Hoy traigo al blog dos joyas de la plástica, por motivos diferentes. Viendo la última película de Fernando Trueba, El artista y la modelo, obra hermosa y contemplativa, se produce un momento mágico, eso que –tomando una expresión de Lezama Lima- suelo denominar “cantidad hechizada”, cuando el artista, un escultor octogenario, le muestra a su joven modelo un dibujo aparentemente simple y banal. Al preguntarle qué le parece, la joven responde que bonito. El escultor hace un gesto de desaprobación y le hace descubrir, mirada a mirada y detalle a detalle, cómo ese rápido dibujo de Rembrandt es una de las joyas de la historia del arte. El proceso de ese descubrimiento es –en mi opinión- el momento más hermoso de la película.
La otra obra se encuentra en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses. Se trata de un fresco de Caravaggio que se titula “La vocación de Mateo” y representa el momento en que Jesús llama al recaudador de impuestos que era Mateo (el hombre asombrado que se lleva la mano al pecho y se pregunta ¿es a mí?) para que abandone todo y le siga. Ni que decir tiene que abandonó todo y le siguió. Más tarde escribiría el evangelio que lleva su nombre. De esto hemos hablado hoy en el tema de La Biblia , en clase de Literatura Universal. Mucha atención a la irresistible mano de Jesús.
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