En mi volumen de los Diálogos
de L. Anneo Séneca, en el libro 1º de Sobre la ira se podrá
encontrar al paso la siguiente anotación: Jesús Donázar. Este es
el nombre de mi profesor de Matemáticas en el bachillerato, y uno de
los culpables, sin duda, de que yo me haya dedicado al ejercicio de
la enseñanza. Mucho nos enseñó de Matemáticas, pero mucho más de
ética o de dignidad humana. Recuerdo algunas frases suyas, como la
siguiente al tentarle un día nosotros para que se definiera
políticamente: "Creo que, en la circunstancia actual de nuestro
país, lo único que puede ser una persona decente es de izquierdas."
Corría el año 1974 y él hacía mucha insistencia en las palabras
actual y decente. También recuerdo su chispeante
ironía cuando me apodaba "Petronio, el árbitro de la
elegancia". (Yo, como pobre, vestía bastante mal; pero además,
como rebelde, extremaba mi desaliño.)
Si hoy traigo a colación el
recuerdo de mi antiguo profesor se debe a una de las mayores
lecciones (tal vez la máxima) que nos dio en esos años. Nosotros
teníamos bastante confianza con él, y un día decidimos un amigo y
yo gastarle una broma, de muy mal gusto sin duda, como más tarde
comprenderíamos. Cuando él se disponía a entrar en clase nos
parapetamos tras la puerta y le impedíamos abrirla. Así estuvimos
un buen rato (tal vez menos de un minuto) hasta que percibimos con
claridad notas de serio enfado en su voz y sus gestos.
Tras conseguir entrar el
disgusto era notorio en su rostro. Se dirigió a nosotros y nos dijo:
"No os voy a castigar ahora, porque estoy muy enfadado y me temo
que sería injusto, y el castigo excesivo. Ya os lo pondré mañana
cuando esté más calmado." Y así lo hizo. Nos puso una E de
conducta negativa esa evaluación, nota que disminuía
automáticamente en un nivel la calificación por conocimientos. A mi
amigo apenas le afectó. Su Sobresaliente se convirtió en un
Notable, pero mi escaso Suficiente de clase, significó que esa
evaluación suspendiera a causa de mi conducta. Fue uno de los dos
Insuficientes que obtuve a lo largo de todos mis estudios. Pero creo
que valió la pena.
Recientemente leyendo a Séneca
me encuentro con el siguiente pasaje: "Nada menos adecuado que
el que castiga se encolerice, puesto que el castigo es más útil
para corregir, si se impone después de reflexionar. De ahí lo que
Sócrates dice a su esclavo: "Te golpearía si no estuviese
encolerizado". La reprimenda al esclavo la difirió a un momento
de mayor serenidad; en aquel momento se reprendió a sí mismo."
¡Qué sabio era nuestro
profesor de Matemáticas!
Jesús Donázar fue profesor mío en los Salesianos de la Avda. de la Plata entre 1971 y 1975. Me pesa no haberle hecho llegar este escrito, que data de 1994, en vida.
3 comentarios:
Estimado Carlos:
No tengo el gusto de conocerte. Mi nombre es Jesús, allá por aquel año 71 que nombras, yo contaba 3 años de edad. Por casualidad he encontrado este artículo que dedicas a mi padre, y me ha emocionado y reconfortado a partes iguales. Ciertamente era un apasionado de la educación a través de la pedagogía, y te agradezco infinitamente este pequeño homenaje que le dedicas a través de tus anécdotas. Con sus defectos, creo que fue tan buen padre como maestro. Le sigo echando muchísimo de menos. Un abrazo.
Hola. Nací en 1961 y fui alumno de don Jesús Donázar durante dos cursos, en 2º y 3º de BUP. Escribo lo que sigue porque me ha alegrado mucho encontrar esta semblanza sobre él. Siempre que me he parado a pensar cuál ha sido el mejor profesor que he tenido nunca, su imagen me ha venido sin vacilación a la mente, con su guardapolvo blanco y sus gafas de gruesos cristales. Supo aguijonear en muchos de nosotros el deseo de aprender más de lo imprescindible. Nos planteaba problemas de matemáticas que constituían retos personales de superación. Recuerdo volver a casa por las tardes, después del colegio, y enfrascarme en ellos con la determinación de resolverlos, costara lo que costara. A veces me iba a dormir sin haber encontrado la solución; en estos casos lo normal era encontrarla nada más despertar, como si en el sueño hubiera seguido elucubrando sobre el enigma. Las enseñanzas de "don Ázar", como imaginábamos su nombre los alumnos, han sido para mí algo que ha trascendido la asignatura que impartía. Él representó y ha seguido representando en mi recuerdo un gran ejemplo de integridad moral, y me mostró la importancia de la disciplina cuando ésta va encaminada a un objetivo estimable. Después de tenerlo como profesor, nunca lo volví a ver. Lamento ahora no haber ido en los años posteriores a saludarlo y haberle dicho lo agradecido que le estaba.
Hola soy Begoña, y yo también fui alumna suya en salesianos. Sin lugar a duda, hoy soy maestra por lo que él me supo transmitir.
Un recuerdo que siempre tendré en mis recuerdos.
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