Hablaba hace poco con Joan Carles Simó de teatro y de la importancia de los montajes que marcan época. Recordamos el celebérrimo de Antaviana, por el grupo Dagoll Dagoom, en el Valencia Cinema.
Hoy leo en la prensa la noticia de la muerte de Rosa Novell y recuerdo que en 1984 pude presenciar uno de esos montajes que se te quedan grabados en la memoria de por vida. Fue en el María Guerrero de Madrid, Oh, els bons dies, de Samuel Beckett, dirigido por Sanchis Sinisterra. Ha llovido desde entonces, pero el extraordinario papel de Winnie que realizó Rosa Novell perdura en la memoria. Sabemos que el personaje está enterrado de medio cuerpo durante el primer acto, y que solo asoma la cabeza en el segundo acto, mientras entre la podredumbre canta su canción de los días felices. Cuando, al final de la obra, salió de su encierro la actriz para recibir los aplausos se movía con considerable torpeza, fruto de la incómoda postura a que había sometido su cuerpo (¿qué es el cuerpo de un actor?, pregunta que me hago desde hace tiempo y no me abandona), pero el brillo de sus ojos seguía siendo el mismo que el de Winnie, ese que no se apaga en la memoria.
sábado, 28 de febrero de 2015
viernes, 20 de febrero de 2015
Sintaxis: oración compuesta: "La oración de Carrefour"
Traigo
hoy para analizar una oración compuesta casi legendaria con la que
se han enfrentado mis alumnos a lo largo de lustros (con decir que
empezó siendo "la oración de Continente” está todo dicho). Hela
aquí:
El
vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito
que el vestido azul que está en la boutique, pero no me lo compraré,
porque me parece muy caro.
Lo
primero que hacemos es destacar en negrita los verbos y subrayar los
nexos:
El
vestido rojo que
vimos
la semana pasada en Carrefour es
más bonito que
el vestido azul que
está
en la boutique, pero
no me lo compraré,
porque
me parece
muy caro.
Nos
damos cuenta de que el nexo adversativo pero
es el que estructura las dos grandes partes de la oración. Así
dividiremos esta en dos proposiciones coordinadas adversativas:
El
vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito
que el vestido azul que está en la boutique, es
la primera, y pero
no me lo compraré, porque me parece muy caro,
la
segunda.
Comenzamos
a analizar la primera. Tenemos una proposición
principal:
El
vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour es más bonito,
y
una proposición
subordinada adverbial comparativa
(relación de superioridad entre el elemento de la principal y el de
la subordinada): que
el vestido azul que está en la boutique (es
bonito). Le
añadimos a la subordinada la cópula
y el atributo
(es
bonito)
porque son los mismos de la principal.
Si
analizamos la principal veremos que en el sujeto
(El
vestido rojo que vimos la semana pasada en Carrefour)
incluye
una proposición
subordinada adjetiva:
que
vimos la semana pasada en Carrefour.
El
núcleo
del sujeto es vestido,
con su determinante
(el)
y su complemento
del nombre
(rojo).
La subordinada
adjetiva,
que complementa al núcleo como otro complemento del nombre, se
descompondría así: sujeto
elíptico
(nosotros),
predicado
(que
vimos la semana pasada en Carrefour).
El núcleo
del predicado será vimos,
con el pronombre
relativo
que
como complemento
directo
y dos complementos
circunstanciales:
uno de tiempo
(la
semana pasada
= determinante + núcleo + complemento del nombre) y otro de lugar
(en Carrefour = enlace + término). El predicado
de la principal es nominal,
con una cópula
(es)
+ atributo
(más
bonito
= cuantificador + núcleo).
Tras
el nexo
que,
la subordinada
comparativa,
cuyo sujeto
es el
vestido azul que está en la boutique, y
su predicado
nominal-traído
por nosotros del contexto- es
bonito (cópula
+ atributo). El sujeto
tiene como núcleo
vestido,
su determinante
el,
y su complemento
del nombre azul,
y también una proposición
subordinada adjetiva
(que
está en la boutique),
cuyo sujeto
es el pronombre
relativo
que,
y su predicado
verbal:
está
en la boutique.
Pues estar en este caso no funciona como copulativo. Así que el
núcleo
del predicado
sería está,
acompañado por un complemento
circunstancial de lugar:
en
la boutique
(en
enlace,
la
boutique
término;
y luego
la determinante,
boutique
núcleo).
Ya
solo nos falta la segunda
proposición coordinada:
no
me lo compraré, porque me parece muy caro. Tiene
una proposición
principal:
no
me lo compraré, y
una proposición
subordinada adverbial causal,
tras el nexo
causal
porque:
me
parece muy caro. El
sujeto
elíptico
de la principal es yo
y el predicado
no
me lo compraré.
El
núcleo
del predicado
es el verbo compraré,
al que acompañan un complemento
de negación
(no),
un
complemento directo
(lo)
y un complemento
de interés (me).
La subordinada
causal
tiene como sujeto
elíptico
(el
vestido),
y como predicado
nominal:
me
parece muy caro.
La
cópula
es parece,
el atributo
muy
caro,
y tenemos además un complemento
indirecto
me.
El atributo
tiene un cuantificador
(muy)
y un núcleo
(caro).
Resumiendo:
nos encontramos con una oración compuesta formada por dos
proposiciones coordinadas adversativas; la primera coordinada tiene
una principal (que incluye en su sujeto una proposición subordinada
adjetiva), y una proposición subordinada adverbial comparativa (que
incluye en su sujeto otra proposición subordinada adjetiva). La
segunda proposición coordinada posee una proposición principal y
una proposición subordinada adverbial causal.
La
modalidad oracional es enunciativa.
miércoles, 18 de febrero de 2015
Historia de una cama: Flaubert
De una carta a su amante Louise Colet, del 21-22 de agosto de 1846, entresaco los siguientes pasajes:
¿Has pensado en los que irán ahora a
dormir a nuestra cama? ¡Qué poco sospecharán lo que ha visto! ¡Sería bonito
escribir la historia de una cama! Así, en cada objeto vulgar hay maravillosas
historias. Cada adoquín de la calle tiene quizá su lado sublime.
*
¡Ah! No vuelvas a acusarme de ver siempre
sólo las miserias de la vida… ¿Por qué hay que pagar una hora de embriaguez con
un mes de hastío?
*
Hoy no he hecho nada. Ni una línea escrita
o leída.
*
Eres de una sola pieza, como un himno
hermoso de amor y de poesía. Yo soy un arabesco de marquetería; hay trozos de
marfil, de oro y de hierro; los hay de cartón pintado; los hay de diamante; los
hay de hoja de lata.
¡Qué precisión verbal en su imaginación! Flaubert era escritor las 24 horas del día.
lunes, 9 de febrero de 2015
Tangencias inauditas: Shelley y Paco de Lucía, sobre el compromiso artístico.
Corrían los años de la
transición política española, cuando la palabra compromiso (derivada del engagement sartreano) era un talismán en
boca de antifranquistas de vario pelaje, y un periodista que entrevistaba a
Paco de Lucía le preguntó por el compromiso en su arte (o dicho con otras
palabras, por su tendencia política). Lucía le contestó que el compromiso en su
arte consistía en contribuir a acrecentar la sensibilidad del público. Me
pareció la respuesta más apropiada en boca de un artista. Estos días, leyendo Defensa de la poesía, de Shelley, me
encuentro con el siguiente pasaje, que constituye una muy lúcida reflexión al
respecto y que cito por extenso:
“El gran secreto de la
moral es el amor: o sea una expansión de nuestra naturaleza, y una
identificación de nosotros mismos con lo bello que existe en el pensamiento, en
la acción, en las personas, fuera de nosotros. Un hombre, para ser altamente
bueno, ha de imaginar intensa y comprensivamente; ha de ponerse en el lugar del
otro y de muchos otros; las penas y los goces de sus semejantes han de ser
suyos. El gran instrumento de la buena moral es la imaginación; y la poesía
contribuye a este efecto, obrando sobre la causa. La poesía ensancha la
circunferencia de la imaginación hinchándola de pensamientos de deleite siempre
nuevos que tienen poder de atraer y asimilar a su propia naturaleza todo otro
pensamiento, y que forman nuevos intervalos e intersticios, huecos que siempre
claman por alimento nuevo. La
Poesía fortalece la facultad que es órgano de la naturaleza
moral del hombre, de la misma manera que el ejercicio fortalece un miembro. El
poeta, por consiguiente, hará muy mal si encarna su propio concepto de lo justo
y lo injusto, que suele ser el de su país y su época, en sus creaciones
poéticas, que no tienen nada que ver con ellos. Por este apropiamiento del
oficio inferior, que consiste en interpretar el efecto, oficio que, después de
todo, acaso no pueda realizar sino imperfectamente, renunciará a una gloria en
la participación de la causa. No hubo peligro de que Homero o cualquier otro de los poetas eternos se
desconociesen de este modo hasta el punto de abdicar el trono de su más amplio
dominio. Aquellos en quienes la facultad poética, aunque grande es menos
intensa, tales como Eurípides, Lucano, Tasso, Spencer, ha aspirado
frecuentemente a un fin moral, y el efecto de su propia poesía queda disminuido
en proporción exacta con el grado en que nos obligan a atender a este su
propósito.”
(Shelley: Defensa de la poesía, trad. José Vicente
Selma. Fuentearnera, 1980, p. 27-28)
Etiquetas:
Literatura Universal,
poesía,
Romanticismo,
Tangencias inauditas
lunes, 2 de febrero de 2015
La antorcha del teatro: RINOCERONTE, de Ionesco, dirigido por Ernesto Caballero.
Es esencial que en un país haya, cada generación, unos cuantos hombres de
teatro (pienso sobre todo en directores) que sostengan encendida esa antorcha
que surgió en Atenas y que pasen el testigo a las siguientes generaciones.
Recuerdo, en los años en que me inicié como espectador de teatro (años 80 y
90), lo que significaron nombres como Adolfo Marsillach, José Luis Gómez,
Miguel Narros, José Sanchis Sinisterra, Lluis Pascual… Uno siempre podía contar
con que casi cada temporada se podría encontrar con verdaderos aciertos
escénicos dirigidos por ellos. Pues una obra dramática es como una partitura,
donde resulta esencial la labor del director teatral, de la misma manera que lo
es en el campo de la música sinfónica o la ópera (una misma obra, dirigida por Claudio
Abbado, Carlo Maria Giulini o Zubin Mehta, por citar solo tres nombres, alcanza
normalmente otra dimensión).
En estos últimos años los montajes que más me han gustado estaban dirigidos
por Josep Maria Flotats (una leyenda del teatro) o, muy especialmente, Eduardo
Vasco (su sorprendente puesta en escena del Viaje
del Parnaso, de Cervantes, constituyó algo verdaderamente sensacional). Hoy
me es grato hablar de un gran montaje de Ernesto
Caballero (de quien había presenciado hace unos años una estupenda Comedia nueva o el Café, de Moratín hijo).
La obra a que quiero hacer referencia hoy es Rinoceronte, de Eugène Ionesco, que se representa estos días en el
Centro Dramático Nacional. Cuando releía recientemente la obra de Ionesco
pensaba en el prodigio que debería constituir la dirección escénica de tal
pieza, con los continuos diálogos cruzados del primer acto o la amenazante
presencia de los paquidermos. Y el montaje de Caballero, desde luego, no me ha
defraudado. Resuelve muy bien el acto primero, haciendo representar a los
actores en el patio de butacas y correr entre el público cuando se oye el ruido
de los rinocerontes, actuando sobre la escena por delante del telón. Para el
resto de la obra utiliza una estructura de escalera metálica de varios pisos, en
cuya parte baja cambia los sencillos decorados de la oficina donde trabaja
Berenger, la habitación de su amigo Juan, y la propia habitación de Berenger
con que se cierra la obra. No acabamos de entender muy bien la función de esa
estructura (por la que primero suben y bajan bomberos, y más tarde
“rinocerontes”) hasta la escena final de la obra, que luego comentaré, y donde
se nos impone claramente su pertinencia.
Ahora bien, la elección fundamental de Caballero, respecto al texto
original, consiste en sustituir la ruidosa presencia de los rinocerontes y sus
caras al fondo de la pared de la habitación de Berenger, por una amenaza más
silenciosa y un dramatismo más acentuado. En vez del ruido enloquecedor de las
bestias, Caballero coloca a unos silenciosos rinocerontes sentados en sendas
galerías junto a las butacas de patio (como si fueran otros espectadores),
creando una profunda sensación de amenaza latente y bastante siniestra. Y saca
a Pepe Viyuela (un extraordinario Berenger, papel que creemos le viene al pelo)
al patio de butacas para declarar sus dudas sobre si resistir o no (con el
público escuchándole en vilo: ese milagro del teatro). En el momento final se
vuelve a su habitación dispuesto a resistir hasta el final como último
representante de la especie humana en un mundo invadido de rinocerontes.
Entonces desde lo alto de la estructura metálica desciende un enorme
rinoceronte que amenaza con aplastarle. Intentando detener esa estructura que
le aplasta, la obra se cierra con Berenger alzando los brazos para repeler la
mole y gritando “No me rindo” (el “Je ne capitule pas” de Ionesco). Un final
verdaderamente impactante.
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