Magnífica me parece la iniciativa de traer unos 30 paneles con pinturas del Museo del Prado al parque de los Viveros de Valencia. Si alguno, por el motivo que fuere, no puede acercarse al Prado, el Prado ha venido para acercarse a él. Luego habrá que visitar el Prado, desde luego, pues que la muestra no es más que una muestra. Pero el incentivo para la visita se puede generar aquí, en el parque. Aparte de ser una muestra muy bien seleccionado, nos permite ver los cuadros desde una proximidad que en el museo real no podríamos ni soñar. De algunas de las obras se nos ofrecen detalles, situándolos perfectamente en el contexto íntegro del cuadro. Una magnífica ocasión para familiarizar a los niños con nuestro mayor tesoro.
Pero
si aludo en el título de este post a una expresión proverbial es porque, en mi
visita, hice un pequeño descubrimiento. Aprendí algo que no sabía y que quiero
comunicar a mis lectores (soy un pedagogo impenitente).
Leyendo
la explicación que acompaña al autorretrato de Durero (una de las joyas, sin
duda, del museo madrileño) me enteré del motivo de que el pintor se retrate con
guantes en las manos: “Al ocultar
las manos con las que trabaja, muestra su intención de elevarse de artesano a
artista y situar la pintura entre las artes liberales, como ya ocurría en
Italia, donde había estado unos años antes.”
Sabíamos
de todo este asunto por libros como El
pintor de artesano a artista, de Julián Gállego, o el extraordinario
estudio de Jonathan Brown sobre Las
Meninas. Pero Velázquez en su cuadro se retrata retirado del cuadro, con el
pincel en la mano y pensando (haciendo honor a la expresión de Leonardo de la
pintura como cosa mentale). Lo que no
sabíamos es que la misma intención se podría manifestar cubriéndose las manos
con un guante.
Y lo
más asombroso de todo es que, caminando sólo unos pasos en la muestra, nos
encontramos con una pintura de Van Dyck (el pintor elegante por excelencia). Se
trata de un retrato doble en que el autor aparece junto con su amigo y
protector Endymion Porter, aristócrata e importantísimo diplomático de la corte
inglesa. Ya es una osadía que un artista ocupe ese lugar junto a un
aristócrata. Pero, ¿cómo se nos presenta Van Dyck? Un poco de lado, ocupando un
lugar menos importante que su valedor. Ahora bien, se nos presenta con guante, de un tono muy similar al de
Durero, y casi tan elegante como el que lleva el maestro de Nüremberg.
Es
evidente que todos estos pintores luchaban por la misma causa.
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