jueves, 22 de junio de 2023

ANATOMÍA DE UN INSTANTE, de Javier Cercas. La magia de la literatura y un final memorable

 

 

En el memorable repaso y estudio de los gestos de Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo, la tarde del 23 F, que constituye la trama de Anatomía de un instante, de Javier Cercas, ese texto que quiso ser novela, se convirtió en reportaje interpretativo y terminó anhelando ser novela, y al que preferimos llamar texto u obra para evitar equívocos, escrito con una prosa límpida e informativa, que no renuncia a ser estética, con sus repeticiones a manera de ritornelli, hay una combinación que aparece con mucha frecuencia: zumban las balas.

 

Desde que me llamó la atención y empecé a registrarla me la he topado como una docena de veces, pero sin duda me dejé algunas más antes de que captara mi atención: es cierto que a la balacera (término que no utiliza, pero que es lícito) de los guardias civiles denomina en ocasiones tiroteo, acribillar el hemiciclo, pero sin duda la que más veces emplea es la citada: “mientras las balas zumbaban a su alrededor” es el sintagma que se repite obsesivamente.

 

Lo curioso es que la primera vez que aparece (pág. 16 en mi edición de Círculo de Lectores) se halla muy cercana a una cita de Borges, del relato “Biografía de Tadeo Cruz”, recogido en El Aleph. La cita reza: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.”

 

De alguna forma Anatomía de un instante es una indagación de ese momento del tiroteo en el hemiciclo del Congreso, y de cómo en los gestos (las reacciones) de los tres citados personajes se definen y saben para siempre quiénes son.

 

Hacia el final de la obra, en la última aparición del citado sintagma (pág. 421), vuelve a acudir al recuerdo de Borges, para señalar: “como si misteriosamente, en ese instante eterno, no sólo Suárez sino todo el país hubiera sabido para siempre quién era.”

 

Lo que yo creo percibir es que, tras el repetido recuerdo borgiano, se esconde otro, que no explicita, pero que está operando a lo largo de todo el texto. Me refiero al soberbio “Poema conjetural” del escritor argentino, que comienza precisamente así:

 

Zumban las balas en la tarde última.

Hay viento y hay cenizas en el viento,

se dispersan el día y la batalla

deforme y la victoria es de los otros.

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.

(…)

 

Poema en que, hacia el final, su protagonista, Francisco Narciso de Laprida descubre “la recóndita clave de mis años”, “alcanzo / mi insospechado rostro eterno”, es decir, descubre para siempre quién es.

 

Sólo quería indicar que, en mi opinión, el poema de Borges opera como subtexto, no menos que el fragmento del relato citado, y que esto, entre otras cosas, contribuye a darle ese tono literario a este texto que quiso ser novela y que, por muy complejos y dilatados caminos tal vez sí que alcanzara a serlo.

 

Ah, y otra cosa. Todo este preámbulo sólo quería llegar aquí: a recomendar vivamente la lectura o relectura del final de la obra. Si toda la obra se lee con placer, interés e incluso apasionamiento, el final, las tres últimas páginas, constituyen uno de los momentos más emotivos que me haya sido dado leer en nuestra literatura. Pocas obras (y concluir una obra entraña una dificultad especial) me han producido una impresión tan fuerte en su final.

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