martes, 24 de octubre de 2023

HEINRICH HEINE, EL SATÍRICO

 


Donde uno menos se lo espera, salta la liebre. ¿Quién me iba a decir a mí que me encontraría un magnífico ejemplo del carácter satírico de Heine en un libro sobre Edith Stein? Conocía el carácter desgarrado de algunos de sus poemas, o el inmensamente lírico de aquel que trata sobre las nostalgias del pino y la palmera, y tal vez me había topado en algún momento con motivos satíricos, pero nunca me había encontrado con una manifestación tan palpable de ese carácter que le alejó de sus compatriotas y alimentó la mutua incomprensión de que habla Adorno en “La herida Heine”. Pues bien, es en un libro dedicado a ese ser maravilloso que fue Edith Stein, judía de nacimiento, discípula de Husserl (refiriéndose a cuya capacidad intelectual solía decir: “La primera de todas es Edith Stein, después nadie, y luego, los demás”), posteriormente, tras la lectura de Teresa de Jesús, convertida al catolicismo, y que terminó sus días gaseada por los nazis en Auschwitz siendo ya hermana carmelita descalza bajo el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz; es en un libro, decía, dedicado a Edith Stein, donde me encuentro el siguiente pasaje, a propósito de la ciudad de Gotinga, donde la joven Edith estudió con Husserl, y casi un siglo antes había estudiado también Heine:

 

“La ciudad de Gotinga, célebre por sus salchichones y su universidad, pertenece al rey de Hanovre, y contiene varias iglesias, un observatorio, una prisión, una buena biblioteca y una taberna municipal, que tiene una cerveza también muy buena… La ciudad en sí es muy bella y nunca gusta tanto como cuando se la pierde de vista. Debe existir desde hace mucho tiempo, pues cuando yo fui matriculado y muy pronto expulsado, hace de eso más de cinco años, tenía el mismo aspecto grave y canoso, y ya estaba bien abastecida de bedeles, de perros de aguas, de disertaciones, de salones de té, de lavanderas, de pichones asados, de consejeros áulicos, de consejeros de legación y de relegación, y de otros farsantes. Hay gente que pretende que la ciudad ha sido construida en la época de los movimientos migratorios de los pueblos, y cada tribu alemana ha dejado allí un ejemplar puro de sus miembros, siendo de aquí de donde descienden los vándalos, frisones, suevos, turingios, etc., etc. En general los habitantes de Gotinga pueden ser divididos en estudiantes profesores, filisteos y ganado, cuatro clases entre las que la línea de demarcación no es muy pronunciada. Citar aquí el nombre de todos los estudiantes y profesores ordinarios y extraordinarios sería demasiado largo; además, no recuerdo ahora el nombre de todos los estudiantes, y entre los profesores hay muchos que no tienen nombre todavía. La cantidad de filisteos de Gotinga debe ser infinita, como la arena, o, por mejor decir, como el lodo, a orillas del mar. En verdad, cuando les veía por las mañanas con sus sucias caras y su limpia memoria para cobrar, plantados ante la puerta del senado académico, apenas si podía creer cómo Dios había podido crear tantos canallas junto.”

 

 

(E. de Miribel: Edith Stein, Taurus, 1956, pág. 45, fragmento de Harzreise, de H. Heine, 1824)