Desde las primeras páginas, el lector que se acerca a Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa (1969), percibe que se halla delante de un verdadero monumento literario. Una obra “para armar”, que exige un lector muy participativo, pero con un sistema constructivo manejado con una inteligencia y precisión asombrosas. El estilo del joven Vargas Llosa, con una eficaz sinfonía de voces narrativas (estilo indirecto, directo e indirecto libre, que se mezclan sin solución de continuidad; diálogos acronológicos…) resulta envolvente para el lector que queda atrapado cuanto hechizado en el complejo mundo que rodea a Santiago Zavala, Zavalita.
Con solo un cuarto de novela leída por el momento, he decidido traer al ciberespacio un breve glosario de peruanismos o americanismos presentes en la obra y que, a veces, pueden entorpecer ligeramente la marcha de lectura al lector peninsular. Como he buscado por la web un glosario de este tipo y no lo he encontrado, me decido yo mismo a colgar en este blog el que he hecho, sin la menor precisión científica (no distingo si son peruanismos o americanismos en general, si son jergales, despectivos, etc.), solamente con el propósito de que sean una pequeña ayuda a quien se lance en la fascinante aventura de leer esta magna novela.
Conforme avance en la lectura retocaré el post para introducir nuevos peruanismos que aparezcan.
N.B. Novela terminada (novelón), listado concluido.
- almuerzo: comida de mediodía.
- apanado: empanado, rebozado con pan rallado.
- arranchar: quitar violentamente a alguien algo.
- arrecharse: enojarse.
- bachiche: inmigrante italiano.
- botar: echar, tirar.
- bulín: casa de citas, burdel.
- cachaco: militar o policía.
- cachar: practicar el coito, copular.
- cachascán: lucha libre.
- cachero: persona que mantiene relaciones sexuales (=cachar) con alguien.
- cachuelero: chófer.
- cafiche: proxeneta.
- calatear: desnudar.
- calato: desnudo.
- canchero: ducho, experto en algo.
- canillita: vendedor callejero de periódicos.
- carcocha: coche viejo.
- chacra: alquería o granja.
- chancar: empollar, estudiar con ahínco.
- chance: oportunidad.
- chancho: cerdo (fig. hucha o alcancía).
- chapar: agarrar.
- chaucito: adiosito (de ciao).
- chaveta: cuchillo pequeño.
- chicha: bebida alcohólica.
- chifa: restaurante de comida china.
- chilcanito: cóctel hecho a base de pisco y ginger ale.
- chingana: tabernucha.
- chicharrones: torreznos.
- cholo: mestizo de sangre europea e india.
- chompa: jersey.
- chueco: torcido, defectuoso.
- chupe: guisado de patas en caldo, con carne o pescado, etc.
- cocacho: coscorrón.
- cojudo: tonto, bobo.
- colectivo: autobús.
- colerones: disgustos, enfados.
- comer: cenar. (“desayuno, almuerzo y comida” es el equivalente latinoamericano a nuestro “desayuno, comida y cena”).
- conchudo: sinvergüenza, caradura.
- cumpa: compadre, amigo de gran confianza.
- dar bola: hacer caso.
- disfuerzo: exageración.
- estar de candela: muy bueno, magnífico.
- estar parado: estar de pie.
- fachoso: vistoso, llamativo.
- flojera: pereza, dejadez.
- fregarse: joderse, fastidiarse.
- galpón: cobertizo grande, almacén.
- gallinazo: zopilote, ave de rapiña.
- garúa: llovizna, sirimiri o calabobos.
- huachafo: cursi, ridículo.
- huacho: décimo de un billete de lotería.
- huayco: masa enorme de lodo y peñas que por las lluvias torrenciales se desprende.
- jalar: suspender.
- jopo: flequillo.
- lisuras: palabras o acciones groseras.
- maceteado: robusto.
- manejar: conducir (un automóvil).
- mazamorra: mezcolanza, revoltillo.
- merengue: desorden, lío, trifulca.
- muñequearse: ponerse nervioso, intranquilo.
- palomilla: muchacho travieso y callejero.
- paradero: parada de autobuses y tranvías.
- patota: grupo de amigos.
- pericotes: ratones (fig. opositores al régimen).
- pichicatero: drogadicto.
- pichula: pene.
- pintón: guapo, atractivo.
- pisco: aguardiente de uva.
- plata: dinero.
- polilla: prostituta.
- poto: nalgas.
- prestarse: tomar prestado.
- pucho: colilla.
- pulpería: taberna.
- quena: flauta del altiplano peruano.
- rabanitos: comunistas.
- recibirse: graduarse.
- réferi: árbitro.
- requintar: protestar.
- resondrar: reconvenir.
- rocoto: fruto grande, de color rojo, muy picante.
- rulero: rulo.
- sambo: negro oscuro; o mestizo de negro e indio.
- sebiche: plato de pescado o marisco macerado en limón.
- sonso: tonto.
- soroche: mal de montaña.
- tomar: beber alcohol.
- truquero: mentiroso, tramposo.
- vereda: acera.
- virolo: bizco.
- voltear: girar.
- yobimbina: (yohimbina) compuesto farmacológico estimulante de la actividad sexual.
- zangoloteo: movimiento brusco de algo.
miércoles, 28 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Una cucharadita de Valéry
Valéry, ese símbolo de la inteligencia (Borges dixit), en estado puro:
Este ejercicio con lo informe [se refiere a tratar de ver y reproducir un pañuelo arrugado sobre una mesa] enseña entre otras cosas a no confundir lo que se cree ver con lo que se ve. Hay una especie de construcción en la visión de la que nos hemos dispensado gracias a la costumbre. En general adivinamos o prevemos más que vemos, y las impresiones del ojo son para nosotros signos en vez de presencias singulares, anteriores a todos los arreglos, resúmenes, abreviaturas y sustituciones inmediatas que la educación temprana nos ha inculcado.
Así como el pensador trata de defenderse contra palabras y frases hechas que dispensan a los espíritus de asombrarse por todo y hacen posible la vida práctica, el artista también puede tratar de encontrar mediante el estudio de cosas informes, es decir, de forma singular, su propia singularidad y el estado primitivo y original de coordinación entre su ojo, su mano, los objetos y su voluntad.
Paul Valéry: "Degas, danza, dibujo", en Piezas sobre arte.
Este ejercicio con lo informe [se refiere a tratar de ver y reproducir un pañuelo arrugado sobre una mesa] enseña entre otras cosas a no confundir lo que se cree ver con lo que se ve. Hay una especie de construcción en la visión de la que nos hemos dispensado gracias a la costumbre. En general adivinamos o prevemos más que vemos, y las impresiones del ojo son para nosotros signos en vez de presencias singulares, anteriores a todos los arreglos, resúmenes, abreviaturas y sustituciones inmediatas que la educación temprana nos ha inculcado.
Así como el pensador trata de defenderse contra palabras y frases hechas que dispensan a los espíritus de asombrarse por todo y hacen posible la vida práctica, el artista también puede tratar de encontrar mediante el estudio de cosas informes, es decir, de forma singular, su propia singularidad y el estado primitivo y original de coordinación entre su ojo, su mano, los objetos y su voluntad.
Paul Valéry: "Degas, danza, dibujo", en Piezas sobre arte.
martes, 6 de agosto de 2013
Revisión de filmes: las películas habitables
Mala señal en cuanto a dotes de visión cinematográfica muestra la persona que, ante la propuesta de contemplación de una película, te dice: “Esa ya la he visto”. Como si se tratara de un helado, que una vez engullido no se puede volver a comer. Los filmes son obras de arte (cuando lo son) y, como tales, toleran repetidas visiones. Como las pinturas. Cada vez que voy al Museo del Prado voy siempre a ver los Velázquez. Y de paso veo alguna sala diferente: Velázquez y Goya, Velázquez y la pintura barroca española, Velázquez y los primitivos flamencos, and so on.
Es célebre la frase de R. W. Fassbinder en que reconocía haber visto 40 veces “Vivir su vida” de J. L. Godard. Y no me parece una exageración. El caso es que hay películas que se ven muchas veces. Pero yo distinguiría tres categorías.
En primer lugar las que se ven repetidas veces por motivos que podríamos considerar laborales. En mis muchos años de profesor de la asignatura de Medios audiovisuales he visto multitud de veces películas como Tiempos modernos, de Chaplin, Casablanca o El nombre de la rosa. En mis clases de Literatura es habitual, al llegar a las vanguardias, contemplar Un perro andaluz, de Buñuel.
La segunda categoría es la de las obras maestras (algunas del apartado anterior lo son). Con esas pasa como con las pinturas de Velázquez: uno no se cansa de verlas y siempre aprende algo o ve en ellas algo nuevo. Películas como Ciudadano Kane, de Welles, El séptimo sello, de Bergman, La gran ilusión, de Renoir, Amanecer, de Murnau, El hombre que mató a Liberty Valance, de Ford, y tantísimas otras.
Pero de las que quería hablar hoy es de otra categoría, a las que llamaría películas habitables. Con ese término me refiero a esas películas que uno ve una y otra vez (cada año o cada dos años), pero por motivos estrictamente privados. Porque tocan una fibra particular del sujeto espectador. No tienen que ser necesariamente obras maestras (aunque muchas lo son), pero el asiduo culto que les dedicamos responde a causas de índole puramente personal. Son estas las que denomino películas habitables, porque en ellas nos sentimos como en casa. Tenemos un particular placer de estar en ellas. Supongo que es una relación como la que se tiene con el mito particular (el preferido) de cada persona: “dime cuál es tu mito personal y te diré quién eres”: la bajada de Orfeo a los infiernos, la expulsión del Paraíso, los amores de Hero y Leandro…
En mi caso algunas de mis películas habitables las firma Woody Allen (Manhattan, Annie Hall, Otra mujer…), otras son auténticos clásicos (El hombre tranquilo, el idilio irlandés de John Ford), las hay europeas (En el curso del tiempo, de Wenders, La piel suave, de Truffaut), orientales (El retrato de madame Yuki, de Mizoguchi o Los siete samurais, de Kurosawa), cubanas (Memorias del subdesarrollo, de Gutiérrez Alea) o incluso españolas (Arrebato, de Zulueta).
De la misma manera que hay películas habitables, cabría hablar de las inhabitables. Esas películas que gozan de cierta reputación, pero que la mirada no encuentra en ellas asidero como para sentirse en casa y que, por tanto, padecemos al verlas o, más sencillamente, preferimos no ver. (Aquí podrían entrar, en mi caso, las de Tarkowski o Tarantino, por poner dos ejemplos de cineastas absolutamente diferentes. Ni que decir tiene que las del manchego Almodóvar entran de lleno en esta categoría.)
martes, 2 de julio de 2013
Figuras retóricas: alegoría
Sabemos que una alegoría es, como a veces se la denomina, una metáfora continuada, o mejor dicho, una serie de metáforas interrelacionadas, una serie de términos imaginarios que remiten, uno a uno, a términos de la realidad.
Para ejemplificar esta figura vamos a traer una muy sencilla que utiliza Pérez Galdós, en Fortunata y Jacinta.
Doña Desdémona, esposa del comadrón Francisco de Quevedo (así se llama el personaje, qué le vamos a hacer), quiere enviar a Doña Lupe, tía de Maxi (Maximiliano Rubín), y a través de Maxi, la noticia de que Fortunata, su adúltera esposa ya fuera del hogar, acaba de parir. Como todos tienen a Maxi por loco (y desde luego no está en su sano juicio) se atreven a utilizarlo como mensajero:
“Hágame el favor de decirle a Lupe que la pájara mala sacó pollo esta mañana… Un polluelo hermosísimo… Con toda felicidad…”
Dos páginas después, asistimos a este pasaje: “Lo primero en que Doña Lupe puso su atención inteligente fue en la cara del joven al dar el recado, y se pasmó de su impavidez a pesar de que demostraba penetrar el sentido recto de la alegoría empleada por la señora de Quevedo.”
El propio autor explicita la figura retórica que ha empleado Doña Desdémona (alegoría) y distingue entre sentido figurado (la serie de metáforas) y sentido recto (la realidad a que remite la alegoría). A nosotros, como ya hizo Maxi, nos toca realizar la ecuación entre los términos imaginarios y los reales: “la pájara mala” (T.I) = Fortunata (T.R); “sacó polluelo” (T.I) = ha parido un niño (T. R).
Otra muy sencilla es la alegoría que utiliza Jorge Manrique en su copla tercera (a la muerte de su padre): “Nuestras vidas (T.R) son los ríos (T.I) / que van a dar en la mar (T.I) / que es el morir (T.R)”. Donde aparecen tanto los términos imaginarios (indispensables en toda alegoría) como los reales (opcionales).
Es curioso que Fortunata, cuya ignorancia es casi proverbial, parezca haber leído a Manrique, pues cuando está muriéndose suelta lo siguiente en su monólogo interno: "Me muero; la vida se me corre fuera, como el río que va a la mar."
Es curioso que Fortunata, cuya ignorancia es casi proverbial, parezca haber leído a Manrique, pues cuando está muriéndose suelta lo siguiente en su monólogo interno: "Me muero; la vida se me corre fuera, como el río que va a la mar."
Estas son alegorías breves, de un par de metáforas interrelacionadas. La alegoría más célebre y elaborada de la literatura española se la debemos a Gonzalo de Berceo: es la que aparece como introducción a los Milagros de nuestra señora.
Etiquetas:
Literatura Universal,
Pérez Galdós,
Retórica
sábado, 22 de junio de 2013
Una anécdota de Juan Benet
Corría el verano de 1984 y asistía a un curso sobre “Edad Media y Literatura Contemporánea” de la U.I .M.P. que, en el Palacio de la Magdalena , dirigía Francisco Rico. Juan Benet era uno de los invitados y presentó una ponencia que tenía mucho de boutade y provocación. Pero además daba una charla o participaba en una mesa redonda en la sala grande del palacio. Acudió con un bigote faulkneriano que hasta entonces no le había visto y con el que aparece en muchas fotos posteriores. Yo, que me preciaba de osado e ingenioso, cuando llegó el momento de que pudiera hablar el público participante, quise preguntarle si ese blanquecino mostacho que lucía era otra forma de homenaje a su escritor predilecto, pero había oído hablar de la mordacidad de Benet y no me atrevía a retarlo en un terreno tan freudianamente personal. Así que me mordí la lengua y mi duda no llegó a alzarse hasta la tarima. No me arrepentí de ser prudente, pues minutos después, una joven estudiante, ingenua y desafortunada, le espetó:
- ¿Qué opina, señor Benet, de la nomenclatura novela histórica?
El escritor dudó un instante:
- ¿Nomenclatura?... ¿Novela histórica?... Tiene que haber páginas.
Por una injusticia de la indiferente naturaleza la tierra no se abrió para recibir en su seno a la desventurada señorita, con el rojo de cuyas mejillas se podría haber pintado con creces el salón grande en que transcurría el acto.
lunes, 17 de junio de 2013
Oraciones simples para setiembre. 3º ESO
1. El azar es casi siempre favorable al hombre prudente.
2. Los conquistadores juzgaban inhóspitos aquellos parajes.
3. ¿En qué academia os preparan para la Selectividad?
4. A ese profesor no le gusta el comportamiento de sus alumnos.
5. El examen de Matemáticas se lo repetirá el profesor a sus alumnos.
6. ¿Será reivindicada por los sindicatos la reducción de la jornada laboral?
7. Los incidentes fueron provocados por varios encapuchados.
8. Esa mujer llevaba deformados los zapatos.
9. Raíz de todos los males es la avaricia.
10. A tu compañero de clase se le entregará el certificado mañana por la mañana.
11. El acusado escuchó impasible la sentencia.
12. Te espero a las siete en la puerta de mi casa.
13. He visto deprimido a tu amigo Jorge.
14. Confia en tus posibilidades.
15. La cabina telefónica ha sido destrozada por unos desconocidos.
16. Hubo muchos invitados al convite de la boda del futbolista.
17. El éxito de tu examen dependerá de tu implicación en los estudios.
18. Se estudia muy poco en los meses de verano.
19. Los corredores llegaron exhaustos al final de la carrera.
20. Dáselo ya.
En el link "Sintaxis" hay ejemplos de oraciones resueltas.
2. Los conquistadores juzgaban inhóspitos aquellos parajes.
3. ¿En qué academia os preparan para la Selectividad?
4. A ese profesor no le gusta el comportamiento de sus alumnos.
5. El examen de Matemáticas se lo repetirá el profesor a sus alumnos.
6. ¿Será reivindicada por los sindicatos la reducción de la jornada laboral?
7. Los incidentes fueron provocados por varios encapuchados.
8. Esa mujer llevaba deformados los zapatos.
9. Raíz de todos los males es la avaricia.
10. A tu compañero de clase se le entregará el certificado mañana por la mañana.
11. El acusado escuchó impasible la sentencia.
12. Te espero a las siete en la puerta de mi casa.
13. He visto deprimido a tu amigo Jorge.
14. Confia en tus posibilidades.
15. La cabina telefónica ha sido destrozada por unos desconocidos.
16. Hubo muchos invitados al convite de la boda del futbolista.
17. El éxito de tu examen dependerá de tu implicación en los estudios.
18. Se estudia muy poco en los meses de verano.
19. Los corredores llegaron exhaustos al final de la carrera.
20. Dáselo ya.
En el link "Sintaxis" hay ejemplos de oraciones resueltas.
domingo, 9 de junio de 2013
El perfeccionismo artístico de Flaubert
En Madame Bovary Flaubert quiso lograr lo que nadie había imaginado antes que él, una prosa que tuviera un grado máximo de control e intensidad, al mismo tiempo limpia y flexible, tan objetiva como un informe científico, tan soberana y completa en su significado como una ecuación matemática. En una carta dice que una metáfora ha de aspirar a la precisión de la geometría. En la generación anterior a la suya, Balzac y Stendhal habían escrito novelas atropelladas de peripecias en las que la narración quedaba interrumpida casi a cada párrafo por los comentarios en primera persona del autor. En una carta Flaubert explica, célebremente, su ideal inverso: que el autor sea tan omnipresente pero tan invisible entre sus personajes como Dios entre sus criaturas. Balzac y Stendhal podían escribir una novela completa en unas semanas, a la velocidad risueña a la que componían Mozart o Rossini. Uno de los atractivos casi perversos de la correspondencia de Flaubert es seguir paso a paso la escritura lentísima de Madame Bovary, que se prolonga a lo largo de cinco años y centenares de cartas. No existe otro monumento como ese al oficio de la literatura: la soledad de cada día, la paciencia obstinada, la vigilancia cuidadosa de cada palabra, el corregir y tachar, copiar de nuevo, volver sobre lo escrito, sin permitirse ninguna indulgencia, prefiriendo, dice Flaubert, “rabiar como un perro” antes que dar por hecha una frase apresurada, antes de que un párrafo alcance su plena maduración.
Antonio Muñoz Molina: "Literatura de insomnio", Babelia, 8-6-2013
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