jueves, 18 de enero de 2024

El Eros pedagógico en pintura (Jan Steen y Constantin Guys)

 

En un reciente viaje por Italia, el amigo Javier me cuenta que en la Academia Carrara de Bérgamo se encontró con un par de cuadros más que interesantes: un retrato del Aretino hecho por Ticiano, y un encuentro de Montaigne con Tasso en la celda adonde le condujo su locura. Y es que para nosotros el hallazgo de un cuadro, de una película o un texto literario valiosos constituye siempre una circunstancia encomiable.

Esto me trae a la memoria algunos de los descubrimientos personales hechos en museos no de los más conocidos. Por ejemplo, en el de Bellas Artes de Burdeos descubrí el cuadro de Henri Gervex Rolla, que es una pintura que me subyuga. Pero de la que hoy quiero hablar es de otra, que me causó profunda impresión cuando visité, ya hace un montón de años, la Wallace Collection londinense.

 Se trata de The harpsichord lesson, de Jan Steen (1629-1679). Recuerdo que me pareció una manifestación muy palpable de la relación entre amor y pedagogía, ese eros pedagógico, que era una idea muy asentada entre las mías.


 

Vemos a una joven que toca su clavecín y a un maestro ya entrado en años (aunque remozadamente vestido) que se inclina hacia ella señalando algo con su dedo índice. La soledad de ambos, y la mirada ligeramente lasciva del maestro, me hacían pensar en un trasfondo erótico que invadía la apacible escena, máxime cuando aparecía una llave colgada de la pared entre ellos (símbolo fálico, me decía el freudiano que había en mí por esa época) y un cuadro encima de temática amorosa (con Venus y Cupido, e incluso se percibe detrás una especie de gigante mayor asombrado).

 El comentario de la página web del museo viene a decir que el cuadro toma con humor algo burlesco esa posibilidad erótica y que, de hecho, tanto Venus como Cupido duermen. No estoy seguro de que Cupido duerma, tal vez esté intentando despertar a Venus (¿intentando despertar el deseo de la joven?) He de decir que la importante presencia en la colección de obras de François Boucher (con su refinado erotismo) debió actuar como coadyuvante contextual de mi interpretación.

 El tema de la lección de música es muy habitual en la pintura holandesa del XVII (hay un cuadro de Vermeer, bastante sobrio y casto, u otro de Gabriel Metsu, más ambiguo, entre los muchos que se dedican a este asunto). Yo seguía pensando que una sugestión erótica los debía acompañar de una u otra manera.

 Cuál no sería mi sorpresa cuando hoy, releyendo El pintor de la vida moderna, de Baudelaire, me pongo a buscar las obras de Constantin Guys en Internet (la primera vez que leí el texto apenas podía confrontar lo que escribe Baudelaire con las producciones del pintor) y me topo con esta escena que viene a ser una constatación –eso creo- de  mis antiguas ideas sobre el tema. En la página donde lo encuentro lo presentan como The student and music teacher.




Aquí la señora, que debía hacer de carabina, se ha quedado dormida, lo que aprovecha el maestro para dar un beso en la espalda (esa espalda que sugiere una nalga) de la discípula. La idea que rondaba mi pensamiento aquí no puede ser más explícita, de manera que podría llamar, para mis adentros, a esta pintura Quod erat demostrandum.

 

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