martes, 30 de octubre de 2018

Que muy bien podría aplicarse a nuestros informativos de televisión

En su ensayo "Velinas y silencio", 2009, recogido en Construir al enemigoMondadori, 2012, Umberto Eco, reflexionando sobre dos tipos de censuras, la tradicional, que se hace a través del silencio, y la moderna, que se hace por medio del ruido, escribe lo siguiente:
"El ruido como cobertura. Diría que la ideología de esta censura a través del ruido se puede expresar en términos wittgensteinianos, diciendo: de lo que hay que callar, se debe hablar muchísimo. El telediario de la primera cadena de nuestra televisión pública es el ejemplo príncipe de esta técnica, repleto de terneras de dos cabezas, pequeños robos, es decir, sucesos menudos que antaño los periódicos relegaban precisamente al final y que hoy, en cambio, sirven para llenar tres cuartos de hora de información, para que así no nos demos cuenta de que se han callado las informaciones que había que dar." (p. 203-204)

¿No nos recuerda esto a las informaciones que nuestro telediario nos hace padecer sobre Operación Triunfo, Master Chef, violencias más propias del antiguo periódico El Caso, etc. con que se echa una capa de humo sobre los temas realmente importantes?

sábado, 27 de octubre de 2018

Otra nota sobre El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani


El jardín de los Finzi-Contini trata, en el contexto de las leyes raciales del fascismo (1938), del persistente amor en el tiempo que siente el innominado narrador-protagonista, de familia judía, por Micol, la hija mayor de una riquísima familia de judíos en Ferrara.
Una atracción que se despierta en la infancia y que, en el momento central de la novela, estudiantes universitarios haciendo el doctorado en letras, se prolonga con interrupciones, sin llegar a cuajar nunca verdaderamente.
Es muy lúcida e interesante la explicación que le da Micol a su amigo cuando este le insiste en el porqué de su resistencia al amor:

Has dicho que nosotros dos somos iguales”, dije. “¿En qué sentido?
Pues claro, claro que sí -exclamó-, en el sentido de que también yo, como ella, carecía de ese gusto instintivo por las cosas que caracteriza a la gente normal. Lo intuía perfectamente: para mí, no menos que para ella, más que el presente contaba el pasado, más que la posesión, su recuerdo. Ante la memoria, cualquier posesión tiene que parecer por fuerza decepcionante, trivial, insuficiente… ¡Cómo me comprendía! Mi ansia por que el presente pasara a ser “enseguida” pasado para poder amarlo y contemplarlo a placer era también suya, idéntica. Era “nuestro” vicio, ése: el de avanzar con la cabeza siempre vuelta hacia atrás.

El narrador le pregunta si no es que no le gusta físicamente. Ella lo niega. Pero más tarde, en lo que le comenta una feriante a la que solía acudir con su amigo Giampi Malnate (que hacia el final de la novela se convierte en el amante de Micol) entrevemos otra clave de la imposibilidad de esa relación: “¿Dónde ha dejado a su amigo? ¡Ese sí que es un tío!”

Tal vez el carácter sensible y contemplativo del narrador hacía que ella lo apreciara como amigo, pero para entregarse físicamente prefirió al otro, más corpulento, valiente y decidido.

Todo terminó trágicamente con la deportación de los judíos italianos hacia los campos de concentración, hecho que enfatiza más el filme de Vittorio de Sica que la novela de Bassani.


jueves, 25 de octubre de 2018

Un escritor y una ciudad: Giorgio Bassani y Ferrara




Un reciente viaje a Ferrara me condujo a una incursión en la narrativa de Bassani (leí sus Historias de Ferrara y El jardín de los Finzi-Contini, antes de viajar; y a la vuelta he leído Las gafas de oro). Y, desde luego, fue la mejor opción. Si hay una narrador capaz de meterte una ciudad desde los ojos hasta lo más profundo del espíritu, ese es Bassani con Ferrara, la ciudad donde pasó su infancia y juventud (en la madurez vivió en Roma), pero a la que siempre vuelve en su narrativa.

Es enormemente sugestivo la manera que tiene de situarte los espacios de sus relatos, con minuciosidad: la judería de vía Mazzini y aledaños; los barrios medievales en torno a Via delle Volte y la iglesia de Santa María de Vado; los baluartes que encierran la ciudad; la ampliación renacentista de Ercole I, donde ya se encuentran tanto el cementerio cristiano como el hebraico (donde está enterrado Bassani). Actualmente, con las herramientas de Internet, te puedes ir situando bastante bien por la ciudad conforme lees los relatos: el viaje a Ferrara sirve para constatar in praesentia todo lo que ya forma parte del espíritu.

Al margen de esa presencia insistente de la ciudad, el otro tema esencial de la narrativa de Bassani es el que gira en torno al mundo hebreo de Ferrara y el golpe que les causó la promulgación de las leyes raciales por Mussolini en 1938.

Quiero hacer un par de observaciones, que documentaré gráficamente, sobre su mundo literario.

Con tanta precisión describe su ciudad Giorgio Bassani que muchas personas, de paso por Ferrara, preguntan por la mansión de los Finzi-Contini. No existe tal edificio, se trata de una invención literaria. Ahora bien, Bassani muy precisamente la sitúa al final de la via Ercole I, cerca del Mura degli Angeli, de manera que cualquier amante de su literatura no puede dejar de acercarse por esa zona. Y lo que se encuentra es lo siguiente:




Bellísimo paisaje urbano que, como no podía dejar de ser, encaja perfectamente con la idea de lugar maravilloso que nos hacemos del espacio en que habitaban los Finzi-Contini.

La otra observación es sobre el cementerio hebreo. En la novela se habla del mal gusto que tenía el panteón de los Finzi-Contini. En el paseo que di por ese cementerio no encontré tal panteón, pero sí uno, poco hermoso, de los Finzi-Magrini (¿se referiría a ese en clave Bassani?). Había muchos Finzi y muchos Contini entre las tumbas de ese cementerio (también Bassani o Levi), pero rebuscando entre las inscripciones también encontré, oh sorpresa, tumbas casi borradas de… los Finzi-Contini.




Y, por supuesto, no muy lejos de ellas, la tumba de Giorgio Bassani.



domingo, 7 de octubre de 2018

En recuerdo de Jesús Donázar, profesor de Matemáticas


En mi volumen de los Diálogos de L. Anneo Séneca, en el libro 1º de Sobre la ira se podrá encontrar al paso la siguiente anotación: Jesús Donázar. Este es el nombre de mi profesor de Matemáticas en el bachillerato, y uno de los culpables, sin duda, de que yo me haya dedicado al ejercicio de la enseñanza. Mucho nos enseñó de Matemáticas, pero mucho más de ética o de dignidad humana. Recuerdo algunas frases suyas, como la siguiente al tentarle un día nosotros para que se definiera políticamente: "Creo que, en la circunstancia actual de nuestro país, lo único que puede ser una persona decente es de izquierdas." Corría el año 1974 y él hacía mucha insistencia en las palabras actual y decente. También recuerdo su chispeante ironía cuando me apodaba "Petronio, el árbitro de la elegancia". (Yo, como pobre, vestía bastante mal; pero además, como rebelde, extremaba mi desaliño.)
Si hoy traigo a colación el recuerdo de mi antiguo profesor se debe a una de las mayores lecciones (tal vez la máxima) que nos dio en esos años. Nosotros teníamos bastante confianza con él, y un día decidimos un amigo y yo gastarle una broma, de muy mal gusto sin duda, como más tarde comprenderíamos. Cuando él se disponía a entrar en clase nos parapetamos tras la puerta y le impedíamos abrirla. Así estuvimos un buen rato (tal vez menos de un minuto) hasta que percibimos con claridad notas de serio enfado en su voz y sus gestos.
Tras conseguir entrar el disgusto era notorio en su rostro. Se dirigió a nosotros y nos dijo: "No os voy a castigar ahora, porque estoy muy enfadado y me temo que sería injusto, y el castigo excesivo. Ya os lo pondré mañana cuando esté más calmado." Y así lo hizo. Nos puso una E de conducta negativa esa evaluación, nota que disminuía automáticamente en un nivel la calificación por conocimientos. A mi amigo apenas le afectó. Su Sobresaliente se convirtió en un Notable, pero mi escaso Suficiente de clase, significó que esa evaluación suspendiera a causa de mi conducta. Fue uno de los dos Insuficientes que obtuve a lo largo de todos mis estudios. Pero creo que valió la pena.
Recientemente leyendo a Séneca me encuentro con el siguiente pasaje: "Nada menos adecuado que el que castiga se encolerice, puesto que el castigo es más útil para corregir, si se impone después de reflexionar. De ahí lo que Sócrates dice a su esclavo: "Te golpearía si no estuviese encolerizado". La reprimenda al esclavo la difirió a un momento de mayor serenidad; en aquel momento se reprendió a sí mismo."
¡Qué sabio era nuestro profesor de Matemáticas!


Jesús Donázar fue profesor mío en los Salesianos de la Avda. de la Plata entre 1971 y 1975. Me pesa no haberle hecho llegar este escrito, que data de 1994, en vida.