jueves, 26 de diciembre de 2024

Ortega y Gasset a propósito de Luis Vives

 

Ortega y Gasset tenía el don (no sé si llamarlo así) de la digresión. Prometía escribir (o hablar, como en este caso) sobre un tema, y terminaba hablando sobre cualquier otra cosa, a veces sin rozar el asunto que le movió a la reflexión. Recuerdo la perplejidad que me produjo su ensayo sobre “La psicología del hombre interesante” donde, desde luego, nada dice sobre el supuesto objeto del escrito. En su conferencia sobre Vives y su mundo, como de costumbre, apenas habla de Luis Vives y sí mucho de su mundo. Ahora bien, también le caracteriza, por momentos, una penetración deslumbrante y tiene pasajes que son verdaderamente luminosos, con un poder de síntesis inmenso. Por ejemplo, el siguiente, que cito. Está hablando sobre la época de Vives (paso del siglo XV al XVI) y cómo supone un cambio relevante respecto a los siglos medios, y lo sintetiza de la siguiente manera:

 

         “Pero en tiempo de Dante no sólo se vive desde Dios, sino que se vive cara a Dios y de espaldas al mundo. Quiero decir que no sólo existe el hombre mirando a todo lo intrahumano desde la relación sobrenatural y de salvación entre Dios y él, sino que no considera como últimamente estimable sino ocuparse de esa relación. De suerte que para estos hombres todo lo que no sea estar ocupándose en la relación con Dios, material y concretamente, es una ocupación secundaria y, en última instancia, menospreciable. Por eso se crea, como vida ejemplar, un tipo de vida que, desde el punto de vista mundano, es incomprensible: la vida monacal y eclesiástica, la vida que se ocupa en plegaria y oración. Los hombres que se juzgan mejores, en estos tiempos, se ocupan en orar y disciplinarse, no en gozar de este mundo; pero tampoco en trabajar.

         En los siglos de transición que siguen continúa el hombre viviendo desde Dios, pero ya no cara a Dios. Por ejemplo en el siglo XV, ya no cara a Dios, desde Dios pero cara al mundo. Dios sigue ahí para ellos: aún creen; pero queda a su espalda. La vida ha girado, pues, 180 grados: desde Dios se mira no a Dios, sino al mundo, y se atiende a lo terreno. El protestantismo acabará en media Europa con la vida monacal. Lutero resume su moral religiosa diciendo: “Hay que seguir la obra de Dios en el mundo”, en este mundo. ¿Creen que es casual que san Ignacio de Loyola funde, precisamente en este tiempo y frente a Lutero, una orden, la primera que en absoluto no es orden monacal, cuya finalidad no es el retiro ni la oración, sino la pelea en medio de este mundo, la conquista de este mundo para Dios y a la que se da por eso un nombre militar: “Compañía de Jesús”, es decir, una especie de Tercio castellano a lo divino. He ahí en lo que habían coincidido, sin advertirlo, Lutero y San Ignacio.”

 

(José Ortega y Gasset: Vives- Goethe, Rev. Occidente, p. 48-49)

 

Por lo que respecta al tema central de su charla, nuestro gran humanista de la primera mitad del XVI, lo despacha así en las últimas líneas:

 

“Se dice, pues, muy pronto la biografía de Vives. Bastan cuatro palabras: nació, estudió, escribió, murió.” (p. 69)

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