A veces produce un poco
de grima constatar el concepto que sobre el comentario de textos literarios se
suele tener. Mirando en el ciberespacio comentarios de la rima LIII ("Volverán las oscuras golondrinas") compruebo que, tras unas cuantas observaciones más o menos banales sobre el poema, se
dedican a hacer un pequeño listado de figuras retóricas (paralelismo, anáfora,
personificación, etc.), con lo que el comentarista se siente ya satisfecho y el
alumno cree aprender algo.
Pero no se trata de hacer
listados o decir “hay” esto, “hay” lo otro, sino de intentar entender cómo
funcionan las elecciones verbales que el poeta ha llevado a cabo en su obra.
Me gustaría hacer un
breve apunte sobre el pudoroso arte de la sugerencia en Bécquer, un aspecto
claramente antirromántico, aun cuando hacia el final de este rima –la parte más
floja, por otra parte- el autor incurre en delito de extremo romanticismo.
Suelo pedir a mis
alumnos que sitúen espacialmente el lugar que evoca el poeta (la voz poética,
un ente de la ficción verbal) cuando
hace referencia al compartido amor del pasado.
Les hago ver que si veían
a las golondrinas hacer los nidos en el balcón y llamar con sus alas a los
cristales es porque los amantes se encontraban en una habitación. Si luego
evoca las madreselvas cubiertas del rocío de la mañana es porque, más que
probablemente, el poeta y su amada han pasado la noche juntos en la cama.
Ahí es donde viene la
oportunidad de ese verso maravilloso, en que el poeta dice, refiriéndose a las
golondrinas: “aquellas que aprendieron nuestros nombres”. ¿Cómo pueden las
golondrinas, que suponemos dotadas de un coeficiente intelectual bajo, aprender
los nombres del poeta y su amada? Los amantes gustan de pronunciar el nombre de
su amado/a en los momentos de intimidad y pasión amorosa. En el verso se nos da
a entender que tantas veces practicaban este juego del mutuo nombrarse que
hasta las golondrinas llegaron a aprender sus nombres.
De qué manera tan sutil evoca
Bécquer la apasionada intimidad de los amantes sin decir explícitamente nada. Lo considero una extraordinaria muestra de su maestría en el arte de la
sugerencia poética.
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