- la escritura como posesión:
“También me parece que comprendo esta necesidad de escribir. Es otra manera de poseer, de atraer las cosas hacia mí por medio de palabras y de imágenes, y de apropiármelas de esa forma. De esto es de lo que estaba constituida hasta ahora mi necesidad de escribir: esconderme lejos de todos con todos los tesoros que había acumulado, anotarlo todo, retenerlo para mí y gozarlo. Y esta rabia de posesión -no encuentro una formulación mejor- acaba de abandonarme. Los mil lazos que me oprimían se han roto. Respiro libremente, me siento fuerte y proyecto una mirada radiante sobre todas las cosas. Y ahora que no quiero poseer nada, ahora que soy libre, todo me pertenece de aquí en adelante, y es inmensa mi riqueza interior.” (92) (16-3-1941)
- casas deshabitadas:
“Y te agradezco que me hayas dado el don de leer en el corazón de los demás. A veces, las personas son para mí como casas con las puertas abiertas. Entro, vago a través de los pasillos, de las habitaciones. La disposición es un poco diferente en cada casa. Sin embargo, todas son semejantes, y debería ser posible hacer de cada una de ellas un santuario para ti, Dios mío. Y te lo prometo, te lo prometo, Dios mío, te buscaré un alojamiento y un techo en el mayor número de casas posible. Es una imagen divertida: me pongo en camino para buscarte un techo. Hay tantas casas deshabitadas, y te introduzco en ellas como al Huésped más importante que puedan recibir.” (117) (17-9-1942)