martes, 19 de febrero de 2013

Que no nos engañe Homais. Comentario de un fragmento de Madame Bovary.


En efecto, era un buen hombre [el cura Bournisien], e incluso un día no se escandalizó del farmacéutico, que aconsejaba a Carlos, para distraer a la señora, que la llevase al teatro de Rouen a ver al ilustre tenor Lagardy. Homais, extrañado de aquel silencio, quiso conocer su opinión, y el cura declaró que veía la música como menos peligrosa para las costumbres que la literatura.
Pero el farmacéutico emprendió la defensa de las letras. El teatro, pretendía, servía para criticar los prejuicios, y, bajo la máscara del placer, enseñaba la virtud.
- ¡Castigat ridendo mores, señor Bournisien! Por ejemplo, fíjese en la mayor parte de las tragedias de Voltaire; están sembradas hábilmente de reflexiones filosóficas que hacen de ellas una verdadera escuela de moral y de diplomacia para el pueblo.
- Yo -dijo Binet- vi hace tiempo una obra de teatro titulada Le Gamin de Paris, donde se traza el carácter de un viejo general que está verdaderamente chiflado. Echa una bronca a un hijo de familia que había seducido a una obrera, que al final...
- ¡Ciertamente! -continuaba Homais -, hay mala literatura como hay mala farmacia; pero condenar en bloque la más importante de las bellas artes me parece una ligereza, una idea medieval, digna de aquellos abominables tiempos en los que se encarcelaba a Galileo.
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En el cap. XIV de la segunda parte nos encontramos, en un momento dado, con otro ejemplo del afán polémico del boticario Homais. Se enfrenta a un cura, Bournisien, al que le busca las cosquillas para poder discutir con él, pues le choca que el cura no haya mostrado ninguna prevención contra la asistencia del matrimonio Bovary a la ópera. Al juzgar el cura que la música es menos peligrosa que la literatura, Homais emprende la defensa de esta manifestación artística. Nos parecería loable su actitud a todos los que amamos las letras, pero resulta que la defensa de Homais no hace más que poner de relieve la colección de tópicos que conforman su pensamiento:

1- su concepción del teatro, sin ser errónea, es la tópica, aunque transforme mores de la máxima latina (Castigat ridendo mores –“con la risa corrige las costumbres”-, que compuso un literato francés del XVII, J. de Santeuil, para el busto de Arlequín en la Comedia italiana de París) en prejuicios, al gusto del progresismo de manual que caracteriza a Homais: criticar las costumbres y enseñar deleitando. En el mismo sentido valora el teatro de Voltaire (no lo más valioso de su producción) por su carácter pedagógico: está, según dice, sembrado de reflexiones filosóficas.

2- cierra su intervención con una referencia a la condena de Galileo; pero no nos engañemos, a Galileo se le condena en el XVII, no en la Edad Media (gotique en el original francés) y su mención en boca de Homais no es más que un tópico manido.

Aunque pueda parecer otra cosa, Homais encarna como nadie la estupidez humana (la bêtise), basada en el uso abusivo de los tópicos, que era la bestia negra de Flaubert, quien no casualmente redactó lleno de sarcasmo un Diccionario de lugares comunes.

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