Ninguna epopeya termina con esa piedad entre dos hombres pertenecientes a dos bandos opuestos [se refiere a Aquiles y Príamo, que se dan una tregua para llorar a Patroclo y Héctor respectivamente].
Sin llegar nunca tan lejos, ninguna epopeya es tan poco “patriótica” ni tan completamente “humana”. Incluso sabemos que Eneida, que se aproxima mucho a Homero y se inspira abiertamente en Ilíada, obedece a un deseo de propaganda dinástica. Puede establecerse un bello contraste entre las dos descripciones de los escudos en ambas obras. En Ilíada, el escudo que Hefesto cincela para Aquiles representa el cielo y el mar, y dos ciudades humanas, una en paz, que se entrega al gozo y practica la justicia, la otra en guerra, donde se lucha y se muere. Añade la labranza, la cosecha, la vendimia, la ganadería y, por último, la danza: un resumen de la vida y de las actividades humanas. En Eneida, el escudo que Vulcano forja para Eneas representa escenas de la historia de Roma, con Augusto en el centro y con numerosos episodios a la gloria de los romanos. La comparación destaca en su vigor el carácter universal, y profundamente humano, de Homero. A Virgilio le conmueve la historia de Roma; a Homero, el destino de los hombres.
Jacqueline de Romilly: Por qué Grecia, p. 39.
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