viernes, 31 de agosto de 2012

Un pasajillo de Erasmo

¿Qué no será capaz de aprender el hombre, cuando el elefante, si se le enseña, llega a ser funámbulo, y el oso saltarín, y el asno titiritero?

Erasmo de Rotterdam: De cómo los niños precozmente y desde su mismo nacimiento deben ser iniciados en la virtud y en las buenas letras de manera liberal. (1529)

jueves, 2 de agosto de 2012

La pregunta que nunca se debe hacer


Mientras visito en Santander la extraordinaria biblioteca que Marcelino Menéndez Pelayo fue atesorando a lo largo de su vida y que donó a su ciudad natal (con más de 28.000 ejemplares, entre los cuales manuscritos e incunables valiosísimos), escucho que dirige al guía un hombre que inicia la visita junto a su esposa (y que ya no es un mozalbete) la pregunta terrible, inevitable, a que estamos expuestos aquellos que poseemos una biblioteca considerable: “¿Y se los leyó todos?” Se trata de la pregunta que nunca se debería hacer. Una persona educada, que visita una biblioteca, debería saber que pueden ser muchos los motivos que llevan a reunir una colección de libros, aparte del deseo de lectura, que puede ser perfectamente satisfecho por las numerosas bibliotecas públicas existentes. Se me ocurren, así de pronto, sin mucha reflexión, los siguientes: la pasión por el libro como objeto, pero sobre todo como contenido (que distinguiría a los bibliófilos de los bibliómanos); el hábito –o pulsión- coleccionista; la comodidad de tener a mano los ejemplares que necesitemos, cuando uno se entrega al estudio y la investigación; el anhelo de emulación (y entonces se tiene especial curiosidad por las colecciones ajenas: sea para admirarlas o -como me dijo una vez un hispanista francés que lo primero que miraba cuando iba a casa de un colega eran sus estanterías- para “saber las armas con que cuenta el enemigo”); el ansia de documentación; el esnobismo; el puro gusto; el fetichismo… y probablemente mil razones más.
Por ello evitemos siempre la pregunta que no se debe hacer.

N.B. Leo este pasaje en un texto de Cabrera Infante y no puedo dejar de traerlo a este sitio:

Cuando la entrevistadora americana, todavía bella, me entrevistó fue para decir: "Uy, ¡cuántos libros!", y para preguntarme enseguida: "¿Los ha leído usted todos?" "Sí", le dije, "pero solamente una vez".

N.B. También Vargas Llosa, en un pasaje de El héroe discreto, en que don Rigoberto recibe la visita de las "hienas", los malvados hijos de un amigo suyo, y mientras los escucha se interroga cuál de los dos será más ignorante:

–Qué biblioteca la que te gastas, tío –exclamó Escobita, señalando los ordenados estantes del escritorio contiguo–. ¡Cuántos libros, pa su diablo! ¿Te los has leído todos ya? –Bueno, todos no, todavía –«Éste es el más bruto», decidió–. Algunos son sólo libros de consulta, como los diccionarios y enciclopedias de ese estante del rincón. Pero mi tesis es que hay más posibilidad de leer un libro si lo tienes en casa que si está en una librería. Los dos hermanos se quedaron mirándolo desconcertados, preguntándose sin duda si había dicho un chiste o hablaba en serio. (Vargas Llosa, p. 133)