jueves, 29 de noviembre de 2012

Una cucharada de Shakespeare

En la página de la editorial Pre-textos dedicada  a su libro Jardín circunmurado. Antología poética del teatro de Shakespeare nos encontramos con la siguiente joyita a propósito del presentismo, o excesivo culto a la actualidad:
Aquello que otros hacen, aunque no
esté a la altura
de aquello que tú hiciste, te sobrepasará:
el tiempo es un patrón insensible que estrecha
fríamente la mano del que parte, y recibe
con los brazos abiertos, como dispuesto al vuelo,
a los recién llegados. La bienvenida ríe,
los adioses se marchan suspirando. No quieran
tus virtudes de antaño ganar hoy sus laureles.
La hermosura, el ingenio, la fortaleza física,
la nobleza, los méritos, la amistad, el amor,
la bondad… todo eso se halla preso del tiempo,
que lo injuria envidioso. Hay un rasgo común
a todos los mortales: es el elogio unánime
de la última minucia, aunque salga del molde
de las cosas pasadas. Y así, un poco de oro
sobre el polvo se aplaude más que el oro
empolvado.
Las miradas de ahora celebran lo de ahora.


De Troilo y Crésida III. III, William Shakespeare

domingo, 18 de noviembre de 2012

Un titán habla de otro: Machado sobre Galdós

No es sólo Galdós el más fecundo de los novelistas españoles, es además el más fuerte, el más creador, el más original entre los maestros de su tiempo. Pereda no vio más allá del terruño. Clarín no maduró. Alarcón tuvo gracia y fantasía, pero también un fondo sobrado banal. Valera fue víctima del mal gusto literario que produce un exceso de literatura. Espíritu burlón –no exento de gracia- sólo tomó en serio los libros malos. Entre estas gentes descuella Galdós como figura gigantesca. Sus Episodios Nacionales, cuyo último volumen se acaba de publicar, asombran por la cantidad de vida española que contienen. Observador de nuestras costumbres, despreocupado de toda intención literaria, nos da en sus novelas una idea muy justa de las gentes de nuestra tierra y, sin seguir la huella de ninguno de los grandes maestros españoles, conquista entre ellos un puesto eminente. No iguala a Dickens en el arte de apuntar el detalle, pero le supera en la visión sintética y creadora que se apodera del carácter.
Es humorista sin pretenderlo y cuando escribe revela un corazón bondadoso, exento de esa vanidad moral, tan corrosiva, que designa a los hombres so color de adoctrinados. Su obra es grande y simpática. Admiro vivamente a Pérez Galdós.

Antonio Machado en La República de las Letras, 22-7-1907, número de homenaje a Pérez Galdós. (Tomado de Pedro Ortiz-Armengol: Vida de Galdós, Biblioteca de Bolsillo, 2000, p. 449)

lunes, 12 de noviembre de 2012

Conejos suicidas y Literatura Universal

Acabo de descubrir los conejos suicidas. Veo que también estuvieron en el Antiguo Testamento.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Vamos al teatro: Noche de reyes, de Shakespeare, por Eduardo Vasco. Crítica amiga


            Me queda lejana la lectura de la comedia shakespeariana Noche de reyes (o Noche de Epifanía, como también se la traduce, aunque el original es Twelve night), por lo que este comentario no versará sobre detalles de la adaptación, sino sobre la mágica vitalidad del resultado.
            Para comenzar sitúa el director la obra en un tiempo más o menos reciente, los personajes visten a la manera de principios del siglo XX, dotando a la obra también con acompañamientos musicales muy variados (tango, flamenco, jota aragonesa), pero que esencialmente remiten al music-hall.
            Así que algunos personajes proceden de un naufragio (los gemelos Viola y Sebastián), se mueven por un bosque y son nobles (duques, condes), pero al mismo tiempo los reconocemos como contemporáneos. Shakespeare decide hacer una comedia de enredo y, en estos casos, siempre le gusta rizar el rizo y hacer que se multipliquen los disfraces, confusión de identidades, quid pro quo, figuras bufonescas y escenas hilarantes. Eduardo Vasco ha sabido, en su excelente montaje, conseguir un ritmo vertiginoso (sin el más mínimo tiempo muerto), encontrar actores idóneos para los diferentes papeles, que realizan interpretaciones memorables (difícil destacar a alguno, porque muchos son brillantes), y, sobre todo, enfatizar el juego de los bufones, con sus múltiples desvaríos y disparates verbales.
            Aquí hay que celebrar la estupenda versión de Yolanda Pallín, que nos ofrece un texto enormemente libre, con un lenguaje actual, pero en el que se percibe con nitidez la fidelidad al estilo shakespeariano, que siempre comparece bajo ese brillante castellano (sus juegos de palabras, las alusiones sexuales, la deformación ignorante del lenguaje, las frases hechas, etc.)
            Sin olvidar que Shakespeare es siempre Shakespeare y hay parlamentos que valen su peso en oro, como el que refiere el bufón –sentado en el suelo junto al piano-sobre la corrupción de las palabras.
            Creo que no he conseguido con estos apuntes precisar las muchas virtudes de la obra. Por tanto terminaré con una nuda exhortación: ¡NO SE LA PIERDAN!