Unas cosas llevan a otras.
Una querida amiga me
recomienda que vea en youtube una conferencia de Rosa Sala sobre Goethe y su tiempo. Así lo hago y
disfruto enormemente (las redes no tienen por qué ser espacios para amplificar
lo banal o ejercitar la crueldad, también pueden ser lugares donde acoger los
frutos de la inteligencia y creatividad humanas). Rebusco en el ciberespacio cosas
de la autora y me entero de que ha escrito un libro sobre la canción Lili Marleen. Veo una entrevista al
respecto.
Eso me lleva a revisar la
película de Fassbinder, que vi hace muchos años y me encantó. Y entonces se
produce el hechizo, la inaudita tangencia.
Pero tengo que dar un pequeño
rodeo para llegar a ella… Cuando explicaba, años ha, el teatro de Lorca, solía
leer en clase su Charla sobre teatro,
a propósito del homenaje que le hizo la familia teatral madrileña a raíz del
estreno de Yerma (1935), y comentarla
demoradamente. Uno de los pasajes que más me gustaban (y son muchos en tan
breve texto los memorables), era el siguiente:
“Para los
poetas y dramaturgos, en vez de homenajes yo organizaría ataques y desafíos en
los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saña: "¿A que no
tienes valor de hacer esto?" "¿A que no eres capaz de expresar la
angustia del mar en un personaje?" "¿A que no te atreves a contar la desesperación de los soldados enemigos
de la guerra?”.
Siempre
pensaba lo genial que sería representar esa última demanda del autor, que
subrayo en negrita. Pues bien, ¿quién lo hizo de forma inmejorable? Nuestro querido
Fassbinder. En su película hay varias escenas (sobre todo cuando se emite por
primera vez la canción desde radio Belgrado por los nazis, pero también cuando
se emite desde radio Calais por los aliados) en que se consigue transmitir esta
vivencia de los soldados enemigos de la guerra. Fassbinder los filma como en
sobreimpresión, dándole una pregnancia enorme a los gestos de los soldados (su soledad, la mirada
perdida) que escuchan la canción.
¿Habría
leído Fassbinder el texto de Lorca? Chi lo sa. Podría haber ocurrido, pues el
genio bávaro, antes de hacer 3 o 4 películas por año en su etapa más productiva
(verdadero monstruo creador), se dedicó unos 10 años a hacer teatro (o mejor, antiteatro) con su grupo de Munich.
Fuere lo que
fuere, el caso es que nuestro querido Fassbinder dio forma a esa exigente
propuesta del genio granadino.
Entre genios
anda el juego.
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