Hace ya más de doce años que escribí un post titulado "La pregunta que nunca se debe hacer" (https://ccm-cidehamete.blogspot.com/2012/08/la-pregunta-que-nunca-se-debe-hacer.html). Ayer, leyendo los breves ensayitos humorísticos de Umberto Eco (recogidos en Cómo viajar con un salmón) me topé con el siguiente pasaje que toca el asunto con gracia e ironía.
“El
visitante entra y dice: “¡Cuántos libros! ¿Los ha leído todos?”. Al
principio, creía que la frase revelaba sólo a personas poco familiarizadas con
los libros, acostumbradas a ver solo estanterías de tres al cuarto con cinco
novelas policiacas y una enciclopedia infantil en fascículos. Pero la
experiencia me ha enseñado que la frase la pronuncian incluso personas
insospechables. Se puede decir que se trata, con todo, de personas que tienen
una noción de la estantería como depósito de libros y no de la biblioteca como
instrumento de trabajo, pero no basta. Creo que, ante muchos libros, cualquiera
cae presa de la angustia del conocimiento, y fatalmente se desliza hacia la
pregunta que expresa su tormento y sus remordimientos.
(…) a la pregunta sobre los libros hay que responder mientras la mandíbula se te crispa y ríos de sudor frío te bajan por la columna vertebral. Yo, antaño, había adoptado la respuesta despectiva: “No he leído ninguno; si no, ¿por qué los tendría aquí?”. Pero es una respuesta peligrosa porque desencadena la reacción obvia: “¿Y dónde pone los que ha leído?”. Es mejor la respuesta estándar de Roberto Leydi: “Muchos más, señor, muchos más”, que deja helado al adversario y le hace caer en un estado de estupefacta veneración. Pero la encuentro desalmada y causa ansiedad. Ahora me he replegado hacia la afirmación: “No, estos son los que tengo que leer para el mes que viene, los demás los tengo en la universidad”, respuesta que, por una parte sugiere una sublime estrategia ergonómica y, por la otra, induce al visitante a anticipar el momento de la despedida”. (1990)
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