Hace año y medio, cuando se
presentaron en el teatro Olympia de Valencia, ya me impactó la seriedad y
entrega con que trabaja este grupo de cámara, dirigido por Jacobo Christensen,
y el hermosísimo concierto que nos ofrecieron.
Los vuelvo a ver ahora, en el
Ateneo valenciano, con el programa AGITATO, dedicado a la música del Barroco, y
la sensación es de nuevo maravillosa. Seriedad, entrega y un sonido excelente.
Aunque quizá lo que más me
gustó de esta nueva entrega fue el programa. Se empieza con “Pur ti miro”, de L´incoronazione di Poppea, de Monteverdi,
donde escuchamos la magnífica interpretación de una viola y una violoncello,
que se levantan de sus puestos para cantar. Luego el Concerto grosso La Folia, de Geminiani y Corelli para mostrar el
sonido compacto y contundente del grupo.
La cosa se pone seria cuando
se lanzan a interpretar el Doble
concierto para violín en Re menor BMW 1043, de Bach. Esto, que lo
aprendimos a escuchar de manos de Yehudi Menuhin y David Oistrakh, no
desmerece lo más mínimo en la versión de
Jacobo e Inés Romaguera, llena de aplomo y compenetración.
Luego voces de nuevo, muy
bien interpretadas, en el maravilloso y patético dueto de Händel en Giulio
Cesare: “Son nata a lacrimar”.
El fantástico Concierto para violonchelo, RV 401, de
Vivaldi da paso al Invierno de Las cuatro estaciones del mismo autor,
donde Jacobo Christensen ejerce de solista con la solvencia que lo caracteriza,
y, por momentos, absolutamente poseído por la música (¿Qué pensaría Platón del
asunto? ¿Y qué pensaría Nietzsche?)
Aquí termina el concierto
programado –diríase pensado para mí, pues he de confesar que las tres últimas
piezas, y el doble concierto de Bach, se encuentran entre mis favoritas-, pero
la sorpresa no termina aquí. Ante el entusiasmo del público y su entrega a los
músicos, nos ofrecen como bis otro Invierno, el Invierno porteño, de Astor Piazolla. De repente los jóvenes
intérpretes pasan del Barroco a la Música contemporánea y el sonido no decae,
sigue siendo tan cuajado y profundo como hasta el momento. Pero la sorpresa
continúa. Para rizar el rizo, Piazolla (y sus intérpretes) cierran la pieza
contemporánea con una adopción del Canon
de Pachelbel, y una vuelta, por tanto, al Barroco en que estábamos inmersos.
¿Se puede pedir más a un
concierto?
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