lunes, 20 de octubre de 2025

Lo que puede dar de sí una palabra: un detalle de la traducción de LOS NOVIOS de Manzoni

 

En el capítulo XXVII de I promessi sposi, después de relatarnos las aficiones literarias de Don Ferrante, el esposo de Doña Prassede (los señores que acogen a Lucía tras la entrega por parte del Innominado, que la tenía cautiva), extendiéndose –no sin ironía- a propósito de sus lecturas en astrología, filosofía antigua, filosofía natural, historia política, magia y brujería, y ciencia caballeresca, nos encontramos con el siguiente pasaje:

 

Da questo passa poi alle lettere amene; ma noi cominciamo a dubitare se veramente il lettore abbia una gran voglia d’andar avanti con lui in questa rassegna, anzi a temere di non aver già buscato il titolo di copiator servile per noi, e quello di seccatore da dividersi con l’anonimo sullodato, per averlo bonariamente seguito fin qui, in cosa estranea al racconto principale, e nella quale probabilmente non s’è tanto disteso, che per isfoggiar dottrina, e far vedere che non era indietro del suo secolo.

 

Subrayo en negrita el fragmento sobre el que se basarán nuestras observaciones, especialmente sobre la palabra rassegna. De las muchas traducciones que al castellano existen de Los novios de Manzoni, elegimos tres, quizá las más conocidas: la de Juan Nicasio Gallego (de finales del XIX, 1880, cercana, por tanto, a la época de trabajo del italiano); la de Esther Benítez, en Alfaguara (1978), y la de Mª Nieves Muñiz para Cátedra (1985).

 

Gallego traduce como sigue:

 

De aquí pasa el anónimo tantas veces citado a las bellas letras; pero nosotros ya empezamos a dudar de si nuestros lectores tendrán mucha gana de proseguir con semejante reseña, antes, a decir verdad, vamos creyendo habernos granjeado el título de copista servil, y el de fastidioso a medias con el anónimo, por haberlo seguido hasta aquí en cosa tan ajena del asunto principal, y en la que probablemente se extendió tan sólo por hacer alarde de doctrina y manifestar que estaba al nivel de las luces de su siglo.        

 

Esther Benítez:

 

De esto pasa después a las bellas letras; pero nosotros comenzamos a dudar de si verdaderamente el lector tiene muchos deseos de seguir adelante con él en esta reseña, e incluso a temer que nos hemos ganado ya el título de copista servil, y el de importuno a medias con el anónimo antes nombrado, por haberlo seguido de buena fe hasta aquí, en cosa ajena al relato principal, y en la cual probablemente sólo se extendió tanto para alardear de doctrina, y mostrar que no estaba atrasado respecto a su siglo.

 

y Mª Nieves Muñiz:

 

De esto pasa luego a las letras amenas; pero nosotros empezamos a dudar de que el lector tanga grandes deseos de proseguir con él este escrutinio, más aún, a temer haber ganado ya el título de copista servil, en propiedad, y el de importuno, a medias con el susodicho anónimo, por haberlo seguido de buena fe hasta aquí,  en una cosa ajena al asunto principal, y en la cual probablemente se extendió tanto, sólo para hacer alarde de doctrina, y demostrar que no desmerecía de su siglo.

 

 Es verdad que en los Diccionarios de italiano-español encontraremos que rassegna se puede traducir por reseña, aunque también por revista, examen o relación. Lo que no encontraremos probablemente es escrutinio.

Y, sin embargo, lo que quiero defender con esta nota es que se trata de un enorme acierto de traslado interpretativo.

En efecto, conforme vamos leyendo el capítulo de Manzoni no deja de venirnos a la cabeza “el donoso y grande escrutinio” que el cura y el barbero llevan a cabo en la librería del inmortal manchego en el capítulo VI del Quijote. Por eso la traducción alusiva que hace Muñiz de la palabra, remitiendo a la más que probable fuente del italiano, no deja de parecernos un gran hallazgo, a cuyo lado las otras dos traducciones palidecen.

 Muchos influjos cervantinos es posible percibir en el capolavoro manzoniano. Citaré algunos que así me lo parecen: para empezar, la concepción totalizadora de la novela (que tanto elogiaba Vargas Llosa en el Quijote), desde luego el recurso al manuscrito encontrado de un autor anónimo y transcrito por el irónico (y a ratos juguetón) narrador que se hace cargo de ofrecérnoslo, la presencia de una novela intercalada (pues así muchos consideran a la historia de la monja de Monza) y, por supuesto, este escrutinio de libros de Don Ferrante de que estamos hablando.

 

Tan es así, que en otro momento de la novela, en el capítulo VII, en un diálogo que mantiene don Rodrigo (el malo de la película) con sus amigos compinches, uno de ellos, su primo el Conde Attilio, hablando de apuestas y una posible conversión de don Rodrigo, le hace decir al fraile supuesto generador del hecho:

 

En cierto lugar de este mundo, que por dignos respetos no nombro, vivía, carísimos oyentes, y vive todavía, un caballero depravado, más amigo de las hembras que de los hombres de bien, el cual, acostumbrado a hacer de toda hierba un fardo, había puesto sus ojos… (Cátedra, p. 190)

 

En el original no es tan explícito, pero la traductora, atendiendo al evidente influjo del manco de Lepanto en el romántico italiano, se permite traducirlo haciendo un homenaje al comienzo de nuestra inmortal novela.

 

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