sábado, 27 de octubre de 2018

Otra nota sobre El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani


El jardín de los Finzi-Contini trata, en el contexto de las leyes raciales del fascismo (1938), del persistente amor en el tiempo que siente el innominado narrador-protagonista, de familia judía, por Micol, la hija mayor de una riquísima familia de judíos en Ferrara.
Una atracción que se despierta en la infancia y que, en el momento central de la novela, estudiantes universitarios haciendo el doctorado en letras, se prolonga con interrupciones, sin llegar a cuajar nunca verdaderamente.
Es muy lúcida e interesante la explicación que le da Micol a su amigo cuando este le insiste en el porqué de su resistencia al amor:

Has dicho que nosotros dos somos iguales”, dije. “¿En qué sentido?
Pues claro, claro que sí -exclamó-, en el sentido de que también yo, como ella, carecía de ese gusto instintivo por las cosas que caracteriza a la gente normal. Lo intuía perfectamente: para mí, no menos que para ella, más que el presente contaba el pasado, más que la posesión, su recuerdo. Ante la memoria, cualquier posesión tiene que parecer por fuerza decepcionante, trivial, insuficiente… ¡Cómo me comprendía! Mi ansia por que el presente pasara a ser “enseguida” pasado para poder amarlo y contemplarlo a placer era también suya, idéntica. Era “nuestro” vicio, ése: el de avanzar con la cabeza siempre vuelta hacia atrás.

El narrador le pregunta si no es que no le gusta físicamente. Ella lo niega. Pero más tarde, en lo que le comenta una feriante a la que solía acudir con su amigo Giampi Malnate (que hacia el final de la novela se convierte en el amante de Micol) entrevemos otra clave de la imposibilidad de esa relación: “¿Dónde ha dejado a su amigo? ¡Ese sí que es un tío!”

Tal vez el carácter sensible y contemplativo del narrador hacía que ella lo apreciara como amigo, pero para entregarse físicamente prefirió al otro, más corpulento, valiente y decidido.

Todo terminó trágicamente con la deportación de los judíos italianos hacia los campos de concentración, hecho que enfatiza más el filme de Vittorio de Sica que la novela de Bassani.


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