El estilo indirecto libre corresponde históricamente a una fase en que la novela ha descubierto ya la conciencia del personaje, pero no renuncia ni a la visión panorámica ni a la voz todopoderosa. En su deseo de acercarse al mundo propio del personaje el narrador está dispuesta a ceder parte de sus privilegios, pero sólo parte, pues el novelista sigue creyendo mejor recurso asumir la voz del personaje desde la voz del narrador (un narrador impersonal y, por tanto, muy adaptable a los distintos personajes) que liberar por completo la voz del personaje. Por ello la novela postflaubertiana sigue utilizando el estilo directo fundamentalmente para el diálogo (la expresión “exterior” del personaje), mientras que adopta el estilo indirecto libre para el monólogo, la reflexión, el análisis psicológico, la voz “interior” en definitiva, superando así el efecto antinatural que producía el estilo directo aplicado al lenguaje del pensamiento.
(Juan Oleza, nota 12 del cap. 15 de su edición de La Regenta.)
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