martes, 28 de noviembre de 2023

La mirada del artista: Ingres y Zola

 

 

En La obra (1886), de Zola, la noche en que se conocen el pintor Claude Lantier y la joven Christine, en una situación en extremo delicada (perdida en París bajo un enorme aguacero), ella, sin otra posibilidad mejor en ese momento, acepta dormir en su casa. Lo que sucede castamente. Pero, al amanecer, él se queda deslumbrado con su belleza, que de noche no había podido percibir, y comienza a dibujarla. Cuando ella se despierta, se extraña de la situación, pero él la convence para que le deje concluir el apunte.

Nos encontramos con el siguiente pasaje: “Se había inclinado sobre el dibujo y no la miraba más que con la serena mirada del pintor, que descarta la imagen de la mujer para ver solamente a la modelo.” (Cap. 1, p. 18)

 

domingo, 19 de noviembre de 2023

Retratos de Goya: La familia de Carlos IV y Fernando VII.

 


 En un libro que no me está gustando especialmente y que, por tanto, leo a ratos muertos, encuentro este magnífico pasaje en que enjuicia unos retratos de Goya:

 

“Inmediatamente, en junio de 1800, cuando Goya pinta La familia de Carlos IV, su genio ha perdido ya hasta ese postrer sentimiento de compasión, para transmitir a la posteridad tal como realmente fue ese cruel testimonio de un fin de época, en el que María Luisa, cubierta de joyas, más impertinente y descocada que nunca, aparece casi indecentemente plantada en medio de la corte que ella había corrompido. Junto a la reina, que abraza y toma de la mano precisamente a María Isabel y Francisco de Paula, los dos hijos que le atribuían a Godoy, Carlos IV es ya sólo un personaje facticio, un rey de guardarropía cubierto del rutilante oropel de las pomposas condecoraciones. Los rostros casi de subnormales de los hermanos de Carlos III que allí aparecen y su colocación un poco vergonzante, completan la penosa visión.

 

jueves, 9 de noviembre de 2023

Papeles póstumos de un profesor de COU: El sueño de Elvira, LA COLMENA, Camilo José Cela. Comentario de texto

 

Un cariñoso wasap recibido días atrás en que antiguos alumnos (Carles e Isabel) guardaban en su memoria grato recuerdo de los comentarios de textos que hacíamos en las clases de Literatura hace más de veinte años (y especialmente este de Elvirita y su gato) me ha llevado a desempolvar los papeles en que lo conservaba y teclearlo para el blog. Mi comentario se basaba en gran medida en “Vida y sueño de Elvira en La colmena”, de Vicente Cabrera, que se recogía en un libro de SGEL sobre Novela española contemporánea, pero creo recordar que yo añadía algunas consideraciones personales (el análisis del papel de los enanos fundamentalmente). Utilizábamos en clase la edición de Darío Villanueva en Noguer, que restablecía palabras que la censura había cambiado en otras ediciones (y que todavía se encuentran tal que así en el ciberespacio: por eso pongo entre corchetes los términos de la versión censurada, pero transcribo los originales que editaba Villanueva). Otra cosa, al ser un libro de 5 capítulos y un Final, pero lleno de multitud de fragmentos en cada capítulo, dedicábamos un día en clase a numerar dichos fragmentos (pues algunos alumnos manejaban ediciones diferentes), para así saber todos de qué estábamos hablando cuando hacíamos una referencia. Así el fragmento que vamos a analizar es el número 17 del capítulo 4. Las referencias que haga a número de páginas pertenecen a la edición de Noguer antes citada (1986)

 

         El sueño de Elvira (La colmena, IV, 17)

 

         La señorita Elvira de vueltas en la cama, está desasosegada, impaciente, y una pesadilla se le va mientras otra le llega. La alcoba de la señorita Elvira huele a ropa usada y a mujer: las mujeres no huelen a perfume, huelen a pescado rancio. La señorita Elvira tiene jadeante y como entrecortado el respirar, y su sueño violento, desapacible, su sueño de cabeza caliente y panza fría, hace crujir, quejumbroso, el vetusto colchón.

martes, 7 de noviembre de 2023

Errores de bulto en traducción: Eloy Terrón traduce a Gabriel Tarde.

 


Leyendo los sugestivos ensayos sociológicos de Tarde sobre La opinión y la multitud, que publicó Taurus, en 1986, y cuya “versión castellana” corresponde a Eloy Terrón, nos encontramos, para empezar, con una prosa seca, pesada, poco jugosa, pero además con tantos errores de traducción (y errores de bulto) que, sin duda, se podría poner como ejemplo de lo que NO debe ser una traducción. La tendencia mía a leer, si es posible, con el texto original cerca, para contrastar las dudas que me puedan aparecer en la lectura, me ha permitido, en este caso, registrar un buen número de verdaderos gazapos, errores de bulto, que en una edición mínimamente presentable (y Taurus era una muy buena editorial) no deberían figurar. No he hecho una búsqueda minuciosa, sino que pongo y comento los ejemplos que me chocaron vivamente y, por eso, confronté. Proceden del ensayo sobre “La opinión y la conversación”.

 

1- “Lo lamentable es que no ha sido solamente contra la opinión, hecho ya bastante grave, sino también contra la razón, contra la razón judicial, la razón científica, la razón legislativa o política, de acuerdo con la ocasión, contra quienes la opinión contemporánea se ha hecho todopoderosa.” (p. 82)

 

No tiene mucho sentido que la opinión (noción clave en el ensayo y que, por eso, Tarde tiende a escribir con mayúscula) se levante contra la opinión, y al consultar el original vemos que es contra la tradición, y luego contra la razón (opinión, tradición y razón son las nociones nucleares del ensayo), contra lo que se levanta.

 

Le malheur est que ce n'est pas seulement contre la tradition, chose déjà bien grave, mais aussi contre la raison, raison judiciaire, raison scientifique, raison législative ou politique à l'occasion, que l'Opinion contemporaine est devenue toute-puissante.

 

 

martes, 24 de octubre de 2023

HEINRICH HEINE, EL SATÍRICO

 


Donde uno menos se lo espera, salta la liebre. ¿Quién me iba a decir a mí que me encontraría un magnífico ejemplo del carácter satírico de Heine en un libro sobre Edith Stein? Conocía el carácter desgarrado de algunos de sus poemas, o el inmensamente lírico de aquel que trata sobre las nostalgias del pino y la palmera, y tal vez me había topado en algún momento con motivos satíricos, pero nunca me había encontrado con una manifestación tan palpable de ese carácter que le alejó de sus compatriotas y alimentó la mutua incomprensión de que habla Adorno en “La herida Heine”. Pues bien, es en un libro dedicado a ese ser maravilloso que fue Edith Stein, judía de nacimiento, discípula de Husserl (refiriéndose a cuya capacidad intelectual solía decir: “La primera de todas es Edith Stein, después nadie, y luego, los demás”), posteriormente, tras la lectura de Teresa de Jesús, convertida al catolicismo, y que terminó sus días gaseada por los nazis en Auschwitz siendo ya hermana carmelita descalza bajo el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz; es en un libro, decía, dedicado a Edith Stein, donde me encuentro el siguiente pasaje, a propósito de la ciudad de Gotinga, donde la joven Edith estudió con Husserl, y casi un siglo antes había estudiado también Heine:

 

“La ciudad de Gotinga, célebre por sus salchichones y su universidad, pertenece al rey de Hanovre, y contiene varias iglesias, un observatorio, una prisión, una buena biblioteca y una taberna municipal, que tiene una cerveza también muy buena… La ciudad en sí es muy bella y nunca gusta tanto como cuando se la pierde de vista. Debe existir desde hace mucho tiempo, pues cuando yo fui matriculado y muy pronto expulsado, hace de eso más de cinco años, tenía el mismo aspecto grave y canoso, y ya estaba bien abastecida de bedeles, de perros de aguas, de disertaciones, de salones de té, de lavanderas, de pichones asados, de consejeros áulicos, de consejeros de legación y de relegación, y de otros farsantes. Hay gente que pretende que la ciudad ha sido construida en la época de los movimientos migratorios de los pueblos, y cada tribu alemana ha dejado allí un ejemplar puro de sus miembros, siendo de aquí de donde descienden los vándalos, frisones, suevos, turingios, etc., etc. En general los habitantes de Gotinga pueden ser divididos en estudiantes profesores, filisteos y ganado, cuatro clases entre las que la línea de demarcación no es muy pronunciada. Citar aquí el nombre de todos los estudiantes y profesores ordinarios y extraordinarios sería demasiado largo; además, no recuerdo ahora el nombre de todos los estudiantes, y entre los profesores hay muchos que no tienen nombre todavía. La cantidad de filisteos de Gotinga debe ser infinita, como la arena, o, por mejor decir, como el lodo, a orillas del mar. En verdad, cuando les veía por las mañanas con sus sucias caras y su limpia memoria para cobrar, plantados ante la puerta del senado académico, apenas si podía creer cómo Dios había podido crear tantos canallas junto.”

 

 

(E. de Miribel: Edith Stein, Taurus, 1956, pág. 45, fragmento de Harzreise, de H. Heine, 1824)

domingo, 10 de septiembre de 2023

Ryszard Kapuscinski pelea con una cobra

 

Si tuviera que recomendar un libro así, sin preparación, de forma inopinada, para un lector general, tengo claro que elegiría Ébano, de Ryszard Kapuscinski. El Quijote, obviamente, sería la primera obra que me vendría a la cabeza. Pero el Quijote no se puede recomendar de manera indiscriminada. Su posible lector ha de no amedrentarse ante el castellano del siglo de Oro, tener unas nociones históricas, pero sobre todo literarias (de géneros, estilos, retórica…) más que medianas para poder disfrutar con garantías de nuestro gran clásico. Pero en el caso de la obra del reportero polaco creo que con saber donde están situados, en el mapamundi, tanto el país llamado Polonia, como el continente africano, bastaría. Transcribo hoy un pasaje muy impresionante de su libro en la soberbia traducción de Agata Orzeszek:

 

Viajando en Land Rover con un compañero, Leo, por las llanuras del Serengeti, un tanto extraviados y desfallecientes por el cansancio y el calor, se encuentran unas cabañas abandonadas y deciden descansar en ellas:

 

No sé cómo, acabé tumbado en un camastro. Apenas me sentía vivo. El sol zumbaba en mi cabeza. Encendí un cigarrillo para vencer el sueño. No me gustó su sabor. Quería apagarlo y cuando mecánicamente seguí con mi mano la vista de mi mano dirigiéndose hacia el suelo, vi que estaba a punto de apagarlo en la cabeza de una serpiente que se había aposentado debajo del camastro.

 

jueves, 31 de agosto de 2023

Poesía y geografía: Niebla en la Sía, de Gerardo Diego.

 

A la vuelta de un viaje por Cantabria lo primero que me viene a la cabeza es este poema de Gerardo Diego con el que me encontré en lo alto del portillo de la Sía, que une los Collados de Asón con Espinosa de los Monteros en el norte de Burgos. Lo transcribo, añadiendo los correspondientes acentos que excluyó la piedra, y lo ilustro con dos fotografías: una, del monumento al poema y poeta; y otra, de la vista desde lo alto hacia el valle de Soba.


Niebla, niebla en la Sía.

La clara nitidez del valle idílico,

Los oscuros, concretos cajigales

De Quintana y La Gándara,

Quedan abajo inmersos como en sueño.

El corazón se ensancha según sube

La ruta pedregosa. Este camino,

Cuando sólo era senda de pastores

Y guía de herraduras,

Fue hollado por la planta infatigable

De mi padre zagal y ahora no veo

A un lado y otro,

Detrás, delante, sino las vedijas

De la madrastra, de la borradora

Que disuelve la luz y niega el cielo.

 

Gerardo Diego