En
el primer fragmento del capítulo VII de la segunda parte de La
ciudad y los perros,
que se dedica a los avatares del teniente Gamboa, tras su intento de
aclarar la muerte del cadete Ricardo Arana en el colegio militar
Leoncio Prado y que finalmente le conducirá -le penalizarán- a un
destino anodino lejos de Lima y en el límite de la selva, nos
topamos con el siguiente pasaje:
“El
teniente salió, sin pedir permiso al capitán. El patio de las
cuadras estaba vacío, pero pronto sería mediodía y los cadetes
volverían de las aulas como
un río que crece, ruge y se desborda
y el patio se convertiría en un bullicioso
hormiguero.”
(Seix Barral, 1976, p. 296)
Subrayo
las dos imágenes que emplea el autor: se refiere a la salida de los
cadetes de las aulas con el símil del “río” (que crece, ruge y
se desborda, donde introduce de pasada otra imagen “ruge”), y
luego utiliza la metáfora del “hormiguero” para representar el
multitudinario movimiento del patio.
Lo
llamativo es que son dos imágenes sencillas, manidas, casi
coloquiales, podríamos decir, y el autor no hace nada por alterarlas
(o desautomatizarlas), aunque sea mínimamente. Son imágenes muy
básicas, pero eso sí, muy efectivas, crean perfectamente el efecto
que quieren crear, sin distraer para nada al lector.
Vargas
Llosa es, como escritor, dueño de un estilo preciso y eficaz, pero
sin la menor floritura o refuerzo retórico. Es, ante todo y
esencialmente, un gran constructor, un arquitecto de la novela.
En
uno de los Nueve
cuentos de J. D.
Salinger, el tiulado “El periodo azul de Daumier-Smith”, que es
casi un relato picaresco de un casi pintor que se pone a trabajar en
una casi academia de dibujo que dirigen en Montreal unos japoneses,
nos encontramos con este pasaje (Bobby es el padrastro del narrador,
y ha traído al hotel que comparten una invitada):
“La
invitada era una mujer joven muy atractiva, divorciada hacía unos
pocos meses, con quien Bobby salía bastante a menudo y a quien yo
había visto en diversas oportunidades. Era una persona
verdaderamente encantadora, y todos los intentos que hizo para lograr
mi amistad, para persuadirme amablemente de que me despojara de mi
armadura, o por lo
menos del yelmo,
fueron interpretados por mí como una velada invitación a meterme en
su cama en cuanto me viniera bien, es decir, apenas pudiéramos
esquivar a Bobby, que notoriamente era demasiado viejo para ella.”
(Edhasa, 1986, p. 200).
En
el original inglés:
The
guest was a very attractive young lady, then only a few months
divorced, whom Bobby had been seeing a lot of and whom I'd met on
several occasions. She was an altogether charming person whose every
attempt to be friendly to me, to gently persuade me to take off my
armor, or at least
my helmet,
I chose to interpret as an implied invitation to join her in bed at
my earliest convenience--that is, as soon as Bobby, who clearly was
too old for her, could be given the slip.
Subrayo
igualmente las imágenes tanto en la traducción castellana con en el
original. Lo llamativo de Salinger, y es propio de su estilo, es
cómo, partiendo de una imagen manida, la de “armadura” para
referirse a la cerrazón de una persona, le añade un desarrollo
inesperado, “yelmo”, que desautomatiza la imagen anterior y le da
intensidad novedosa; por no atender a la sutil insinuación que el
verbo “despojarse” (take off) propone si se lo relaciona con la
frase que va a continuación (y que el personaje-narrador interpreta
como propuesta erótica). Es otro concepto de estilo en la prosa,
aquel que considera que la literatura tiene que dar un sentido más
puro (más innovador, desautomatizado) a las palabras de la tribu, y
que eso se suele conseguir poniendo en relación palabras que
normalmente no lo están (o no lo están en el uso que en el texto se
les da: “armadura” y “yelmo” sí están en relación, pero
como vestuario de guerra, no para referirse a la cerrazón o cortedad
de carácter).
Dos
estilos, dos maneras. Reconozco que me siento más próximo al
concepto de estilo de la prosa que maneja Salinger, pero eso no quita
que valore, y mucho, la manera que tiene Vargas Llosa de construir un
relato.
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