jueves, 23 de enero de 2014

Reunión de románticos

 En una biografía de Chopin: 
"George Sand acude a una reunión en casa de 
Chopin el 13 de diciembre de 1836, donde 
también se encuentra Liszt, Marie d´Agoult, 
el también compositor Meyerbeer, el poeta 
Heine y el pintor Delacroix."
¡Vaya concentración de talento romántico!


miércoles, 15 de enero de 2014

La gloria de la literatura: Vasili Grossman

Fragmento de una carta que, en Vida y destino, de Vasili Grossman, la doctora Anna Semiónovna le escribe a su hijo Víktor:
“Pronto se anunció la creación de un gueto judío; cada persona tenía derecho a llevar consigo quince kilos de objetos personales. En las paredes de las casas fijaron unos pequeños carteles amarillos: “Se ordena a todos los judíos que se trasladen al barrio de Ciudad Vieja antes de las seis de la tarde del 15 de julio de 1941”. Para todo aquel que no obedeciese, la pena capital.
Así que, Vítenka, yo también me puse a preparar mis cosas. Cogí una almohada, algo de ropa blanca, la tacita que un día me regalaste, una cuchara, un cuchillo, dos platos. ¿Acaso necesitábamos mucho más? Cogí parte del instrumental médico. Cogí tus cartas, las fotografias de mi madre y del tío David, y también aquella donde sales tú con papá, un pequeño volumen de Pushkin, las Lettres de mon moulin, otro de Maupassant, donde está Une vie, un pequeño diccionario… Cogí Chejov, el libro aquel donde aparece Una historia trivial y El obispo, y eso es todo: mi cesta estaba llena. Cuántas cartas te he escrito bajo este techo, Cuántas noches me he pasado llorando, sí, ahora puedo decírtelo, por mi soledad.
Dije adiós a la casa, al jardincito; me senté algunos minutos bajo el árbol; dije adiós a los vecinos. Hay personas que son realmente extrañas. Dos vecinas, en mi presencia, se pusieron a discutir por mis pertenencias: cuál se quedaría con las sillas, cuál con mi pequeño escritorio; pero, en el momento de la despedida, las dos lloraron. Les pedí a unos vecinos, los Basanko, que si después de la guerra venías a buscarme te lo contaran todo con detalle. Me prometieron que así lo harían. Me conmovió Tóbik, el perro de la casa, que se mostró especialmente cariñoso conmigo la última noche. Si vuelves dale de comer por la ternura dispensada a una vieja judía.
Cuando me disponía a emprender el camino y me preguntaba cómo me las iba a apañar para cargar con mi cesta hasta la Ciudad Vieja, apareció de improviso un antiguo paciente mío llamado Schukin, un hombre sombrío y, creía yo, de corazón duro. Se ofreció a llevarme la cesta, me dio trescientos rublos y me dijo que una vez por semana me llevará pan a la alambrada. Trabaja en una imprenta; no lo habían llamado a filas debido a una enfermedad ocular. Antes de la guerra había venido a curarse a mi consulta, y si me hubieran propuesto que diera nombres de personas puras y sensibles, habría dado decenas de nombres antes que el suyo. Sabes, Vítenka, después de su visita volví a sentir que era un ser humano. Los perros ya no eran los únicos que mostraban una actitud humana.”

sábado, 11 de enero de 2014

Aspectos biográficos en un poema de Gil de Biedma: En el nombre de hoy

EN EL NOMBRE DE HOY

En el nombre de hoy, veintiséis
de abril y mil novecientos
cincuenta y nueve, domingo
de nubes con sol, a las tres
—según sentencia del tiempo—
de la tarde en que doy principio
a este ejercicio en pronombre primero
del singular, indicativo,

y asimismo en el nombre del pájaro
y de la espuma del almendro,
del mundo, en fin, que habitamos,
voy a deciros lo que entiendo.
Pero antes de ir adelante
desde esta página quiero
enviar un saludo a mis padres,
que no me estarán leyendo.

Para ti, que no te nombro,
amor mío —y ahora hablo en serio—,
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida,
de toda la vida, qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?

Finalmente a los amigos,
compañeros de viaje,
y sobre todos ellos
a vosotros, Carlos, Ángel,
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero,

a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social,
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general.

Jaime Gil de Biedma: Moralidades.

Siempre me llamó la atención, en este poema introductorio del libro Moralidades, el juego tonal que establece Gil de Biedma entre lo serio y lo jocoso, de donde resulta ese tono jocoserio que lo caracteriza. Después del comienzo con referencia exacta del momento de escritura (a la manera del Petrarca) y de la mezcolanza taurino-gramatical de la primera estrofa (“domingo de nubes con sol, a las tres (…) de la tarde” / “pronombre primero del singular, indicativo”), la detención para saludar a los padres “que no me estarán leyendo” en la segunda estrofa es ya un momento humorístico. De hecho, al referirse al ser amado, “gran premio de mi vida” a quien no nombra, tiene que explicitar “y ahora hablo en serio”, pues si no dudaríamos si se trata de otra broma. Tras la enumeración de los amigos y/o compañeros de viaje, vuelve a aparecer el tono jocoso en su caracterización “señoritos de nacimiento / por mala conciencia escritores / de poesía social”, que se cierra con un muy burlón y algo torero “a la afición en general” que nos incluye y nos hace soltar la carcajada.

Ahora bien, siempre me intrigó la posibilidad de determinar la referencia concreta de los nombres que conforman la enumeración. Recientemente la lectura, en el segundo tomo de las memorias de Carlos Barral (Los años sin excusa), del relato de la excursión a Collioure para homenajear a Antonio Machado en el vigésimo aniversario de su muerte (y un poco de navegación por el ciberespacio), me ha permitido identificar las referencias. Se trata de, siguiendo el orden del poema: Carlos Barral, Ángel González, Alfonso Costafreda, José Ángel Valente, Gabriel Ferrater y Gabriel Celaya, José Manuel Caballero Bonald, Miguel Barceló, José Agustín Goytisolo y Blas de Otero.
El más difícil de identificar fue “el sobrino Miguel”, que no era sobrino de Gil de Biedma, sino un amigo más joven: el historiador mallorquín –y poeta en su juventud- Miquel Barceló (no confundir con el también mallorquín pintor del mismo nombre, que debía tener dos añitos cuando se compone el poema).

Existe una foto del grupo de poetas en el homenaje de Collioure (febrero de 1959, dos meses antes de la composición del poema), en la que aparecen varios de los nombrados. Arriba (de izquierda a derecha): Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente, ¿Luis Marquesán? Abajo: Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald.

jueves, 9 de enero de 2014

Comienzos de novela



Veo en un blog un post dedicado a este asunto, y copio algunos de los comienzos de novela que trae. Muchos de ellos son enormemente sugestivos e irresistibles. Después de leerlos, no puedes dejar el libro ya hasta que no lo acabas:

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.

 
“Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”.
La metamorfosis, Franz Kafka.

 “Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: ‘Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias’. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.
El extranjero, Albert Camus.

“Durante mucho tiempo, me acosté temprano”.
En busca del tiempo perdido, Marcel Proust.

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo”.
Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

“Llamadme Ismael”.
Moby-Dick, Herman Melville.

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”.
Lolita, Vladimir Nabokov.


“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”.
El túnel, Ernesto Sabato.

“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no me apetece contarles nada de eso”.
El guardián entre el centeno, J.D. Salinger.

“El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez.

“Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero”.
Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino.

“Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”.
Ana Karenina, León Tolstói.

 “Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”.
El camino, Miguel Delibes.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”.
Pedro Páramo, Juan Rulfo.