por promesa o voto religioso.” (102)

 

Tras describir los paisajes que recorre y visitar el monasterio (no sin darnos noticias de lo que cuenta sobre él José de Sigüenza, pero sobre todo ponderando su “colección de libros de coro –tal vez la mejor de España-” y la “soberbia colección de  cuadros de Zurbarán que en la sacristía se guardan”), al regresar, deplora lo siguiente, insinuando una crítica premonitoria al turismo vulgar de nuestros días:

 

“Es una lástima que la ramplonería de la rutina española lleve a tantas gentes a pueblecillos triviales, de una lindeza de cromo que encanta a los merceros enriquecidos, y haga les asuste pasar incomodidades para ir a gozar de visiones que están fuera del tiempo.” (106)

 

Debo anotar, al paso, que actualmente, a pesar de seguir estando un poco mal comunicado, gracias al automóvil, el monasterio de Guadalupe, y la población, se han convertido en lugar de turismo masivo.

 

Pero lo que más me interesa del Unamuno viajero es su mirada, una mirada intelectual y penetrante, que ve las cosas (también las siente) de una manera desusada y profunda, poniendo de relieve las claves en que se sustentan. En su crónica de Trujillo, huye del erudito local y del cicerone, y se deja guiar de un chiquillo desharrapado. Me parece muy perspicaz su visión de la biblioteca del casino local:

 

“En el casino nos mostraron primero la biblioteca, una biblioteca pobrísima, cuyo catálogo podría hacer de memoria después de no haberle echado sino un vistazo. El inevitable Diccionario Enciclopédico, que sirve para dirimir las cuestiones con apuestas; la colección de Autores Españoles de Rivadeneyra, y los volúmenes de dos o tres de esas llamadas bibliotecas, generalmente ilustradas, que se publican en Barcelona; volúmenes que tal o cual ilustración da de regalo a sus suscriptores. Es decir, libros que no hay que escoger, pues se los dan a uno escogidos; basta decir: “envíeme los tomos todos que vayan publicando en la biblioteca o colección tal o cual”. En resolución, la biblioteca del casino de Trujillo es la típica biblioteca que no se forma para lectores, sino para visitantes, para que no se diga que en el casino principal de esta población no hay biblioteca, para que no se nos tenga por incultos. Y sobre la mesa lo único que se lee algo: periódicos diarios y la indispensable Ilustración Española y Americana, para ver los santos. En tal biblioteca no encontramos ni un alma; estaba completamente vacía. 

Lleváronnos luego a ver el salón de baile, y para ello tuvimos que atravesar la sala de juego. Estaba llena. Casi todos los socios que a aquellas horas había en el casino se agrupaban en torno del tapete verde. Todos los que faltaban en la biblioteca sobraban aquí.» (188-89)

 

 N.B. Las citas proceden de mi edición de Austral de Por tierras de Portugal y de España.

martes, 27 de mayo de 2025

Tres versiones de El Escorial: Ortega y Gasset, García Lorca y Luis Cernuda.

 

Releyendo estos días Capítulos de historia de la lengua literaria, de Ricardo Senabre, me complace la manera tan minuciosa a veces en que el investigador se aproxima a los textos. Incluso en textos de carácter irracional Senabre llega siempre hasta donde la racionalidad le permite llegar, intenta explicar, desde la razón, cualquier detalle verbal (cualquier matiz del significante), y, donde no puede más, se detiene, y te da a entender, hasta aquí he llegado con la razón. El resto es cosa del misterio de la creación artística. Ese intento de marcar los límites entre lo que puede ver la razón y el elemento misterioso me parece subyugador. No como otros críticos literarios que, a las primeras de cambio, se envuelven en las brumas, y se dedican a multiplicarlas y desparramarlas.

 

Pues bien, no sé de qué manera algo oblicua, esta lectura de Senabre me ha hecho recordar también mi trato con micropasajes literarios, aunque es verdad que yo no les sacaré la punta que les sacaba el maestro.

 

Cuando comentaba en clase, explicando Las nubes (1937-40), de Luis Cernuda, “El ruiseñor sobre la piedra”, que expresa su visión personal sobre El Escorial como pura creación estética, hay un pasaje en que el poeta escribe desde el exilio inglés:

 

Tus muros no los veo

Con estos ojos míos,

Ni mis manos los tocan.

Están aquí, dentro de mí, tan claros,

Que con su luz borran la sombra

Nórdica donde estoy, y me devuelven

A la sierra granítica en que sueñas

Inmóvil, por la verde foscura de los montes (…)

 

Creía yo ver toda una trama poética en torno a la mole de El Escorial que, tal vez, empezaba con Ortega y Gasset, en “Verdad y perspectiva” (1916) del primer tomo de El espectador.

 

Allí Ortega comenzaba uno de los párrafos del ensayo así:

 

“Desde este Escorial, rigoroso imperio de la piedra y la geometría, donde he asentado mi alma, veo (…)”

 

No me cabe duda de que Federico García Lorca tuvo presente esta formulación cuando en “Teoría y juego del duende” (1930) escribe lo siguiente:

 

Valentísima vencedora del duende, y caso contrario al de Felipe de Austria, que, ansiando buscar musa y ángel en la teología, se vio aprisionado por el duende de los ardores fríos en esa obra de El Escorial, donde la geometría limita con el sueño y donde el duende se pone careta de musa para eterno castigo del gran rey.

 

Yo veo clara la trama imaginística: Ortega liga piedra con geometría; luego Lorca geometría con sueño; y por último, Cernuda vuelve a la piedra original (sierra granítica) para vincularla de nuevo al sueño. Como un ballet literario (pas de trois) ejecutado por tres escritores insignes, uno de los cuales (el gran Federico) se sale de madre y nos da la más bella y sugestiva imagen de El Escorial que podamos imaginar (en un alejandrino perfecto).

 

Con lo que yo no contaba es que esta imaginación podía tener un precedente donde menos pudiéramos esperarlo: en el enorme folletinista del XIX, Alejandro Dumas (padre), de quien procede el siguiente pasaje:

 

Nada es comparable al Escorial, ni Windsor en Inglaterra, ni Peterhof en Rusia, ni Versalles en Francia”, escribió Alejandro Dumas padre en 1846. “Solo se parece a sí mismo este edificio creado por un hombre que sometió su época a su voluntad: una fantasía esculpida en piedra y concebida durante las horas de insomnio de un monarca  en cuyos dominios no se ponía el sol.

 

 (J. W. M. Campbell: La Biblioteca. Un patrimonio mundial. p. 121. Cita tomada del libro de  Henry Kamen sobre El Escorial.)


N.B. Las negritas son mías.

 

viernes, 16 de mayo de 2025

EL PRADO VIENE A VALENCIA: A LA CAMA NO TE IRÁS…

 

Magnífica me parece la iniciativa de traer unos 30 paneles con pinturas del Museo del Prado al parque de los Viveros de Valencia. Si alguno, por el motivo que fuere, no puede acercarse al Prado, el Prado ha venido para acercarse a él. Luego habrá que visitar el Prado, desde luego, pues que la muestra no es más que una muestra. Pero el incentivo para la visita se puede generar aquí, en el parque. Aparte de ser una muestra muy bien seleccionado, nos permite ver los cuadros desde una proximidad que en el museo real no podríamos ni soñar. De algunas de las obras se nos ofrecen detalles, situándolos perfectamente en el contexto íntegro del cuadro. Una magnífica ocasión para familiarizar a los niños con nuestro mayor tesoro.

 

Pero si aludo en el título de este post a una expresión proverbial es porque, en mi visita, hice un pequeño descubrimiento. Aprendí algo que no sabía y que quiero comunicar a mis lectores (soy un pedagogo impenitente).

 

Leyendo la explicación que acompaña al autorretrato de Durero (una de las joyas, sin duda, del museo madrileño) me enteré del motivo de que el pintor se retrate con guantes en las manos: “Al ocultar las manos con las que trabaja, muestra su intención de elevarse de artesano a artista y situar la pintura entre las artes liberales, como ya ocurría en Italia, donde había estado unos años antes.” 

 




Sabíamos de todo este asunto por libros como El pintor de artesano a artista, de Julián Gállego, o el extraordinario estudio de Jonathan Brown sobre Las Meninas. Pero Velázquez en su cuadro se retrata retirado del cuadro, con el pincel en la mano y pensando (haciendo honor a la expresión de Leonardo de la pintura como cosa mentale). Lo que no sabíamos es que la misma intención se podría manifestar cubriéndose las manos con un guante.

 

Y lo más asombroso de todo es que, caminando sólo unos pasos en la muestra, nos encontramos con una pintura de Van Dyck (el pintor elegante por excelencia). Se trata de un retrato doble en que el autor aparece junto con su amigo y protector Endymion Porter, aristócrata e importantísimo diplomático de la corte inglesa. Ya es una osadía que un artista ocupe ese lugar junto a un aristócrata. Pero, ¿cómo se nos presenta Van Dyck? Un poco de lado, ocupando un lugar menos importante que su valedor. Ahora bien, se nos presenta con guante, de un tono muy similar al de Durero, y casi tan elegante como el que lleva el maestro de Nüremberg.

 


Es evidente que todos estos pintores luchaban por la misma causa.

domingo, 11 de mayo de 2025

George Steiner narra maravillosamente un pasaje de su vida

Al comienzo del capítulo 4 de su libro de memorias Errata, Steiner narra un episodio de su vida de estudiante en la Universidad de Chicago: su amistad con un paracaidista, Alfie, que volvía de la guerra y cómo éste le va a dar lecciones de gramática parda y le servirá de tutor en su iniciación sexual. Excelentemente narrado, destacaría esa leal amistad entre individuos tan diferentes social e intelectualmente y la forma como encara cuestión tan delicada como la iniciación mercenaria en los asuntos del sexo.


Sólo un Philip Roth podría expresar con palabras la electricidad, el resplandor de la vida cotidiana en la Universidad de Chicago a finales de los años cuarenta. Hasta el clima tenía una grandeza teatral. El viento del sur inundaba el aire con el color rojo y el hedor de los mataderos, tornándolo sofocante. Cuando, con una mano rota y los ojos casi sellados, Tony Zale obtuvo el título tras derrotar por K. O. a su rival italo-americano, los compañeros y seguidores de Zale en la siderurgia de White City avivaron y redujeron alternativamente la llama de los altos hornos como muestra de homenaje. Jamás olvidaré el jubiloso resplandor amarillo blancuzco y rojo fuego que se extendió sobre el lago. O esa noche de agosto, cuando, con una temperatura superior a 37º en el momento de ponerse el sol, los megáfonos de la policía del campus anunciaron entre bramidos que podíamos abandonar nuestros sofocantes dormitorios (aún no existía el aire acondicionado) y dormir en el parque. Salimos en cascada al calor de la noche, al aire enloquecido por el canto de los grillos y los rayos de la tormenta eléctrica. A nuestro alrededor, una ciudad que nunca dormía, una ciudad en donde la brutalidad en la política, en el arte, en el jazz, en la música clásica, en la ciencia atómica, en el comercio y las tensiones raciales resultaban palpables y se dejaban sentir como una descarga. Una megalópolis de intensidad pura.

 

martes, 6 de mayo de 2025

Pedro Antonio de Alarcón hace una crítica premonitoria de la banalidad turística

 A la vuelta de un viaje por tierras extremeñas, en que visito el Monasterio de Yuste, leo las páginas que Pedro Antonio de Alarcón dedicó al mismo asunto -aunque tan diferente: diligencia,  caballo, campo a través, ruinas...- hace más de siglo y medio. La capacidad narrativa de Alarcón es prodigiosa. Pero lo que más me llama la atención en este momento es una premonición crítica hacia lo que finalmente ha devenido el turismo de masas, y que copio a continuación:

Dijimos más atrás que el sueño eterno de Carlos V ha sido turbado también en el Monasterio del Escorial, y que nosotros mismos no hemos sabido librarnos de la tentación de asistir a una de las sacrílegas exhibiciones que se han hecho de su momia en estos últimos años....

domingo, 27 de abril de 2025

Natalia Ginzburg sobre la literatura infantil: "Sin hadas y sin magos"

  

Corrían los últimos años del siglo XX cuando, paseando por el Retiro, en uno de mis viajes a Madrid, me detuve ante un pequeño teatro que habían montado frente al estanque y donde los juglares modernos representaban una obrita con niño y dragón. El caso es que en un momento dado, cuando el niño se asusta ante el dragón, aparece otro personaje, tal vez la madre, tal vez el hada madrina, para decirle al niño que no tiene que asustarse, que el dragón no es malo, solamente es diferente. Me quedé ligeramente aterrado, y tuve una sensación parecida a la que experimenté, cuando veinte años atrás, vi un día, cerca de la estación del Norte de Valencia, a un muchacho bien vestido, al parecer de buena familia, pidiendo dinero. Entonces sentí que algo profundo había cambiado en el mundo en que yo vivía: eran los primeros síntomas de lo que llegaría a ser el estrago de la droga por esos años 80. Ahora, ante esa representación teatral del Retiro, intuía un cambio profundo –y en mi opinión no para bien- que se iba a producir en el universo de nuestros conceptos y estimaciones. Una avanzadilla de lo que se convertiría después en la dictadura de lo políticamente correcto.

 

Leyendo hoy un ensayo de mi querida Natalia Ginzburg, que se titula “Sin hadas y sin magos” (recogido en su recopilación de columnas periodísticas Vida imaginaria), me encuentro con que ella había denunciado casi treinta años antes (abril de 1972) lo que supongo serían los primeros síntomas de esa nociva ideología.

 

miércoles, 23 de abril de 2025

Un poema de José Angel Valente: Maquiavelo en San Casciano

 

MAQUIAVELO EN SAN CASCIANO

 

…non temo la povertà, non mi sbigottiscie la morte

(Carta a Francesco Vettori, diciembre 1513)

 

 

Al tordo que madruga en los olivos

tiendo tempranas redes,

mientras dura setiembre

y un cielo gris apaga

el eco doble de esta pena

en pobreza y destierro.

                   Tengo un bosque

cuya madera hago talar, pues de tan poca

riqueza me sustento.                         

 

Los negocios de la República y los reyes

de España y Francia

o el gran Duque lejos están;

mas bueno fuera que alguien

pagase en este tiempo aquel saber de entonces.

 

Los leñadores en el bosque

disputan entre sí o ponen pleito

a más rudos vecinos,

mientras cierto Frosino da Panzano

arrebata mi leña por diez liras

que tiempo ha le debo, según dice,

de una partida en casa de Antonio Guicciardini.

Al carretero he acusado

como ladrón. Mas fue vano negocio.

 

lunes, 21 de abril de 2025

Algunas anécdotas sobre Carnero y su poesía.

 

En la Facultad de Filología de Valencia, hacia finales de los 70, Jenaro Taléns (en su asignatura Poesía española contemporánea) nos mandó a hacer trabajos por grupos en que debíamos dar cuenta de un poemario completo de poetas contemporáneos vivos. El grupo en que figuraba yo elegimos a Manuel Vázquez Montalbán y su obra Una educación sentimental. No estuvo mal el trabajo y aprendimos bastante de la cultura popular (que se insertaba en sus versos) y también alguna formulación que nos acompañó en muchas de nuestras salidas nocturnas: La noche complica la soledad. A determinados grupos de estudiantes Jenaro les consiguió citas con el autor de la obra para aclarar conceptos. No así al nuestro. Montalbán ya era entonces una gran figura y, además, vivía en Barcelona. Pero recuerdo un grupo de chicas que trabajó un libro de Martínez Sarrión y que se reunieron con él. “Las chicas de Sarrión” les llamamos una temporada. Otro grupo tuvo la suerte de trabajar Dibujo de la muerte, de Guillermo Carnero. Alguno de sus miembros me contó la impagable experiencia de que el autor les explicara el contexto histórico, cultural o artístico que se escondía debajo de cada verso. Para poner los dientes largos.

sábado, 19 de abril de 2025

Un poema de Guillermo Carnero: Vejez de Juan Bautista Tiépolo

 Me topo esta mañana (merodeando por Youtube) con un poema de Guillermo Carnero (de una plaquette de 2003: Poemas arqueológicos) recitado por el propio autor. Como yo mismo me encuentro en plena meditatio mortis, el poema me llega hondo y, como no lo encuentro en el ciberespacio, decido teclearlo por mi cuenta. No respondo por ello de la perfecta puntuación y número de versos, aunque sí de las palabras. En la siguiente dirección (https://www.youtube.com/watch?v=WcaKaLOgMkU) podemos encontrarlo, con unas explicaciones pertinentes del propio Guillermo (y su inmarcesible rictus funerario: cfr. mi post sobre un poema de Brines dedicado a Carnero: https://ccm-cidehamete.blogspot.com/search?q=brines).

 

VEJEZ DE JUAN BAUTISTA TIÉPOLO


Esta noche ha nevado y hace frío.

El agua corre, repitiendo una interrogación ya sin pregunta.

Más allá del jardín hay hambre y lodo

y se cubren de cuervos las fronteras.

Nunca supe ni quise mirar de frente el curso de las horas.

Sólo escuché su blanda melodía en un reloj dorado,

acorde de bellezas sin aviso.

Y nunca probé el agua de una fuente

sino entre las rocallas y cariátides

de la gruta de mármol de un ninfeo.

Ignoré la victoria de la muerte,

la sordidez, el mal, la cobardía,

entre nubes y muros que afirmaban

un sueño de virtudes inmortales:

piedad de Eneas, magnanimidad de Alejandro,

bravura de Perseo, clemencia de Escipión,

candor de Dido.

Pero la soledad, la cobardía, la sordidez

mezclaban mis colores.

Coronada de pámpanos y rosas,

la muerte me tendía los pinceles.





domingo, 13 de abril de 2025

Tangencias inauditas: Victoria y el Greco.

 

O no tan inauditas en este caso. La indicación me viene dada por un documental de la BBC, del año 2011, titulado Tomás Luis de Victoria, el compositor de Dios. En un momento dado, su presentador, el actor y músico Simon Russell Beale, apunta la afinidad entre el músico y el pintor, coetáneo suyo casi perfecto, refiriéndose concretamente a la Anunciación que se conserva en el Museo del Prado.

Y de repente veo el cuadro, como tal vez nunca lo había visto antes (y mira que lo había visto veces), y se me hace evidente lo que comparten, lo que los reúne: ese sentido ascensional que tiene la música del abulense –como buena polifonía sacra que es- es el mismo que podemos percibir en las figuras alargadas del Greco. El arcángel Gabriel se le presenta, lleno de respeto, desde una posición algo más elevada (sobre una nube que ofrece resistencia sólida ante el peso de su pie). La virgen María, no aterrada como señala el presentador, sino tal vez sorprendida, pero ante todo entregada. El Espíritu Santo, todo luz, por encima de ambos, y separando dos espacios, el doméstico, en el que se ha producido una irrupción sacral, y el ya celeste donde, para más inri, un ángel con un libro de música en sus mano izquierda, dirige con la derecha un imaginario concierto en el que participan otros ángeles con diversos instrumentos, a saber, un arpa, un virginal, una flauta, un laúd y una viola de gamba.

Con esa tan marcada y tan plástica referencia genérica a la Música, ¿cómo no pensar en el gran músico español del momento, Tomás Luis de Victoria (por más que su música sea eminentemente vocal y no instrumental)?




miércoles, 2 de abril de 2025

Unamuno: NIEBLA (La inhibición sexual de Augusto Pérez)

Vuelvo a releer Niebla, novela que durante algunos años trabajamos en COU. Me sigue pareciendo una obra interesante, que se lee muy bien, y que plantea curiosos asuntos de cara al lector. Recuerdo que a los alumnos les mandaba a hacer trabajos sobre "Las novelas intercaladas en Niebla", "El papel del lector en la obra", "Niebla: ¿novela o nivola?", "Los personajes de la obra", etc. Pero el comentario que yo me reservaba  era este que pongo a continuación. Me gustaba acercarles algunas nociones del psicoanálisis (freudiano) y remover el tema de la sexualidad. Estaban en plena adolescencia y, como decía un colega de Departamento, "en celo". Tocando temas como el que sigue era más fácil llegarles e interesarles por la literatura. En algún caso lo conseguiría, eso creo.

N.B. Pues que me refiero al antiguo COU, este comentario debe tener más de 30 años entre mis papeles.


El síndrome de inhibición sexual de Augusto Pérez. (Unamuno: Niebla)

             (sobre el complejo de Edipo y la castración)

 

N.B. Los números entre paréntesis remiten a las páginas de la edición utilizada, la de M. J. Valdés, en Cátedra.

 

Ya en la presentación del personaje, al inicio de la novela, nos encontramos con su resistencia a abrir el paraguas a pesar de la llovizna que cae: “Y no era tampoco que le molestase la llovizna, sino el tener que abrir el paraguas. ¡Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado dentro de su funda! Un paraguas cerrado es tan elegante como es feo un paraguas abierto.” (p. 109)

 

Mario J. Valdés comenta el pasaje como sigue: “El estado psicológico de ensimismamiento de Augusto se simboliza como cerrado y su oposición de interacción libre como abierto; por lo tanto se simboliza la preferencia de Augusto por lo cerrado frente a lo abierto. Pero además el paraguas representa la sexualidad y los problemas que tendrá Augusto con el encuentro sexual. El paraguas cerrado es un símbolo fálico que se convierte en sexo femenino al abrirse.” (26)

 

En apoyo de esta concepción del paraguas como símbolo fálico citaríamos aquella imagen del Conde de Leautréamont que tanto encandiló la fantasía de los superrealistas:

 

  bello como el encuentro fortuito en una sala de disección de una máquina de coser y un paraguas”

miércoles, 26 de marzo de 2025

Conversando con Javier

 

Evocamos la gran pléyade de filósofas y escritoras judías de la primera mitad del siglo XX que el nazismo se propuso exterminar: Edith Stein (tras su conversión, como carmelita descalza, Teresa Benedicta de la Cruz, 1891-1942), Irène Némirovsky (1903-1942), Simone Weil (1909-1943), Etty Hillesum (1914-1943), Hanna Arendt (1906-1975). Esta última, la única superviviente de esa terrible época.

 

Le cuento lo que dijo Husserl de sus alumnos en la Universidad. “La primera, Edith Stein; después, nadie; luego, todos los demás.”

Javier me aclara: Eso mismo dijo el torero Guerrita al retirarse en 1899: “Después de mí, naide. Y después de naide, Fuentes.”

- Pues, por las fechas, Husserl se debió inspirar en Guerrita.

- Lo que te puedo asegurar es que Guerrita no se inspiró en Husserl.

viernes, 21 de marzo de 2025

Una presencia angélica

 


Parecía una broma aquella declaración de Gil de Biedma, en la contraportada de la edición de Seix-Barral de Las personas del verbo, cuando manifestaba: “yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema.” Algo nos recuerda aquella distinción de Oscar Wilde entre el genio que puso en su vida, dejando sólo su talento para su obra. O la forma en que Kurosawa, en la película Sueños, nos muestra como un estudiante de arte, a través de la contemplación de la obra de van Gogh, ingresa en su universo pictórico.

 

Pero no era una broma. Cuántas veces querríamos introducirnos en las obras de arte que frecuentamos (una música, una novela, un cuadro). Querríamos quedarnos siempre allí y no volver a la cotidianeidad, a eso que se llama la vida normal.

 

martes, 4 de marzo de 2025

Cantar de Mío Cid. Comentario de texto: episodio del león.

 

Cantar tercero (comienzo: versos 2278-2311 = 34 versos)

                                  

En Valencia seí mio Cid con todos los sos,

con él amos sus yernos, los ifantes de Carrión.

Yaziés' en un escaño, durmié el Campeador;

mala sobrevienta sabed que les cuntió:

saliós' de la red e desatós' el león.

 

En grant miedo se vieron por medio de la cort;

enbraçan los mantos los del Campeador

e cercan el escaño e fincan sobre so señor;

Ferrán Gonçález, ifante de Carrión

non vio allí dó s'alçasse, nin cámara abierta nin torre,

metiós' so l'escaño, tanto ovo el pavor;

Diego Gonçález por la puerta salió

diziendo de la boca: — ¡Non veré Carrión! —

Tras una viga lagar metiós' con grant pavor,

el manto e el brial todo suzio lo sacó.

En esto despertó el que en buen ora nació,

vio cercado el escaño de sus buenos varones:

—¿Qué's esto, mesnadas, o qué queredes vós? —

— ¡Ya señor ondrado, rebata nos dio el león! —

 Mio Cid fincó el cobdo, en pie se levantó,

el manto trae al cuello e adeliñó pora'l león;

el león, cuando lo vio, assí envergonçó,

ante mio Cid la cabeça premió e el rostro fincó.

Mio Cid don Rodrigo al cuello lo tomó

e liévalo adestrando, en la red le metió.

A maravilla lo han cuantos que ý son

e tornáronse al palacio, pora la cort.

 

Mio Cid por sos yernos demandó e no los falló;

maguer los están llamando, ninguno non responde.

Cuando los fallaron, ellos vinieron assí sin color;

non vidiestes tal juego commo iva por la cort,

mandólo vedar mio Cid el Campeador.

Mucho·s' tovieron por enbaídos los ifantes de Carrión,

fiera cosa les pesa d'esto que les cuntió.

 

En 1º de Bachillerato, cuando estudiábamos la épica, y el Cantar de Mío Cid, solía comentar en clase el episodio del león, con que comienza el Cantar 3º. Elegíamos un texto en castellano medieval (que yo glosaba, y aclaraba el vocabulario, para que lo comprendieran bien, pero sin alejarse del original). El comentario que yo hacía oralmente (y que ahora transcribiré con alguna dificultad) se basaba en gran medida en un estudio de Juan Oleza sobre el humor en el poema (recogido en Sincronía y diacronía. La dialéctica del discurso poético) y en unas observaciones de Rodríguez Puértolas (en su ensayo sobre el Poema en Literatura, historia, alienación).

 

domingo, 23 de febrero de 2025

¿A quién se le ocurre montar un auto sacramental en 2025? EL GRAN TEATRO DEL MUNDO en el Teatro Principal

 

              

La pregunta tiene una respuesta inmediata. A Lluis Homar, director de Centro Nacional de Teatro Clásico, que ha puesto en escena El gran teatro del mundo, de don Pedro Calderón de la Barca.

 

Pero en realidad la pregunta tiene su miga. Porque el montaje, que tiene sus sombras y sus luces, parte de un despropósito inicial: poner en escena un auto sacramental (teatro católico teológicamente contrarreformista) desde la no creencia y una cierta modernez empoderada.

 

Como la obra me ha gustado más de lo que esperaba, empezaré por lo positivo, aunque lo negativo sea de más relieve.

miércoles, 12 de febrero de 2025

La música que debo al cine

 

Estos días en que escucho algo de música, movido por algunas lecturas de historia o crítica musical, se me hace claro que hay muchas formas de llegar a la música, sea a través de la educación, los amigos o familia, determinados hábitos… pero hoy quería centrar mis recuerdos en una de ellas muy particular: cómo se llega a ciertas piezas musicales a través del cine. Ya no me refiero a las aportaciones de músicos como Nino Rota o Georges Delerue en sus bandas sonoras, sino a cómo determinadas películas ponen de relieve, sea como música de fondo o de manera diegética, argumental, ciertas melodías que pertenecen a lo más granado de la tradición musical, y a las que llegamos a través, precisamente, de esos filmes.

        

La música nos mueve al sentimiento y, por ello, mi aproximación, hoy, va a ser un tanto sentimental. Es decir, no va a ser completa ni minuciosa, sino perfectamente aleatoria: lo que hoy me trae el recuerdo.

 

domingo, 9 de febrero de 2025

Kenneth Clark, Rembrandt y el humor inglés

Disfrutando con esa magnífica introducción a Rembrandt que es la Introducción a Rembrandt, de Kenneth Clark, pero sobre todo con las pinturas, aguafuertes y dibujos que el libro me invita a contemplar.

Traigo al blog hoy unos pasajes del autor y una imagen del pintor. 

Hablando Clark sobre la posible atribución de un dibujo que se conserva en el Fitzwilliam Museum de Cambridge nos dice:

"Así, para volver a la Cena en Emaús, dibujo cuyo original conozco desde que era un muchacho, me siento ahora inclinado a considerarlo auténtico, pero no me sorprendería si viniera el arcángel Rafael para decirme que se trata de una copia." (p. 146)

Donde vemos comparecer el espíritu propio y singular del humorismo británico. (Para entender mejor el pasaje debemos aclarar que en las páginas anteriores ha estado comentando dibujos sobre el asunto de Tobías y el ángel.)

Este pasaje -por su toque humorístico- me trae la memoria de otro que leí al comienzo de su autobiografía, Another part of the wood, y que cito en el original, para después ensayar la traducción:

My parents belonged to a section of society known as “the idle rich”, and although, in that golden age, many people were richer, there can have been few who were idler.

(Mis padres pertenecían a esa sección de la sociedad conocida como "los ricos ociosos", y aunque, en aquella edad dorada, mucha gente era más rica, pocos fueron más ociosos.)

Y ahora la imagen de Rembrandt. Si habré visto Anunciaciones a lo largo de mi vida (motivo que, por lo demás, me gusta mucho), pero creo que ésta de Rembrandt es, sin duda, una de las mejores:




miércoles, 5 de febrero de 2025

Qué hacer con un pasado sucio, de José Álvarez Junco

 

En su libro Qué hacer con un pasado sucio, José Álvarez Junco, en la dedicatoria inicial a sus nietos, les insta a ser justos, pero no justicieros.

El libro trata sobre nuestra historia reciente: los siglos XX y XXI, con la República, la Guerra civil, la dictadura de Franco y la Transición. Hacia el final del libro dedica bastantes páginas a la llamada Memoria histórica (casi una contradicción en los términos, como explica el autor), a los Actos conmemorativos y la Justicia transicional (aquella que trata de cómo pasar de un sistema violento y cruel a una convivencia democrática).

En un momento dado cita un pasaje que me parece luminoso y me trae algunos recuerdos:

 

miércoles, 29 de enero de 2025

Dos CARPE DIEM de nuestro tiempo: Luis Alberto de Cuenca y Sara Mesa

 A Rubén, que me dio a conocer el poema de Sara Mesa.


COLLIGE, VIRGO, ROSAS

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlete los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado

 (Por fuertes y fronteras, 1996,  Luis Alberto de Cuenca)

 

 CARPE DIEM NOS DIJERON

 Soy una brizna de hierba que brota

de un sumidero sucio.

Una raíz perdida

que busca apurar todos los jugos,

que quiere aprovechar la savia de los días,

el venenoso y dulce licor de los presentes.

 

Vive el momento.

Como si acaso hubiera

un solo momento.

Como si fuese solo

cuestión de desearlo.

Como si no existieran jaulas,

zapatos embarrados que pisotean el suelo.

 

Si me concentro, sí,

siento que se pasean por mi cuerpo

cientos, miles,

cientos de miles de insectos diminutos

y cada uno me narra una promesa.

 

Soy una única flor

pero qué multiplicidad del cáliz,

qué variedad de estambres.

 

Me fecundo para estrujar el tiempo

-carpe diem-

y cuántos otros senderos desperdicio

qué dulzuras malogro

qué imprevisibles destinos pierdo para siempre.

 

 (Sara Mesa: Este jilguero agenda, 2007)


En efecto, Carpe diem, es el nombre genérico con que nos referimos al tópico de aprovechar el momento, vivir el tiempo presente con intensidad. El nombre procede de una oda de Horacio (Carminum I, 11) que, en un momento climático, utiliza la expresión Carpe diem (“coge el día”). Ahora bien, también hay un poema de Ausonio, conocido como Collige, virgo, rosas (“coge o recoge, virgen, las rosas”), que trata un tema similar. La diferencia sería que el Carpe diem es un tipo de poema más general, en el sentido de aprovechar el momento presente, mientras que el Collige, virgo, rosas, es algo más concreto, una invitación a las doncellas, a que se dispongan a amar, aprovechen su juventud, y no esperen a que el tiempo las devore. El poema es, claramente, una conspiración antivirginal.

 

jueves, 23 de enero de 2025

Redacciones escolares

 

 

Recuerdo, en Madrid, que, cuando tocaba hacer una redacción en clase de Lengua española, le pedíamos al profesor que nos dejara hacerla sobre un partido de fútbol. Las veces en que consentía (que no eran muchas) las redacciones resultantes de varios muchachos de clase siempre coincidían: iba perdiendo el Madrid contra el Atlético o el Barcelona, y en eso cogía Amancio el balón, regateaba a todos y metía, primero, el gol del empate, y luego, el gol de la victoria. Eran redacciones descabaladas, qué duda cabe, pero los chicos disfrutábamos de lo lindo con ellas.

 

Ya en Bachillerato, en Valencia, no creo que mejorara mucho mi arte de escribir. Las redacciones buenas de clase las hacía un tal Gil, y siempre en ellas aparecía el siguiente sintagma, que se nos antojaba el culmen de la expresión literaria: “una tenue luz roja”. Lo que empecé a dominar fue el arte de la cita (o, dicho de forma más moderna, la intertextualidad), pues en una redacción sobre Antonio Machado, o tal vez era un examen, escribí: “Machado tiene la sencillez de quien viaja en un vagón de tercera y no se duerme para poder contemplar el paisaje”. El profesor me felicitó, ante mi asombro, pues no había hecho sino glosar unos versos del propio don Antonio que habíamos leído unos pocos días antes.

 

miércoles, 8 de enero de 2025

Umberto Eco responde a la pregunta que nunca se debe hacer

Hace ya más de doce años que escribí un post titulado "La pregunta que nunca se debe hacer" (https://ccm-cidehamete.blogspot.com/2012/08/la-pregunta-que-nunca-se-debe-hacer.html). Ayer, leyendo los breves ensayitos humorísticos de Umberto Eco (recogidos en Cómo viajar con un salmón) me topé con el siguiente pasaje que toca el asunto con gracia e ironía.

“El visitante entra y dice: “¡Cuántos libros!  ¿Los ha leído todos?”. Al principio, creía que la frase revelaba sólo a personas poco familiarizadas con los libros, acostumbradas a ver solo estanterías de tres al cuarto con cinco novelas policiacas y una enciclopedia infantil en fascículos. Pero la experiencia me ha enseñado que la frase la pronuncian incluso personas insospechables. Se puede decir que se trata, con todo, de personas que tienen una noción de la estantería como depósito de libros y no de la biblioteca como instrumento de trabajo, pero no basta. Creo que, ante muchos libros, cualquiera cae presa de la angustia del conocimiento, y fatalmente se desliza hacia la pregunta que expresa su tormento y sus remordimientos.

(…) a la pregunta sobre los libros hay que responder mientras la mandíbula se te crispa y ríos de sudor frío te bajan por la columna vertebral. Yo, antaño, había adoptado la respuesta despectiva: “No he leído ninguno; si no, ¿por qué los tendría aquí?”. Pero es una respuesta peligrosa porque desencadena la reacción obvia: “¿Y dónde pone los que ha leído?”. Es mejor la respuesta estándar de Roberto Leydi: “Muchos más, señor, muchos más”, que deja helado al adversario y le hace caer en un estado de estupefacta veneración. Pero la encuentro desalmada y causa ansiedad. Ahora me he replegado hacia la afirmación: “No, estos son los que  tengo que leer para el mes que viene, los demás los tengo en la universidad”,  respuesta que, por una parte sugiere una sublime estrategia ergonómica y, por la otra, induce al visitante a anticipar el momento de la despedida”.     (1990)

         


sábado, 4 de enero de 2025

AGUSTÍN DE HIPONA EN EL MESTALLA

 

Alipio en el circo de Roma

13. No queriendo [Alipio] dejar la carrera del mundo, tan decantada por sus padres, había ido delante de mí a Roma a estudiar Derecho, donde se dejó arrebatar de nuevo, de modo increíble y con increíble afición, a los espectáculos de gladiadores.

Porque aunque aborreciese y detestase semejantes juegos, cierto día, como topase por casualidad con unos amigos y condiscípulos suyos que venían de comer, no obstante negarse enérgicamente y resistirse a ello, fue arrastrado por ellos con amigable violencia al anfiteatro y en unos días en que se celebraban crueles y funestos juegos.