Norbert Elias (1897-1990), que estudió medicina, psicología y sociología, fue una figura muy destacada en este último campo, con obras fundamentales como La sociedad cortesana o El proceso de civilización. Leyendo hoy un librito suyo sobre cómo se muere en nuestro tiempo (La soledad de los moribundos), me encuentro con un pasaje en que cita un poema barroco alemán y lo comenta con brevedad, pero de forma magnífica. Luego lo relaciona con el maravilloso poema “To his coy mistress” (A su amada esquiva), de Andrew Marvell, cuya traducción (por Javier García Gibert) recogí hace años en este blog. Toda una lección de interdisciplinariedad. Lo cito:
Un poema de una época
relativamente tardía como el siglo XVII quizá nos ayude a ver claramente esta
diferencia. Es del poeta silesiano Christian Hofmann von Hofmannswaldau y lleva
por título «Caducidad de la belleza»:
Con el tiempo al fin la
muerte pálida
con su fría mano acariciará
tus senos
empalidecerá el coral
maravilloso de tus labios;
la nieve tibia de tus hombros
se tornará fría arena;
el relámpago dulce de tus
ojos,
el vigor de tu mano
por los que tal perece
a tiempo cederán.
Tu cabello que hoy del oro el
resplandor alcanza
como un vulgar cordón
deslucirán los años.
Tu bien formado pie,
tus graciosos andares
en parte tornarán al polvo
en parte serán nada,
inanidad.
Nadie ya ofrendará a tu
hermosura divina.
Esto y aún más que esto ha
por fin de extinguirse.
Tan sólo tu corazón podrá
vencer el tiempo
pues que en diamante lo talló
Natura.
(…)
Una poesía como ésta surgió
probablemente de un modo mucho más inmediato del trato social y convivencial de
hombres y mujeres que la poesía altamente individualizada y privatizada de
nuestros días. En ella se unen la seriedad y la broma de un modo que difícilmente
encuentra hoy parangón. Quizá se tratara de un poema de ocasión que encontrara
acogida en los círculos frecuentados por Hofmannswaldau y fuera muy celebrado
por sus amigos y amigas. Faltan en este caso las notas solemnes o sentimentales
que posteriormente solían ir unidas a los recordatorios de la muerte y la
tumba. Que tal admonición vaya aquí unida a una alusión jocosa, muestra de
manera especial la diferencia de actitud. Los amigos del poeta disfrutaron sin
duda de este aspecto jocoso que muy fácilmente escapa al lector actual.
Hofmannswaldau dice a la melindrosa bella que toda su belleza se ajará en la
tumba: sus labios de coral, sus hombros blancos como la nieve, sus ojos
relampagueantes, su cuerpo entero, se descompondrá... a excepción de su corazón,
que es duro cual un diamante, ya que no escucha sus cuitas. En la paleta de los
sentimientos —y de los poemas— contemporáneos es raro encontrar un paralelo con
esta mezcla entre lo funerario y la travesura: una descripción detallada de la
caducidad humana como estratagema en un flirt.
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