miércoles, 6 de agosto de 2014

Descripción de una imagen: retrato de Ortega y Gasset por Joaquín Sorolla




Se nos da a ver un Ortega y Gasset todavía joven, con bigote (como lo imaginaríamos en el personaje Antón Tejero de la novela Troteras y danzaderas, de Ramón Pérez de Ayala), con traje y corbata negras y camisa y pañuelo en el bolsillo blancos, sentado tras una mesa, con un gesto doble: el brazo izquierdo, que se apoya en la mesa con un cigarrillo en la mano, nos lo muestra en la actitud del que está a punto de levantarse; mientras que el derecho, con la mano en la mejilla y el dedo índice enmarcando el rostro, nos lo presenta en la actitud reflexiva propia del filósofo. Pensamiento y acción, parece querer indicarnos el pintor.
La habitación, trazada a grandes rasgos, se nos antoja amplia, con una cómoda al fondo donde se pueden observar lo que parecen fotografías familiares y una puerta entreabierta tras la que intuimos –los colores rojo y blanco así nos lo sugieren- una mujer en movimiento.
Pero quizá lo más llamativo de la imagen (que lo diferencia de otros escritores retratados por Sorolla: Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Blasco Ibáñez, Ramón Pérez de Ayala… Sólo Juan Ramón Jiménez sostiene un libro, con el dedo índice introducido como marcador) es la abundante presencia de libros en la mesa tras la que el filósofo se sienta. Tiene un libro abierto ante sí, pero justo al lado tiene otro libro abierto, cuya página impar sujeta una torre algo irregular de seis libros más. ¿Quiere esto decir que la multitud de lecturas de Ortega llamaba la atención de sus contemporáneos (Ortega le confiesa en carta a Unamuno que en su juventud estudiosa en Alemania solía dedicar once horas diarias a leer)? ¿O había intuido Sorolla que Ortega era en cierta gran medida  un filósofo libresco (cfr. mi breve ensayo: "Meditando sobre el marco: Simmel en Ortega")?
Llama la atención la firma del cuadro. Arriba a la derecha el nombre del filósofo (José Ortega y Gasset), con una pequeña rúbrica, y debajo J. Sorolla B.