lunes, 3 de noviembre de 2014

El arte de la sugerencia en Bécquer: “aquellas que aprendieron nuestros nombres”.


A veces produce un poco de grima constatar el concepto que sobre el comentario de textos literarios se suele tener. Mirando en el ciberespacio comentarios de la rima LIII ("Volverán las oscuras golondrinas") compruebo que, tras unas cuantas observaciones más o menos banales sobre el poema, se dedican a hacer un pequeño listado de figuras retóricas (paralelismo, anáfora, personificación, etc.), con lo que el comentarista se siente ya satisfecho y el alumno cree aprender algo.
Pero no se trata de hacer listados o decir “hay” esto, “hay” lo otro, sino de intentar entender cómo funcionan las elecciones verbales que el poeta ha llevado a cabo en su obra.

Me gustaría hacer un breve apunte sobre el pudoroso arte de la sugerencia en Bécquer, un aspecto claramente antirromántico, aun cuando hacia el final de este rima –la parte más floja, por otra parte- el autor incurre en delito de extremo romanticismo.

Suelo pedir a mis alumnos que sitúen espacialmente el lugar que evoca el poeta (la voz poética, un ente de la ficción verbal)  cuando hace referencia al compartido amor del pasado.
Les hago ver que si veían a las golondrinas hacer los nidos en el balcón y llamar con sus alas a los cristales es porque los amantes se encontraban en una habitación. Si luego evoca las madreselvas cubiertas del rocío de la mañana es porque, más que probablemente, el poeta y su amada han pasado la noche juntos en la cama.
Ahí es donde viene la oportunidad de ese verso maravilloso, en que el poeta dice, refiriéndose a las golondrinas: “aquellas que aprendieron nuestros nombres”. ¿Cómo pueden las golondrinas, que suponemos dotadas de un coeficiente intelectual bajo, aprender los nombres del poeta y su amada? Los amantes gustan de pronunciar el nombre de su amado/a en los momentos de intimidad y pasión amorosa. En el verso se nos da a entender que tantas veces practicaban este juego del mutuo nombrarse que hasta las golondrinas llegaron a aprender sus nombres.

De qué manera tan sutil evoca Bécquer la apasionada intimidad de los amantes sin decir explícitamente nada. Lo considero una extraordinaria muestra de su maestría en el arte de la sugerencia poética.                     


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