jueves, 3 de octubre de 2013

Safo describe los efectos del amor

Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo mi piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Vamos al teatro: Casa de muñecas

Ya tenemos la reserva, para el 30 octubre, miércoles, a las 19 horas, en el Teatro Rialto.

Cuando Nora dice a su marido: "Siéntate, tenemos que hablar" comienza el teatro moderno. Eso sucedió cuando Henrik Ibsen (1828-1906) estrenó Casa de muñecas en 1879.
Fue la primera obra dramática de Ibsen que causó sensación. En la actualidad es quizá su obra más famosa y su lectura es obligatoria en muchas escuelas y universidades. Cuando Casa de muñecas se publicó generó gran controversia, ya que critica fuertemente las normas matrimoniales del siglo XIX. Aunque Ibsen negó que su obra fuera feminista, es considerada por muchos críticos como la primera verdadera obra teatral feminista.
Su estreno supuso un escándalo por la forma en la que la obra presentaba la familia tradicional y patriarcal, exhibiendo la falsedad de sus convenciones y la sumisión de sus miembros en torno a la figura del esposo. La puesta en escena de las miserias de la familia europea de la época victoriana expuesta sin tapujos causó malestar en su día y aunque hoy día la obra no pueda percibirse del mismo modo, la defensa de la libertad y de la verdad que esgrime Ibsen sigue absolutamente vigente.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Magias parciales del Quijote (2): La Ilíada de la caja

Leyendo recientemente el capítulo VI de la Primera Parte del Quijote, que trata “Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo”, me encontré con el siguiente pasaje:

"Y abriendo otro libro, vio que era Palmerín de Oliva, y junto a él estaba otro que se llamaba Palmerín de Inglaterra, lo cual, visto por el licenciado, dijo: esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden de ella las cenizas, y esa palma de Inglaterra se guarde y se conserve como cosa única, y se haga para ella otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Darío, que la diputó para guardar en ellas las obras del poeta Homero."

Me generó bastante curiosidad la susodicha caja y empecé a investigar a qué tradición antigua remite la alusión cervantina. Tratando de Alejandro Magno, era lógico buscar en la parte a él dedicada en las Vidas paralelas, de Plutarco. Y encontré el pasaje siguiente:

"Tengo por cierto haber sido también Aristóteles quien principalmente inspiró a Alejandro su afición a la Medicina, pues no sólo se dedicó a la teórica, sino que asistía a sus amigos enfermos y les prescribía el régimen y medicinas convenientes, como se puede inferir de sus cartas. En general, era naturalmente inclinado a las letras, a aprender y a leer; y como tuviese a la Ilíada por guía de la doctrina militar, y aun le diese este nombre, tomó corregida de mano de Aristóteles la copia que se llamaba La Ilíada de la caja, la que, con la espada, ponía siempre debajo de la cabecera, según escribe Onesícrito."

Indagando un poco más me topé con una obra pictórica que maneja ese motivo clásico que debemos a Plutarco y que Cervantes recuerda (en el s. XVI español se hicieron un par de traducciones de las Vidas paralelas, que Cervantes debió conocer como las conocía Shakespeare). Se trata de La apoteosis de Homero, de Jean Auguste Dominique Ingres. En ella vemos cómo, ante un templo griego, en una obra militantemente clasicista, de concepción claramente simétrica, una Fama alada corona a Homero, a cuyos pies podemos observar dos figuras alegóricas que representan sus dos obras mayores, la Ilíada, con una túnica roja y una espada a su lado, y la Odisea, con una túnica verde y una lanza. En torno a ellos podemos reconocer un gran número de retratos de grandes figuras de los tiempos antiguos y modernos que honran al vate ciego de mirada perdida. Por debajo, a nuestra izquierda, mirándonos y señalando la escena, el pintor Poussin. Detrás de él Cervantes y Shakespeare juntos (al cisne de Avon sólo se le adivina medio rostro).Sobre Cervantes, Dante, que lleva un gorro de color rojo –como su capa- y parece ofrendar su Divina Comedia al insigne griego. Le conduce Virgilio, que le pasa el brazo por la espalda, como lo hará también en su célebre viaje por el Infierno, Purgatorio y Paraíso. Junto a Virgilio, el pintor Apeles, con túnica azul, lleva de la mano a Rafael. El trágico Esquilo le presenta un rollo de pergamino y Herodoto, la cabeza cubierta para hacer sacrificios, quema incienso. En el poeta laureado de tocado azul que asoma el rostro junto al hombro derecho de Homero creo reconocer a Petrarca.
Ya en la otra parte, a nuestra derecha vemos a Píndaro, que le ofrece su lira. A Fidias que hace lo mismo con sus instrumentos de esculpir. Detrás de Fidias, muy juntos, Sócrates, pensativo, Platón, con barba blanca y Aristóteles, junto a Alejandro Magno, su discípulo. Debajo aún podemos reconocer a Molière, que nos mira y porta una máscara en sus manos. Y Miguel Ángel que observa la escena para esbozar un dibujo de ella.
Pues bien, el joven Alejandro Magno, que se cubre con un peto y casco militar, presenta en su mano derecha una caja dorada e historiada. Ya sabemos lo que hay en esa caja: la Ilíada, del homenajeado Homero, anotada nada menos que por Aristóteles, el mayor crítico literario de la Antigüedad.

Cuando en “El espejo y la máscara”, de Borges, que leeremos a final de curso, el rey le dice al poeta, tras elogiar enormemente su obra: “Un cofre de marfil será la custodia del único ejemplar”, no será difícil reconocer el motivo de la Ilíada de la caja detrás de esa promesa.

Umberto Eco montó su magnífica novela El nombre de la rosa a partir de una alusión que hace Aristóteles en su Poética (donde teoriza la epopeya y la tragedia), en que afirma que piensa escribir también sobre la comedia. ¿Qué podría hacer un narrador dotado de portentosa imaginación con nuestro motivo de la caja? Me gustaría poder pensarlo.

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿En qué se parecen Amadís de Gaula y Josep Guardiola?

En el capítulo 11 del Libro 3 de Amadís de Gaula, nuestro héroe se encuentra con una doncella:
"La doncella hablaba en alemán, pero él entendió muy bien porque en todas partes procuraba aprender las lenguas."
Imitemos a Amadís y a Guardiola.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Peruanismos en Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa

Desde las primeras páginas, el lector que se acerca a Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa (1969), percibe que se halla delante de un verdadero monumento literario. Una obra “para armar”, que exige un lector muy participativo, pero con un sistema constructivo manejado con una inteligencia y precisión asombrosas. El estilo del joven Vargas Llosa, con una eficaz sinfonía de voces narrativas (estilo indirecto, directo e indirecto libre, que se mezclan sin solución de continuidad; diálogos acronológicos…) resulta envolvente para el lector que queda atrapado cuanto hechizado en el complejo mundo que rodea a Santiago Zavala, Zavalita.
Con solo un cuarto de novela leída por el momento, he decidido traer al ciberespacio un breve glosario de peruanismos o americanismos presentes en la obra y que, a veces, pueden entorpecer ligeramente la marcha de lectura al lector peninsular. Como he buscado por la web un glosario de este tipo y no lo he encontrado, me decido yo mismo a colgar en este blog el que he hecho, sin la menor precisión científica (no distingo si son peruanismos o americanismos en general, si son jergales, despectivos, etc.), solamente con el propósito de que sean una pequeña ayuda a quien se lance en la fascinante aventura de leer esta magna novela.
Conforme avance en la lectura retocaré el post para introducir nuevos peruanismos que aparezcan.

N.B. Novela terminada (novelón), listado concluido.


- almuerzo: comida de mediodía.
- apanado: empanado, rebozado con pan rallado.
- arranchar: quitar violentamente a alguien algo.
- arrecharse: enojarse.
- bachiche: inmigrante italiano.
- botar: echar, tirar.
- bulín: casa de citas, burdel.
- cachaco: militar o policía.
- cachar: practicar el coito, copular.
- cachascán: lucha libre.
- cachero: persona que mantiene relaciones sexuales (=cachar) con alguien.
- cachuelero: chófer.
- cafiche: proxeneta.
- calatear: desnudar.
- calato: desnudo.
- canchero: ducho, experto en algo.
- canillita: vendedor callejero de periódicos.
- carcocha: coche viejo.
- chacra: alquería o granja.
- chancar: empollar, estudiar con ahínco.
- chance: oportunidad.
- chancho: cerdo (fig. hucha o alcancía).
- chapar: agarrar.
- chaucito: adiosito (de ciao).
- chaveta: cuchillo pequeño.
- chicha: bebida alcohólica.
- chifa: restaurante de comida china.
- chilcanito: cóctel hecho a base de pisco y ginger ale.
- chingana: tabernucha.
- chicharrones: torreznos.
- cholo: mestizo de sangre europea e india.
- chompa: jersey.
- chueco: torcido, defectuoso.
- chupe: guisado de patas en caldo, con carne o pescado, etc.
- cocacho: coscorrón.
- cojudo: tonto, bobo.
- colectivo: autobús.
- colerones: disgustos, enfados.
- comer: cenar. (“desayuno, almuerzo y comida” es el equivalente latinoamericano a nuestro “desayuno, comida y cena”).
- conchudo: sinvergüenza, caradura.
- cumpa: compadre, amigo de gran confianza.
- dar bola: hacer caso.
- disfuerzo: exageración.
- estar de candela: muy bueno, magnífico.
- estar parado: estar de pie.
- fachoso: vistoso, llamativo.
- flojera: pereza, dejadez.
- fregarse: joderse, fastidiarse.
- galpón: cobertizo grande, almacén.
- gallinazo: zopilote, ave de rapiña.
- garúa: llovizna, sirimiri o calabobos.
- huachafo: cursi, ridículo.
- huacho: décimo de un billete de lotería.
- huayco: masa enorme de lodo y peñas que por las lluvias torrenciales se desprende.
- jalar: suspender.
- jopo: flequillo.
- lisuras: palabras o acciones groseras.
- maceteado: robusto.
- manejar: conducir (un automóvil).
- mazamorra: mezcolanza, revoltillo.
- merengue: desorden, lío, trifulca.
- muñequearse: ponerse nervioso, intranquilo.
- palomilla: muchacho travieso y callejero.
- paradero: parada de autobuses y tranvías.
- patota: grupo de amigos.
- pericotes: ratones (fig. opositores al régimen).
- pichicatero: drogadicto.
- pichula: pene.
- pintón: guapo, atractivo.
- pisco: aguardiente de uva.
- plata: dinero.
- polilla: prostituta.
- poto: nalgas.
- prestarse: tomar prestado.
- pucho: colilla.
- pulpería: taberna.
- quena: flauta del altiplano peruano.
- rabanitos: comunistas.
- recibirse: graduarse.
- réferi: árbitro.
- requintar: protestar.
- resondrar: reconvenir.
- rocoto: fruto grande, de color rojo, muy picante.
- rulero: rulo.
- sambo: negro oscuro; o mestizo de negro e indio.
- sebiche: plato de pescado o marisco macerado en limón.
- sonso: tonto.
- soroche: mal de montaña.
- tomar: beber alcohol.
- truquero: mentiroso, tramposo.
- vereda: acera.
- virolo: bizco.
- voltear: girar.
- yobimbina: (yohimbina) compuesto farmacológico estimulante de la actividad sexual.
- zangoloteo: movimiento brusco de algo.


domingo, 25 de agosto de 2013

Una cucharadita de Valéry

Valéry, ese símbolo de la inteligencia (Borges dixit), en estado puro:

Este ejercicio con lo informe [se refiere a tratar de ver y reproducir un pañuelo arrugado sobre una mesa] enseña entre otras cosas a no confundir lo que se cree ver con lo que se ve. Hay una especie de construcción en la visión de la que nos hemos dispensado gracias a la costumbre. En general adivinamos o prevemos más que vemos, y las impresiones del ojo son para nosotros signos en vez de presencias singulares, anteriores a todos los arreglos, resúmenes, abreviaturas y sustituciones inmediatas que la educación temprana nos ha inculcado.
Así como el pensador trata de defenderse contra palabras y frases hechas que dispensan a los espíritus de asombrarse por todo y hacen posible la vida práctica, el artista también puede tratar de encontrar mediante el estudio de cosas informes, es decir, de forma singular, su propia singularidad y el estado primitivo y original de coordinación entre su ojo, su mano, los objetos y su voluntad.

Paul Valéry: "Degas, danza, dibujo", en Piezas sobre arte.

martes, 6 de agosto de 2013

Revisión de filmes: las películas habitables

Mala señal en cuanto a dotes de visión cinematográfica muestra la persona que, ante la propuesta de contemplación de una película, te dice: “Esa ya la he visto”. Como si se tratara de un helado, que una vez engullido no se puede volver a comer. Los filmes son obras de arte (cuando lo son) y, como tales, toleran repetidas visiones. Como las pinturas. Cada vez que voy al Museo del Prado voy siempre a ver los Velázquez. Y de paso veo alguna sala diferente: Velázquez y Goya, Velázquez y la pintura barroca española, Velázquez y los primitivos flamencos, and so on.
Es célebre la frase de R. W. Fassbinder en que reconocía haber visto 40 veces “Vivir su vida” de J. L. Godard. Y no me parece una exageración. El caso es que hay películas que se ven muchas veces. Pero yo distinguiría tres categorías.
En primer lugar las que se ven repetidas veces por motivos que podríamos considerar laborales. En mis muchos años de profesor de la asignatura de Medios audiovisuales he visto multitud de veces películas como Tiempos modernos, de Chaplin, Casablanca o El nombre de la rosa. En mis clases de Literatura es habitual, al llegar a las vanguardias, contemplar Un perro andaluz, de Buñuel.
La segunda categoría es la de las obras maestras (algunas del apartado anterior lo son). Con esas pasa como con las pinturas de Velázquez: uno no se cansa de verlas y siempre aprende algo o ve en ellas algo nuevo. Películas como Ciudadano Kane, de Welles, El séptimo sello, de Bergman, La gran ilusión, de Renoir, Amanecer, de Murnau, El hombre que mató a Liberty Valance, de Ford, y tantísimas otras.
Pero de las que quería hablar hoy es de otra categoría, a las que llamaría películas habitables. Con ese término me refiero a esas películas que uno ve una y otra vez (cada año o cada dos años), pero por motivos estrictamente privados. Porque tocan una fibra particular del sujeto espectador. No tienen que ser necesariamente obras maestras (aunque muchas lo son), pero el asiduo culto que les dedicamos responde a causas de índole puramente personal. Son estas las que denomino películas habitables, porque en ellas nos sentimos como en casa. Tenemos un particular placer de estar en ellas. Supongo que es una relación como la que se tiene con el mito particular (el preferido) de cada persona: “dime cuál es tu mito personal y te diré quién eres”: la bajada de Orfeo a los infiernos, la expulsión del Paraíso, los amores de Hero y Leandro…
En mi caso algunas de mis películas habitables las firma Woody Allen (Manhattan, Annie Hall, Otra mujer…), otras son auténticos clásicos (El hombre tranquilo, el idilio irlandés de John Ford), las hay europeas (En el curso del tiempo, de Wenders, La piel suave, de Truffaut), orientales (El retrato de madame Yuki, de Mizoguchi o Los siete samurais, de Kurosawa), cubanas (Memorias del subdesarrollo, de Gutiérrez Alea) o incluso españolas (Arrebato, de Zulueta).
De la misma manera que hay películas habitables, cabría hablar de las inhabitables. Esas películas que gozan de cierta reputación, pero que la mirada no encuentra en ellas asidero como para sentirse en casa y que, por tanto, padecemos al verlas o, más sencillamente, preferimos no ver. (Aquí podrían entrar, en mi caso, las de Tarkowski o Tarantino, por poner dos ejemplos de cineastas absolutamente diferentes. Ni que decir tiene que las del manchego Almodóvar entran de lleno en esta categoría.)