domingo, 27 de diciembre de 2015

Traduttore, traditore: Chejov traducido del ruso



Cuando en la edición de Austral de La sala número seis y otros cuentos, de Chejov, traducidos  “del ruso” por N(icolas) Tasín, leyendo el sorprendente relato “Volodya”, el adolescente de tal nombre piensa en su amor por Nyuta, una mujer casada de treinta años, se encuentra ridículo en comparación con ella. A continuación leemos: “Entonces imaginó que era calvo, guapo, ingenioso y vestido a la última moda. De este modo podía acercarse a ella; sin duda alguna.”
Nos quedamos estupefactos con el primero de los atributos imaginarios. ¿Por qué demonios desearía un joven ser calvo para poder seducir a una mujer? Querríamos tener delante el original del texto para comprobar tan extraña lección. Pero ocurre que no tenemos ese documento, ni sabríamos leerlo en caso de poseerlo, pues ignoramos la lengua rusa. Solo nos queda buscar otras traducciones en lenguas conocidas para confrontar ese uso.
En primer lugar nos vamos a la otra traducción al castellano de que disponemos, la de Juan López Morillas en Alianza Editorial (El violín de Rotschild y otros relatos). Allí nos encontramos lo siguiente: “Así, pues, se apresuró a imaginarse guapo, atrevido, chistoso, vestido a la última moda.” Desaparece la última oración, y el atributo sospechoso cambia por atrevido, aunque en ordenación ligeramente diferente. Desde luego, resulta más lógica esta enumeración que la anterior. ¿Quién tendrá razón?
    Si nos vamos a una traducción francesa que encontramos en el ciberespacio (hecha por Denis Roche, en 1922, del ruso), hallamos la siguiente versión: “Il s’empressait alors de se rêver beau, hardi, spirituel, habillé à la dernière mode...”.  “Beau, hardi” pueden muy bien traducirse por “guapo, atrevido”, con lo que nos viene a confirmar que la traducción de López Morillas –que además presenta el mismo orden que la francesa- resulta más coherente y que  probablemente el “calvo” de Tasin no sea sino un error. Pero, ¿de dónde pudo salir tan tremendo error? La respuesta nos la va a proporcionar la última traducción que consultamos, también en Internet.
Se trata de la traducción al inglés clásica, la de Constance Garnett (1861-1946), primera traductora al inglés de los narradores rusos y la que los dio a conocer en lengua inglesa. Reza así: “then he made haste to imagine himself bold, handsome, witty, dressed in the latest fashion.” La clave está aquí: bold en inglés significa atrevido, osado; pero se parece mucho a bald, que significa calvo. Pensamos que N. Tasin no traducía del ruso, como afirma la edición de Austral, sino que lo hacía del inglés y cometió un gazapo estremecedor a causa de una imperdonable confusión de vocablos.
A menos que ya en ruso haya una semejanza de vocablos como la del inglés y el error procediera de allí, pero eso me lo tendría que aclarar alguien que supiera ruso y pudiera manejar el texto original de Chejov. El guante está lanzado.

P.S. Mi ex-alumna Diana Mykhalyuk, que sabe ruso, me confirma que, en el original de Chejov, la enumeración (красивым, смелым, остроумным, одетым по самой последней моде…tiene que traducirse "guapo, valiente, ingenioso, vestido según las últimas tendencias". El término en cuestión (смелымpuede traducirse como "valiente, osado, atrevido", es decir, "bold" en inglés, que produce la confusión, pero nunca como "calvo". Quod erat demostrandum.

P.D. Leyendo un ensayo de Ricardo Baeza (gran traductor, entre otros, de Oscar Wilde) sobre la traducción, de igual título que este post (Traduttore: traditore), donde se queja del bajo nivel de las traducciones a lengua española en su época (escribe en 1928), hace la siguiente observación, que creemos viene muy a cuento con lo que acabamos de analizar: "dejando a un lado ese fraude de traducir de una traducción, tan frecuente entre aquellos traductores que gustan precisamente de figurar como traductores "directos" del inglés, el alemán o el ruso."
(Subrayado mío. ¿Estaría pensando en Tasin, que traduce a Chejov en los años 20?)

lunes, 14 de diciembre de 2015

1º Bachto. Trabajo voluntario 2ª Evaluación

- Se tratará de hacer individualmente y escrito a mano un comentario de texto, siguiendo el modelo de los que se hacen en clase o el del Lazarillo de Tormes que os entregué, y que, por tanto, constará de las siguientes fases:

1- Localización.
2- Tema.
3- Estructura interna.
4- Comentario de la forma en relación con el contenido.
5- Conclusión.

- Se podrán elegir los 
textos publicados en el blog como ampliación de la materia de clase que correspondan al período de literatura estudiado: de la Edad Media al Barroco. A saber:

- Romance del infante Arnaldos,
- Romance de Álora, la bien cercada,
- fragmento de García Lorca en relación con Manrique,
- fragmento de La Celestina (“la música de las palabras”),
-  soneto de Garcilaso sobre Dafne y Apolo,
- Oda a Salinas, de Fray Luis de León
- fragmento de Santa Teresa (episodio de la transverberación),
- poema de San Juan de la Cruz: “En una noche oscura”,
- el soneto con estrambote de Cervantes,
- descripción de Dulcinea de Cervantes
- soneto de Lope de Vega: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”
- la prosa conceptista de Gracián: “Aplicación y Minerva”
- un soneto de Sor Juana Inés de la Cruz



Se los puede localizar en el blog por fechas: entre diciembre de 2008 y marzo de 2009. O poniendo los nombres oportunos en el buscador interno.

- Habrá que 
avisar al profesor del texto que se va a trabajar antes del 2 de febrero. Y el trabajo se entregará con fecha límite del 16 de febrero. (N.B. Por los motivos expuestos en clase la fecha límite de entrega se adelanta al 28 de enero. Hay que avisar del texto elegido con anterioridad a esa fecha.)

- El trabajo voluntario puede subir 
hasta 1 punto la nota de la evaluación.

domingo, 13 de diciembre de 2015

La Pardo Bazán nos resume una leyenda de Bécquer: El Beso

Doña Emilia Pardo Bazán, visitando un convento cercano a Santiago de Compostela, y contemplando las esculturas de los marqueses de Ayamonte, cree reconocer la pareja de estatuas que protagonizan la leyenda El beso, de Bécquer, que, de paso, nos resume magistralmente:


Mirándole tan reposado y digno en su actitud, acordéme del vencedor de Cerinola, héroe de piedra de la inimitable leyenda de Bécquer, El Beso. Quien haya leído las fantásticas narraciones del poeta sevillano, recordará aquella en que un joven oficial del ejército invasor de Napoleón, obligado a alojarse y pasar la noche en la iglesia de un convento, se enamora perdidamente de una estatua orante de mujer hermosísima que allí encuentra; habla de ella a sus compañeros de guarnición, la pinta con vivos y mágicos colores: primero se burlan de tan extraño amor, pero después, movidos ya de curiosidad, deciden ir la noche siguiente a conocer a la dama de mármol que roba a su amigo el sentido. Acuden en efecto a la vieja iglesia, cuyo lóbrego recinto ilumina la escasa claridad de una linterna. En el fondo del arco sepulcral ven a la dama, que a todos sorprende por su belleza maravillosa. Pero la iglesia está fría y húmeda; encienden para calentarse una gran fogata hecha con trozos de la rica sillería tallada del coro, se sientan alrededor de la lumbre, destapan botellas y corre el espumoso champaña trastornando los juicios: el grupo de militares se anima, unos cantan báquicas canciones, otros profanan con gritos y blasfemias la nave solitaria. Entretanto el capitán francés bebe como un desesperado, sin apartar los ojos de la estatua que, al rojizo resplandor del fuego, parece de carne, y dijérse que se ruboriza ante el sacrílego espectáculo. Los vapores de la embriaguez turban el cerebro del oficial, que, levantándose, va a ofrecer una copa de champaña al noble guerrero arrodillado junto a la dama. Sus compañeros reprenden su osadía, y él, más exaltado cada vez, exclama contemplando la efigie de mujer: “Miradla, miradla. ¿Queréis más vida, queréis más realidad? Esa mujer de piedra parece incitarme con su fantástica hermosura. Un beso, sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume…” Y se dirige a la estatua con los brazos abiertos, como fuera de sí; pero en el mismo punto de tocarla cae al suelo, ensangrentado y deshecho el rostro. El inmóvil guerrero, alzando la mano, le había derribado con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra. 
(“Impresiones santiaguesas. Una joya del arte renaciente”)

lunes, 7 de diciembre de 2015

Un ejemplo del humorismo inglés: De Quincey

Esta magnífica gradación retrógada constituye un excelente ejemplo del humorismo británico. En este caso con su toque de humor negro. Procede de Thomas de Quincey en Del asesinato considerado como una de las bellas artes:

“Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse.” 

sábado, 14 de noviembre de 2015

Un artículo de EL PAÍS sobre Boccaccio

700 ANIVERSARIO DEL AUTOR DE 'EL DECAMERÓN'

Fortuna de Giovanni Boccaccio

Alberto Manguel 4 JUL 2013 

El escritor italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375).

La Fortuna, como los contemporáneos de Boccaccio bien sabían, hace que, para la posteridad, nuestra persona sea pocas veces la que nosotros imaginamos. Boccaccio se definió a sí mismo ante todo como poeta, como estudioso de las lenguas, como pensador, y sólo en última instancia como narrador: la ficción le importaba menos que la filosofía y la historia, o le importaba sobre todo como vehículo para la filosofía y la historia.
Fue un precursor iluminado de la gran literatura renacentista, y pudo escribir tanto en el latín de su amado Cicerón como en la nueva lengua toscana que compartió con Dante y Petrarca. Este último fue su maestro y lo incitó a conocer los clásicos paganos, pero Dante fue su ídolo. Como crítico literario, Boccaccio fue uno de los primeros y más astutos lectores de Dante, y el autor de su primera importante biografía, estableciendo el método de lectura de la Comedia (a la cual dio el epíteto de “divina”) empleado aún hoy por los especialistas dantescos, que consiste en analizar el poema canto por canto y verso por verso (antes de su muerte en 1375 sólo llegó a comentar los diecisiete primeros cantos del Infierno). Como lingüista, Boccaccio se convirtió en uno de los más ardientes defensores de la lengua y la literatura griegas en Italia, ufanándose de haber rescatado a Homero para sus contemporáneos. Como narrador, compuso una de las primeras novelas psicológicas, la epistolar Elegía de Madonna Fiametta y también, sobre todo, una de las más entretenidas colecciones de cuentos de todos los tiempos, El Decamerón.
Los herederos de Boccaccio son numerosos y a veces inesperados. En Inglaterra, Chaucer compuso sus Cuentos de Canterbury inspirado en su lectura de El Decamerón, y Shakespeare conoció su Filostrato antes de escribir Troilo y Crésida. Sus Poemas pastorales ayudaron a popularizar en Italia el género que luego retomaron Garcilaso y Góngora en España y su humor, inteligencia y desenfado pueden sentirse en autores tan diversos como Rabelais y Bertold Brecht, Mark Twain y Karel Capek, Gómez de la Serna e Italo Calvino.

martes, 20 de octubre de 2015

Los cuentos inolvidables, según Cortázar



Julio Cortázar, de quien vimos en clase el magnífico relato Continuidad de los parques, teorizó sobre el cuento en un texto de 1962, “Algunos aspectos del cuento”. Entresaco de ese estupendo ensayo unas líneas en que propone una selección personal de cuentos. Allí se encuentra nuestra próxima lectura, Bola de sebo, de Maupassant.


Muchas veces me he preguntado cuál es la virtud de ciertos cuentos inolvidables. En el momento los leímos junto con muchos otros, que incluso podían ser de los mismos autores. Y he aquí que los años han pasado, y hemos vivido y olvidado tanto. Pero esos pequeños, insignificantes cuentos, esos granos de arena en el inmenso mar de la literatura, siguen ahí, latiendo en nosotros. ¿No es verdad que cada uno tiene su colección de cuentos? Yo tengo la mía, y podría dar algunos nombres. Tengo William Wilson, de Edgar A. Poe; tengo Bola de sebo, de Guy de Maupassant. Los pequeños planetas giran y giran: ahí está Un recuerdo de Navidad, de Truman Capote; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de Jorge Luis Borges; Un sueño realizado, de Juan Carlos Onetti; La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi; Cincuenta de los grandes, de Hemingway; Los soñadores, de Izak Dinesen, y así podría seguir y seguir...                

domingo, 18 de octubre de 2015

Cuentecillo del Renacimiento sobre locos en Valencia

En el "Diálogo de la melancolía" (Pedro Mercado, hacia 1558) me encuentro con el siguiente cuentecillo a propósito del Hospital de los inocentes, que fundó en Valencia el mercedario padre Jofré en 1410 para proteger a los locos (Me recuerda mucho a un chiste de Eugenio sobre tres jóvenes que se fuman un canuto):

A ese mismo propósito me acaeció en Valencia la más alta gracia del mundo, viendo la casa de los orates, que es muy de ver. A la entrada hallé un hombre de buen parecer y creyendo ser el alcalde de la casa, después de saludádole, díjele: “Señor alcaide, recibiré merced me diga en qué parte veré los locos de esta casa”. Respondióme: “No sé lo que dices, mas hágote saber que soy San Pedro, que me envió Dios a predicar al mundo”. Como lo reconocí por loco reíme mucho; y más adelante hallé un clérigo medianamente aderezado y para que holgase de la respuesta del loco, díjele: “Hame pasado con un loco un donaire el mayor del mundo, que me dijo que era San Pedro, que lo enviaba Dios a predicar al mundo”. Respondióme el clérigo: “En verdad te digo que nunca tal envié”. Maravilléme de verlos sueltos y sin prisión ninguna.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Una picante noticia del Madrid barroco

Los Avisos de Jerónimo de Barrionuevo, uno de los grandes cronistas del Madrid barroco, constituyen lo que podríamos considerar el periodismo de la época. Traigo aquí una noticia del 14 de noviembre de 1657 que podría haber figurado perfectamente en una novela picaresca:

Prendieron á un hombre porque le hallaron dando á una mujer de bofetadas, y á él y á ella los llevaron á la cárcel. Visitóse el lunes, y sacándolos á los dos, habiendo escrito contra él mil disparates, como lo hacen siempre esta gente farisea, pidió el hombre licencia de hablar, y dijo: «Señores, yo soy casado y con seis hijos. Salí antes de ayer desesperado de casa, por no tener con qué poderlos sustentar, y pasando por la calle de esta mujer, me llamó desde una ventana, y diciéndome allá dentro le había parecido bien, me ofreció un doblón de á cuatro si condescendía con ella y la despicaba, siendo esto por decirla yo que era pobre. Era un escudo de oro el precio de cada ofensa de Dios. Gané tres, desmayando al cuarto de flaqueza y hambre. Quísome quitar el doblón y no pudo, y á las voces llegó este alguacil que está presente, y tuvo mejores manos que ella para hacerlo. Suplico á V. S. diga ahora ella si esto es verdad ó mentira.» La cual allí en público dijo ser todo así, y visto por la Sala, in continenti le hicieron volver el doblón de á cuatro, en su presencia, al alguacil, y le echaron libre sin costas la puerta afuera, y á ella la mandaron tornar á su encierro para quitarla el rijo con algunos días de pan y agua. Fué esto así como lo cuento, lunes 5 de este mes.

martes, 4 de agosto de 2015

Un poema de Gómez Manrique en las oposiciones a profesores de secundaria de Castellano en la Comunidad Valenciana. Notas para su comprensión


Cuando en mis años mozos oposité al cuerpo de agregados de Lengua y Literatura Españolas de Enseñanza Media (en 1981) recuerdo que la prueba de comentario de textos consistía en tres partes: un comentario filológico, un comentario literario-estilístico y un comentario sintáctico y semántico. En las recientes oposiciones al cuerpo de profesores de secundaria esa prueba de comentario tenía solo dos partes: un comentario filológico y literario de un texto anterior al siglo XVIII y un comentario lingüístico de un texto contemporáneo. El hecho de que el comentario filológico y el literario vayan unidos tiene una serie de implicaciones negativas: como se ha de seleccionar un texto anterior al siglo XVIII nos dejamos fuera una gran porción de historia literaria que podría dar lugar a jugosísimos comentarios literarios (Bécquer, Machado, García Lorca, por poner tres ejemplos especialmente significativos entre mil que podría citar); pero además, para que el comentario filológico resalte se tiende a acudir a lo medieval, con lo que de nuevo se resiente el comentario literario (que en nuestra poesía del siglo de oro tendría un magnífico espacio de lucimiento). Así ocurrió en la reciente oposición, en que se eligió un poema de Gómez Manrique, que transcribo a continuación:

La inmensa turbaçión
deste reino castellano  
faze pesada mi mano
y torpe mi discriçión:   
que las horas y candelas
que se gastaban leyendo
agora gasto poniendo
rondas, escuchas y velas.
     El tiempo bien despendido
en las liberales artes
en cavas y baluartes
es agora convertido:
Por tanto, si falleciere
la muy gentil elocuençia,
culparéis la diferençia
del tiempo que lo requiere.
    Del cual un poco furtando,
aunque no sin grande afán,
a vos, señor de Almaçán,
pregunto, mal consonando:
¿cuál os es menos molesta,
vuestra secreta prisión
o la vulgar detençión
que vos es por el rey puesta?
    Maguer son en calidad
algún tanto discordantes,
ambas a dos son privantes
de la franca libertad,
lo cual visto, cuidaría,
a mi paresçer grosero,
en el solo carcelero
consistir la mejoría.
            FIN
   Respondedme todavía,
generoso caballero,
que vos faga plazentero
la dárdana poliçía.

Muchos problemas planteaba un texto semejante, que no me parece especialmente bien elegido.

domingo, 14 de junio de 2015

LOS PERSAS, de Esquilo, bajo la lluvia en Sagunto



Cuando Viqui Prado me anunció que se iba a representar Los persas, de Esquilo, como clausura del XIX Festival de Teatro Grecolatino de Sagunto, me dije que era una cita a la que no podía faltar. De una lejana lectura de la obra recordaba que me había gustado enormemente, y esas cuestiones ya tópicas, que repito en clase de Literatura Universal, pero no por ello menos conmovedoras, como el hecho de que, curiosamente, en este primer drama que nos ha llegado de los griegos, se da la voz al enemigo. La obra se centra no en los griegos, ni en sus problemas o –en este caso- victorias, sino en la desdicha del pueblo persa derrotado en Salamina. Resulta asombroso en esta sociedad en que vivimos, donde entendemos que al enemigo ni agua, que Esquilo, un guerrero de Maratón él mismo, y tal vez de Salamina, tenga ese gesto que hoy calificaríamos de liberal.
            La tarde amenazaba lluvia, y los que nos acercábamos al teatro ayer sábado 13 de junio, hacíamos cábalas y cruzábamos los dedos (ya no sabemos rezar) para que el tiempo aguantara y no desluciera la representación. Pero a los pocos minutos de comenzar el montaje del Grupo Helios de Madrid, con la presencia impactante del coro de persas en escena, comenzaron a caer gotas del cielo, que fueron a más durante la obra y arreciaron en la parte final, sin llegar a la tromba de agua que en esos momentos caía en la ciudad de Valencia, como supe después. El público, estoico, aguantó lo que pudo, aunque, conforme aumentaba el caudal de lo que caía, se iba retirando a sus cuarteles de invierno, o abandonaba el teatro. Los técnicos de sonido, para evitar un cortocircuito o males mayores, fueron retirando los micrófonos al borde del escenario y los altavoces, con lo cual la lucha era entonces doble, contra la inclemencia atmosférica y contra la escasez sonora, que hacía que las voces de los actores llegaran al público limitadamente. Eso no quita que los actores, que también se mojaban como el público, a causa de las rachas de agua, a pesar de estar cubierta la escena, bajaran un ápice en su implicación y en su esfuerzo artístico, y bien podemos decir que, a pesar de los pesares, el montaje resultó excelente, y los últimos de Filipinas, que resistimos hasta el final, les respondimos con una larga ovación sonoramente menguada por el exiguo número de los que para entonces quedábamos.
            Ahora bien, todos esos inconvenientes de esa representación memorable, en mi caso particular han tenido un efecto positivo, cual es la relectura de la obra. Y entonces encuentro en ella, entre mil y un detalles interesantes, dos cosas que me han llamado mucho la atención.
            La primera es el exquisito juego con el punto de vista que practica Esquilo. Si, por una parte, deja hablar a los persas, los vencidos en esa ocasión histórica; por otra parte, su lenguaje está lleno de la mirada griega: desde denominarse a sí mismo bárbaros, hasta invocar a los dioses griegos (ese Zeus que domina todos y cada uno de los hechos) o defender instituciones griegas: cuando la Reina persa pregunta al Corifeo quién acaudilla a sus enemigos, éste le responde: “No se llaman esclavos ni vasallos de nadie.” ¿Podríamos asistir a una defensa más nítida de la democracia griega, por parte de un pueblo dominado por reyes que son cuasi divinos?”
            La otra cosa que más me llamó la atención fue la presencia, hacia el final de la obra, en el diálogo entre el Jerjes que regresa en harapos, derrotado, y el coro, de un ubi sunt? puesto en boca de este último: “¿Dónde está la otra muchedumbre de los tuyos? ¿Dónde están los que combatían a tu lado, Farandaces, Susas, Pelagón (…)?” y algo después “¿Dónde está tu Farnuco, y el valiente Ariomardo?” y aún continúa un buen rato con las interrogaciones.
            ¿Será que este tópico, que creemos latino, y especialmente medieval, aparece por primera vez en la primera tragedia griega que se conserva?                      

martes, 2 de junio de 2015

Cosecha de greguerías del 2015

Tampoco ha sido muy rica la cosecha de greguerías de este año, pero no quiero dejar de citar algunas que  responden perfectamente a las características del género inventado por Ramón Gómez de la Serna. Aquí van:

El sacapuntas resucita al lápiz. (Nuria Alegre, 4º A)

La pizarra es el tablón de anuncios del saber.( Javier Reig, 4º A)

Un ocho es un cero que lleva cinturón. (Ander Bodegas, 4º A)

Y las dos últimas de Jacobo Chistensen, 4º B:

El reloj llega siempre puntual a todas las horas del día.

En una habitación, la lámpara es Dios.

martes, 19 de mayo de 2015

Concurso de fotografía del viaje a Almagro

Tras deliberar los organizadores (Ángela y Carlos) hemos decidido dar el primer premio a Katerina Okorochkova, de 1º Bchto A; el segundo premio es para Marina Sorribes, 1º Bchto B. Abajo colgamos las fotos ganadoras, así como otras dignas de mención (de Hussein Mroue y Pia Schlosneck).

(Las fotos aparecen por el mismo orden en que las hemos ido nombrando.)





jueves, 14 de mayo de 2015

Fallo del Concurso Literario

Fallo del XXIX Concurso Literario. Dpto. de Castellano I.E.S. Ramón Llull.


Reunidos los miembros del Dpto. de Castellano el jueves 14 de mayo de 2015, tras la lectura en común de las redacciones seleccionadas y la deliberación consiguiente, hemos decidido declarar premiados los siguientes trabajos (debido a la alta calidad de los finalistas hemos propuesto también un par de menciones, que recibirán como premio un lote de libros):


Categoría A (1º, 2º y 3º ESO):


1º Premio: Maite Mellino, 1º ESO A (e-book)

2º Premio: Alejandro Gutiérrez, 3º ESO B (30 €)

Mención Honorífica: Santiago Sedeño, 3º ESO A (lote de libros)




Categoría B (4º ESO, 1º y 2º Bchto)


1º Premio: Helena Bailach, 4º ESOA (e-book)

2º Premio: Elena Paredes, 2 Bchto B (30 €)

Mención Honorífica: Víctor Bermejo, 2 Bchto A (lote de libros)


Los premios se entregarán en el acto de entrega de orlas que tendrá lugar el 5 de junio de 2015. Los trabajos premiados serán publicados en la Revista Digital del Centro.



Jefe de Dpto. de Castellano

Carlos Campa Marcé




viernes, 1 de mayo de 2015

Celebrando el día de libro con Kafka (discúlpese el retraso)

Si el libro que leemos no nos despierta como un puñetazo en el cráneo, entonces ¿para qué leemos el libro? (...) Lo que necesitamos son libros que hagan en nosotros el efecto de una desgracia, que nos duelan profundamente como la muerte de una persona a quien hubiésemos amado más que a nosotros mismos, como si fuésemos arrojados a los bosques, lejos de los hombres, como un suicidio, un libro tiene que ser el hacha para el mar helado que llevamos dentro.
(Kafka, tomado de una carta a un amigo, 1904)


domingo, 26 de abril de 2015

Un hito pedagógico en la historia de España: el Crucero Universitario por el Mediterráneo (1933)

Ahora que preparamos un breve viaje a Almagro, para contemplar lugares de la ruta cervantina y asistir a una función de teatro barroco en el corral de comedias, bueno será recordar otro viaje, de nuestro pasado, que constituyó un hito pedagógico en la historia de nuestro país y una inolvidable experiencia para todos los que formaron parte de él: me refiero al Crucero Universitario por el Mediterráneo, que tuvo lugar en el verano de 1933 y que, organizado por Manuel García Morente, insigne filósofo y a la sazón decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, contó con los auspicios del Ministerio de Instrucción Pública republicano y su titular Fernando de los Ríos, y de la colaboración de notables figuras de la vida intelectual de la época, como José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón (cuyos hijos participaron en el evento).
            Se trataba de organizar un viaje de fin de carrera, en el que durante mes y medio se visitaran numerosos lugares del Mediterráneo, conocidos por su notable importancia en la historia de Occidente (su arte, filosofía, arquitectura, etc.), y que permitieran a los estudiantes contemplar in situ muchas de las cosas que había aprendido, teóricamente y en los libros, durante su estancia en la Universidad. Partiendo de Barcelona en el barco Ciudad de Cádiz, visitarían sitios como Cartago en Túnez, la isla de Malta, Egipto, con Alejandría, El Cairo y sus pirámides, Tierra Santa (¡Jerusalén!), Creta (para visitar la patria del Greco), Roda, Estambul, Grecia (Atenas y la Acrópolis, pero también Micenas, Nauplia y Delfos), Sicilia (con Siracusa y Palermo), desde allí a Nápoles y Pompeya, para volver hasta Valencia pasando por Palma de Mallorca. ¡Asombroso periplo!
            Pero eso no es todo, los estudiantes viajaban acompañados por un grupo de profesores, entre los que se encontraban importantes figuras de la cultura de la época. No sólo Morente, el organizador y alma del proyecto, sino Elías Tormo, el titular de la primera cátedra de Historia de Arte que hubo en España, y su colega Manuel Gómez-Moreno, los filólogos Joaquín de Entrambasguas y Ángel González Palencia, los historiadores Ballesteros Beretta y Ballesteros Gaibrois (padre e hijo), el arqueólogo Lluis Pericot, el filósofo Juan Zaragüeta, entre otros. También jovencísimos profesores que luego tendrían trayectorias de enorme prestigio, como el filólogo Guillermo Díaz-Plaja y el historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari. Durante la singladura daban conferencias sobre los sitios que se iban a visitar o temas de interés general, y luego en los lugares actuaban como guías en las visitas que efectuaban. A la vuelta, desde Nápoles, pudieron gozar de la presencia en el barco de Ramón del Valle-Inclán, todo un clásico vivo de la literatura española para esas fechas.
            Con ser todo esto impresionante, hay otra cosa aún más llamativa, y es la cantidad de futuras figuras de la cultura española que se encontraban en ese momento entre los estudiantes. Aparte de nombres destacados por su apellido, como los anteriormente referidos hijos de Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, o el de Menéndez Pidal, o la hermana de García Lorca, o la hija del ministro de Instrucción Pública, no puedo dejar de citar a los filósofos Julián Marías, Manuel Granell o Antonio Rodríguez Huéscar, a los historiadores Luis Díez del Corral o Jaume Vicens Vives (al que conocemos, entre otras cosas por le editorial que creó), al arquitecto Fernando Chueca Goitia, al helenista Antonio Tovar, o al poeta catalán Salvador Espriu, todos ellos eminentes personalidades de la cultura española de postguerra.

            Verdaderamente un hito pedagógico y un momento glorioso de la historia de cultural de nuestro país, al que las bombas de la inminente guerra incivil pondrían término de manera horrenda.

jueves, 23 de abril de 2015

Algunas imágenes del montaje de LAS TROYANAS

Primero pongo una foto del museo de Sagunto con vestuarios de Andrómaca (rojo), Hécuba (negro) y Polixena (blanco) y luego un par de momentos de la obra:


sábado, 18 de abril de 2015

Caupolicán, de Rubén Darío (Comentario de texto: Lázaro Carreter)

En aquellos magníficos libros de texto de Lengua española, que publicaba Anaya (azules y de formato cuadrado), con los que empecé a trabajar a principios de los 80 (desde entonces todos los otros manuales que he ido manejando han sido progresivamente peores: ¡vaya un progreso!) y que firmaban Fernando Lázaro Carreter y Vicente Tusón, se notaba bastante claramente la prodigiosa mano del maestro de maestros. En el de 1º de BUP venían unos comentarios de texto, excelentes, en los que se seguía la metodología de comentario que Lázaro Carreter, junto con Evaristo Correa Calderón, habían introducido en nuestro país con otro célebre manual, Cómo se comenta un texto literario (también el primero, y el mejor, de los que al comentario de textos se han dedicado). Pues bien, traigo hoy a este blog un magnífico comentario de un poema de Rubén Darío que recientemente hemos aprendido en clase de memoria. El texto lo he conseguido localizar en el ciberespacio, pero sin nombre de autor o apócrifamente utilizado. Aquí lo restituyo a sus creadores. Es de bien nacidos ser agradecidos.

Introducción.
            Como es bien sabido, el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) no es sólo una de las figuras máximas de las letras hispanoamericanas, sino también uno de los grandes renovadores de la poesía española contemporánea. Gran conocedor, ante todo, de poetas franceses, aunque también de clásicos y españoles, hace triunfar en todo el ámbito de la literatura en lengua castellana el Modernismo, movimiento que reacciona contra el prosaísmo dominante en la poesía anterior y que se propone un profundo enriquecimiento de la lengua poética (ritmos, efectos sensoriales, vocabulario, etc.).
            En los principales libros de Rubén (Azul, 1888; Prosas profanas, 1896; Cantos de vida y esperanza, 1905), alternan las evocaciones exóticas, los sentimientos íntimos, los temas españoles e hispanoamericanos. Junto a esta variedad temática, aparece siempre -como nota común- una gran brillantez estilística.
            El soneto Caupolicán (del libro Azul) es una buena muestra de los temas americanos. El asunto tiene viejas raíces: Alonso de Ercilla (1533-1594) contaba al principio de La Araucana -epopeya de la conquista de Chile- aquella famosa prueba con que los indios araucanos eligieron a su caudillo, y que consistía en ver quién era capaz de llevar durante más tiempo un pesado tronco sobre sus hombros. Caupolicán salió vencedor y fue proclamado Toqui (jefe de estado en tiempos de guerra).
            He aquí el poema de Rubén Darío:
Texto.
Es algo formidable que vio la vieja raza;
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules o el brazo de Sansón.

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región;
lancero de los bosques, Nemrod (1) que todo caza,
desjarretar (2) un toro o estrangular un león.

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán.

"¡El Toqui, el Toqui! ", clama la conmovida casta.
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo "Basta",
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.

1 Nemrod: Legendario rey de Babilonia. La Biblia lo llama "poderoso cazador ante Dios".
2 desjarretar: cortar las patas o -aquí- derribar.

Contenido y estructura.
            Del episodio narrado ampliamente por Ercilla en su poema épico, Rubén Darío, con intención épico-lírica, retiene los rasgos que le parecen esenciales: la colosal fortaleza del héroe indio y lo grandioso de su hazaña. Así pues, el soneto es, ante todo, una descripción física (o prosopografía) de Caupolicán, seguida de un relato condensado de su proeza.
            Esos dos aspectos del contenido se corresponden con las dos partes que suele presentar todo soneto: en las dos primeras estrofas se recoge la descripción del héroe; en las dos últimas, se cuenta su hazaña.

miércoles, 15 de abril de 2015

Sobre la contemplación artística: Romano Guardini.



Lo que aquí se requiere al captar la obra de arte no es sólo ver u oír, como ante los demás objetos que nos rodean; ni aun un disfrute y satisfacción, como ante alguna cosa placentera. La obra de arte, más bien, abre un espacio en que el hombre puede entrar, respirar, moverse y tratar con las cosas y personas que se han hecho patentes. Pero para eso tiene que esforzarse; y aquí, en un momento determinado, se hace evidente ese deber para con los hombres que hoy es tan apremiante como apenas ningún otro: el de la contemplación. Nos hemos vuelto activistas, y estamos orgullosos de ello; en realidad hemos dejado de saber callar, y concentrarnos, y observar, asumiendo en nosotros lo esencial. Por eso, a pesar de tanto hablar de arte, son tan pocos los que tienen una relación auténtica con él. La mayor parte, ciertamente, sienten algo bello, y a menudo conocen estilos y técnicas, y a veces buscan también algo interesante por su materia o incitante a los sentidos. Pero la auténtica conducta ante la obra de arte no tiene nada que ver con eso. Consiste en callar, en concentrarse, en penetrar, mirando con sensibilidad alerta y alma abierta, acechando, conviviendo. Entonces se abre el mundo de la obra.


(La esencia de la obra de arte)

miércoles, 25 de marzo de 2015

La metáfora inoportuna

En la novela Sin destino, de Imre Kertész, donde el escritor húngaro fabula sus vivencias adolescentes en varios campos de concentración, nos encontramos con el siguiente pasaje. El joven ha vuelto a su ciudad, tras la liberación de los campos, y se encuentra con un periodista que le pide colabore con él en una serie de artículos sobre su experiencia:

Le pregunté: "¿Contar qué? "El infierno de los campos" me respondió. Yo le indiqué que sobre eso no podría contarle nada pues no conocía el infierno ni podía imaginarlo. "Claro, pero no es más que una metáfora. ¿No es cierto? ¿Acaso no puede compararse un campo de concentración con el infierno?" Mientras dibujaba círculos en la arena con los tacones de mis zapatos, le dije que uno podía comparar cualquier cosa con lo que quisiera pero que para mí un campo de concentración seguía siendo un campo de concentración, y que había conocido algunos, pero que no había conocido el infierno.

martes, 10 de marzo de 2015

Un poema de Javier García Gibert sobre la difícil transmisión de los saberes (en nuestro tiempo)

A los viejos profesores de materias humanísticas en la Enseñanza Media.

Cómo vender a las almas blandas el hueso del sentido
cuando con medios vastos, refinados, infinitos,
la época hoza y se reboza en su embolismo ciego.
Y cómo proponer a quien no los lleve dentro
(y día tras día los elegidos menguan)
el regalo de la angustia conquistada,
la belleza que asesina sin piedad,
la pregunta necesaria y sin respuesta.
Todo es pedregosa tierra para esta semilla.
Y ni con amor el saber llega.

sábado, 28 de febrero de 2015

En la muerte de Rosa Novell

Hablaba hace poco con Joan Carles Simó de teatro y de la importancia de los montajes que marcan época. Recordamos el celebérrimo de Antaviana, por el grupo Dagoll Dagoom, en el Valencia Cinema.
Hoy leo en la prensa la noticia de la muerte de Rosa Novell y recuerdo que en 1984 pude presenciar uno de esos montajes que se te quedan grabados en la memoria de por vida. Fue en el María Guerrero de Madrid, Oh, els bons dies, de Samuel Beckett, dirigido por Sanchis Sinisterra. Ha llovido desde entonces, pero el extraordinario papel de Winnie que realizó Rosa Novell perdura en la memoria. Sabemos que el personaje está enterrado de medio cuerpo durante el primer acto, y que solo asoma la cabeza en el segundo acto, mientras entre la podredumbre canta su canción de los días felices. Cuando, al final de la obra, salió de su encierro la actriz para recibir los aplausos se movía con considerable torpeza, fruto de la incómoda postura a que había sometido su cuerpo (¿qué es el cuerpo de un actor?, pregunta que me hago desde hace tiempo y no me abandona), pero el brillo de sus ojos seguía siendo el mismo que el de Winnie, ese que no se apaga en la memoria. 

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viernes, 20 de febrero de 2015

Sintaxis: oración compuesta: "La oración de Carrefour"

Traigo hoy para analizar una oración compuesta casi legendaria con la que se han enfrentado mis alumnos a lo largo de lustros (con decir que empezó siendo "la oración de Continente” está todo dicho). Hela aquí:

El vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito que el vestido azul que está en la boutique, pero no me lo compraré, porque me parece muy caro.

Lo primero que hacemos es destacar en negrita los verbos y subrayar los nexos:

El vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito que el vestido azul que está en la boutique, pero no me lo compraré, porque me parece muy caro.

Nos damos cuenta de que el nexo adversativo pero es el que estructura las dos grandes partes de la oración. Así dividiremos esta en dos proposiciones coordinadas adversativas: El vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito que el vestido azul que está en la boutique, es la primera, y pero no me lo compraré, porque me parece muy caro, la segunda.

Comenzamos a analizar la primera. Tenemos una proposición principal: El vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito, y una proposición subordinada adverbial comparativa (relación de superioridad entre el elemento de la principal y el de la subordinada): que el vestido azul que está en la boutique (es bonito). Le añadimos a la subordinada la cópula y el atributo (es bonito) porque son los mismos de la principal.
Si analizamos la principal veremos que en el sujeto (El vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour) incluye una proposición subordinada adjetiva: que vimos la semana pasada en Carrefour. El núcleo del sujeto es vestido, con su determinante (el) y su complemento del nombre (rojo). La subordinada adjetiva, que complementa al núcleo como otro complemento del nombre, se descompondría así: sujeto elíptico (nosotros), predicado (que vimos la semana pasada en Carrefour). El núcleo del predicado será vimos, con el pronombre relativo que como complemento directo y dos complementos circunstanciales: uno de tiempo (la semana pasada = determinante + núcleo + complemento del nombre) y otro de lugar (en Carrefour = enlace + término). El predicado de la principal es nominal, con una cópula (es) + atributo (más bonito = cuantificador + núcleo).

Tras el nexo que, la subordinada comparativa, cuyo sujeto es el vestido azul que está en la boutique, y su predicado nominal-traído por nosotros del contexto- es bonito (cópula + atributo). El sujeto tiene como núcleo vestido, su determinante el, y su complemento del nombre azul, y también una proposición subordinada adjetiva (que está en la boutique), cuyo sujeto es el pronombre relativo que, y su predicado verbal: está en la boutique. Pues estar en este caso no funciona como copulativo. Así que el núcleo del predicado sería está, acompañado por un complemento circunstancial de lugar: en la boutique (en enlace, la boutique término; y luego la determinante, boutique núcleo).

Ya solo nos falta la segunda proposición coordinada: no me lo compraré, porque me parece muy caro. Tiene una proposición principal: no me lo compraré, y una proposición subordinada adverbial causal, tras el nexo causal porque: me parece muy caro. El sujeto elíptico de la principal es yo y el predicado no me lo compraré. El núcleo del predicado es el verbo compraré, al que acompañan un complemento de negación (no), un complemento directo (lo) y un complemento de interés (me). La subordinada causal tiene como sujeto elíptico (el vestido), y como predicado nominal: me parece muy caro. La cópula es parece, el atributo muy caro, y tenemos además un complemento indirecto me. El atributo tiene un cuantificador (muy) y un núcleo (caro).


Resumiendo: nos encontramos con una oración compuesta formada por dos proposiciones coordinadas adversativas; la primera coordinada tiene una principal (que incluye en su sujeto una proposición subordinada adjetiva), y una proposición subordinada adverbial comparativa (que incluye en su sujeto otra proposición subordinada adjetiva). La segunda proposición coordinada posee una proposición principal y una proposición subordinada adverbial causal.


La modalidad oracional es enunciativa.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Historia de una cama: Flaubert

De una carta a su amante Louise Colet, del 21-22 de agosto de 1846, entresaco los siguientes pasajes:

¿Has pensado en los que irán ahora a dormir a nuestra cama? ¡Qué poco sospecharán lo que ha visto! ¡Sería bonito escribir la historia de una cama! Así, en cada objeto vulgar hay maravillosas historias. Cada adoquín de la calle tiene quizá su lado sublime.
 *
¡Ah! No vuelvas a acusarme de ver siempre sólo las miserias de la vida… ¿Por qué hay que pagar una hora de embriaguez con un mes de hastío?
 *
Hoy no he hecho nada. Ni una línea escrita o leída.
 *

Eres de una sola pieza, como un himno hermoso de amor y de poesía. Yo soy un arabesco de marquetería; hay trozos de marfil, de oro y de hierro; los hay de cartón pintado; los hay de diamante; los hay de hoja de lata.

¡Qué precisión verbal en su imaginación! Flaubert era escritor las 24 horas del día.

lunes, 9 de febrero de 2015

Tangencias inauditas: Shelley y Paco de Lucía, sobre el compromiso artístico.



Corrían los años de la transición política española, cuando la palabra compromiso (derivada del engagement sartreano) era un talismán en boca de antifranquistas de vario pelaje, y un periodista que entrevistaba a Paco de Lucía le preguntó por el compromiso en su arte (o dicho con otras palabras, por su tendencia política). Lucía le contestó que el compromiso en su arte consistía en contribuir a acrecentar la sensibilidad del público. Me pareció la respuesta más apropiada en boca de un artista. Estos días, leyendo Defensa de la poesía, de Shelley, me encuentro con el siguiente pasaje, que constituye una muy lúcida reflexión al respecto y que cito por extenso:

“El gran secreto de la moral es el amor: o sea una expansión de nuestra naturaleza, y una identificación de nosotros mismos con lo bello que existe en el pensamiento, en la acción, en las personas, fuera de nosotros. Un hombre, para ser altamente bueno, ha de imaginar intensa y comprensivamente; ha de ponerse en el lugar del otro y de muchos otros; las penas y los goces de sus semejantes han de ser suyos. El gran instrumento de la buena moral es la imaginación; y la poesía contribuye a este efecto, obrando sobre la causa. La poesía ensancha la circunferencia de la imaginación hinchándola de pensamientos de deleite siempre nuevos que tienen poder de atraer y asimilar a su propia naturaleza todo otro pensamiento, y que forman nuevos intervalos e intersticios, huecos que siempre claman por alimento nuevo. La Poesía fortalece la facultad que es órgano de la naturaleza moral del hombre, de la misma manera que el ejercicio fortalece un miembro. El poeta, por consiguiente, hará muy mal si encarna su propio concepto de lo justo y lo injusto, que suele ser el de su país y su época, en sus creaciones poéticas, que no tienen nada que ver con ellos. Por este apropiamiento del oficio inferior, que consiste en interpretar el efecto, oficio que, después de todo, acaso no pueda realizar sino imperfectamente, renunciará a una gloria en la participación de la causa. No hubo peligro de que Homero o cualquier otro de los poetas eternos se desconociesen de este modo hasta el punto de abdicar el trono de su más amplio dominio. Aquellos en quienes la facultad poética, aunque grande es menos intensa, tales como Eurípides, Lucano, Tasso, Spencer, ha aspirado frecuentemente a un fin moral, y el efecto de su propia poesía queda disminuido en proporción exacta con el grado en que nos obligan a atender a este su propósito.”


(Shelley: Defensa de la poesía, trad. José Vicente Selma. Fuentearnera, 1980, p. 27-28)

lunes, 2 de febrero de 2015

La antorcha del teatro: RINOCERONTE, de Ionesco, dirigido por Ernesto Caballero.

Es esencial que en un país haya, cada generación, unos cuantos hombres de teatro (pienso sobre todo en directores) que sostengan encendida esa antorcha que surgió en Atenas y que pasen el testigo a las siguientes generaciones. Recuerdo, en los años en que me inicié como espectador de teatro (años 80 y 90), lo que significaron nombres como Adolfo Marsillach, José Luis Gómez, Miguel Narros, José Sanchis Sinisterra, Lluis Pascual… Uno siempre podía contar con que casi cada temporada se podría encontrar con verdaderos aciertos escénicos dirigidos por ellos. Pues una obra dramática es como una partitura, donde resulta esencial la labor del director teatral, de la misma manera que lo es en el campo de la música sinfónica o la ópera (una misma obra, dirigida por Claudio Abbado, Carlo Maria Giulini o Zubin Mehta, por citar solo tres nombres, alcanza normalmente otra dimensión).
En estos últimos años los montajes que más me han gustado estaban dirigidos por Josep Maria Flotats (una leyenda del teatro) o, muy especialmente, Eduardo Vasco (su sorprendente puesta en escena del Viaje del Parnaso, de Cervantes, constituyó algo verdaderamente sensacional). Hoy me es grato hablar de un gran montaje de Ernesto Caballero (de quien había presenciado hace unos años una estupenda Comedia nueva o el Café, de Moratín hijo).
La obra a que quiero hacer referencia hoy es Rinoceronte, de Eugène Ionesco, que se representa estos días en el Centro Dramático Nacional. Cuando releía recientemente la obra de Ionesco pensaba en el prodigio que debería constituir la dirección escénica de tal pieza, con los continuos diálogos cruzados del primer acto o la amenazante presencia de los paquidermos. Y el montaje de Caballero, desde luego, no me ha defraudado. Resuelve muy bien el acto primero, haciendo representar a los actores en el patio de butacas y correr entre el público cuando se oye el ruido de los rinocerontes, actuando sobre la escena por delante del telón. Para el resto de la obra utiliza una estructura de escalera metálica de varios pisos, en cuya parte baja cambia los sencillos decorados de la oficina donde trabaja Berenger, la habitación de su amigo Juan, y la propia habitación de Berenger con que se cierra la obra. No acabamos de entender muy bien la función de esa estructura (por la que primero suben y bajan bomberos, y más tarde “rinocerontes”) hasta la escena final de la obra, que luego comentaré, y donde se nos impone claramente su pertinencia.
Ahora bien, la elección fundamental de Caballero, respecto al texto original, consiste en sustituir la ruidosa presencia de los rinocerontes y sus caras al fondo de la pared de la habitación de Berenger, por una amenaza más silenciosa y un dramatismo más acentuado. En vez del ruido enloquecedor de las bestias, Caballero coloca a unos silenciosos rinocerontes sentados en sendas galerías junto a las butacas de patio (como si fueran otros espectadores), creando una profunda sensación de amenaza latente y bastante siniestra. Y saca a Pepe Viyuela (un extraordinario Berenger, papel que creemos le viene al pelo) al patio de butacas para declarar sus dudas sobre si resistir o no (con el público escuchándole en vilo: ese milagro del teatro). En el momento final se vuelve a su habitación dispuesto a resistir hasta el final como último representante de la especie humana en un mundo invadido de rinocerontes. Entonces desde lo alto de la estructura metálica desciende un enorme rinoceronte que amenaza con aplastarle. Intentando detener esa estructura que le aplasta, la obra se cierra con Berenger alzando los brazos para repeler la mole y gritando “No me rindo” (el “Je ne capitule pas” de Ionesco). Un final verdaderamente impactante.
Podríamos hablar ahora de la dirección de actores y de la estupenda interpretación de estos, pero creo que con lo dicho basta para entender que nos encontramos ante uno de esos magníficos montajes que mantiene viva la antorcha del mejor teatro.

domingo, 11 de enero de 2015

¿Tuertos o entuertos?


Pequé algo de purista el año pasado cuando en mi post “¿Desfacer entuertos o enderezar tuertos?” afeé el uso de “desfacer entuertos” al tratar de imitar la fabla quijotesca, e incluso me atreví a calificar de error la utilización del sintagma por parte de conocidos estudiosos de la literatura española como Segundo Serrano Poncela o José María Micó.
 Recientemente consultando la Vida de don Quijote y Sancho, de Unamuno, me encontré con que el insigne vasco utilizaba con frecuencia el vocablo “entuerto”, aunque siempre en relación con el verbo “enderezar”, como Cervantes. Cuando ya estaba dispuesto a culparle de la difusión del uso, reparé en que otras veces en esa obra usa el clásico “enderezar tuertos”, si bien con menos frecuencia (quince “entuertos” contra seis “tuertos”).
La vacilación en el uso me llevó a consultar algunos diccionarios de referencia en nuestra lengua y me encontré con lo siguiente: en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, 1739, no aparece el vocablo “entuerto”, pero sí “tuerto”, que se define: “Usado como substantivo, vale agravio, sinrazón, ò injuria, que se le hace à alguno”, y se autoriza con un fragmento del Quijote y un romance de Quevedo referido al Quijote.
Ahora bien, ya en el Diccionario ideológico, 1942, de Julio Casares, en el Diccionario de uso del español, 1966-67, de María Moliner y en los actuales de la Real Academia aparece el término “entuerto” como sinónimo de “tuerto”, e incluso en los dos últimos se registra el sintagma “desfacedor de entuertos” como arcaísmo de uso familiar.
Para continuar un poco mi pesquisa me acerqué, por Internet, al Corpus diacrónico del español (CORDE), en la página web de la R.A.E e hice la siguiente comprobación: si bien el término “entuerto” aparece en algún raro documento medieval, durante los siglos de oro brilla por su ausencia. Pero ya en el siglo XIX se documentan usos en las Escenas matritenses, de Mesonero Romanos, en Emilio Castelar, en Pérez Galdós (La incógnita), y a principios del XX en La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta o en el mismísimo don Julio Casares, insigne lexicólogo, en un artículo recogido en su libro Cosas del lenguaje. No seré yo quien vaya a enmendarle la plana a tan reputados maestros de la lengua.

Por tanto, resumiendo: si queremos citar al Quijote con propiedad habría que decir “enderezar tuertos”, pero si decimos “desfacer entuertos” no estamos incurriendo en error alguno.