domingo, 22 de noviembre de 2020

Un homenaje poético de Fernando Quiñones a Lope de Vega.

 En estos días en que leo sobre comedia española del barroco, en un viejo número de la revista Cuadernos Hispanoamericanos me encuentro este homenaje poético de Fernando Quiñones a Lope de Vega. Aquí lo traigo:


    EPITAFIO (1562-1962)

                por

FERNANDO QUIÑONES


SOLO yo tuve tiempo y también me fué breve.

¿Quién vivió y escribió con más denuedo?

El sabor de cien bocas, el gusto de la harina

Mística, España ardiendo, la estameña

Del dolor, los aplausos, la ciega primavera,

Me llenaron: pude escribirlos,

Conocí el amargor de cuanto vive.

La radiante zozobra de existir.

Gloria, amor, pena, enormes e incesantes ,

Me llenaron del todo. Detén el paso ahora: 

Quien tan de tierra fué, vuelto al olvido

Lo adivinas aquí: Yo fuí Lope de Vega.


(Cuadernos Hispanoamericanos, 161-162, mayo-junio 1963, p.313)

   

martes, 10 de noviembre de 2020

La polémica Mañach / Lezama Lima (revista BOHEMIA, septiembre y octubre de 1949) (4)

 Con este último texto de Mañach damos fin a esta serie dedicada a la polémica que esos dos gigantes de las letras cubanas de mediados del XX mantuvieron a propósito de la comprensión y comunicabilidad de la poesía.


Final Sobre la Comunicación Poética

por Jorge Mañach



Puesto que BOHEMIA tiene lectores para todos los temas, y aun no pocos a quienes gusta descansar de lo político abrumador en lo científico y lo estético, no se me tendrá mal que todavía hoy añada un artículo –ya para terminar– a los dos que he publicado sobre materia poética a propósito del último libro de Lezama Lima.


Huelga decir que la cosa tiene cierta importancia cubana. No trascendemos mucho al exterior, o a la Historia, por nuestros episodios políticos, sino por la cultura. Heredia o Julián del Casal –y no digo ya Martí, que atendió en grande a los dos menesteres– han hecho más por el prestigio cubano que toda la fauna menuda, y mucha de la mayor, en nuestra vida oficial. Que se cultive en Cuba poesía buena es cosa tan importante, por lo menos, como el que la Nación esté bien gobernada, y, desde luego, mucho más importante que la fortuna, próspera o adversa, de tal o cual bandería o renglón administrativo.


Traspuesto ya, a guisa de vestíbulo, ese honorable lugar común, podemos preguntarnos: ¿Qué manera de expresión poética le daría hoy a Cuba más gusto, más edificación espiritual y más prestigiosa resonancia? ¿Por ventura esa que vienen haciendo los Lezama Lima y sus cofrades?

domingo, 8 de noviembre de 2020

La polémica Mañach / Lezama Lima (revista BOHEMIA, septiembre y octubre de 1949) (3)

 Lezama Lima no volvió a participar en la polémica, pero Mañach sí. Provocado por un artículo algo incendiario de Luis Ortega, en que hacía acta de la defunción intelectual de la generación de la Revista de Avance ("Una generación que se rinde", Prensa Libre, 2 de octubre de 1949), volvió a la carga para intentar aclarar sus posiciones respecto al quehacer poético. Como también lo hará en un artículo de una semana después, que próximamente subiré al blog, y con el que daré por cerrada esta serie. 



Reacciones a un diálogo literario

(algo más sobre poesía vieja y nueva)

por Jorge Mañach


No pensaba insistir en el tema de “cierta” poesía nueva, sobre el cual hemos dialogado un poco Lezama Lima y yo en estas páginas. Aunque disto mucho de pensar que la respuesta del poeta fuese convincente en la misma medida en que me resultó interesante, ya él dijo lo suyo y yo lo mío, y es sabido hasta qué punto es una ilusión pensar que en este género de diálogos nadie convenza a nadie.


Pero la discusión ha servido al menos para suscitar en los círculos literarios –y hasta en las infraliterarias– reacciones diversas que no deben perderse en el silencio. La más pública ha sido la de un compañero de prensa, Luis Ortega, que en las páginas de Prensa Libre, sustrayéndose a su tarea habitual de arrimarle titulares como brasas a la opinión pública, procedió a anotar que yo no había polemizado en absoluto con Lezama Lima, sino que me había sencillamente rendido a los pies del poeta, y conmigo toda mi generación. Según él, la confesión que hice de que no entiendo la poesía de Lezama Lima marca el agotamiento, la defunción intelectual de los hombres del 25. ¡Sancta simplicitas la del amigo Ortega!... Aquí, sin duda, cuadraría muy bien aquello de “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, o la salida de Mark Twain de que la noticia de su muerte estaba un poco exagerada.


Una bonita frase de Lezama parece haber inspirado ese arrebato necrológico del distinguido repórter. Nosotros, los hombres del 25, o más específicamente, los que hicimos la Revista de Avance, hemos cambiado –decía el poeta– “la fede por la sede”. Como se trata de una frase de Lezama Lima, no estará de más aclarar lo que quiere decir por si alguien no la entiende. Quiere decir que hemos cambiado la pura dedicación a las cosas de la inteligencia y de la sensibilidad por los halagos o las solicitaciones de la vida histórica. En otras palabras: no nos hemos dedicado a ser poetas, o ensayistas químicamente puros, sino que hemos hecho política, periodismo, labor de animación cultural y otras cosas nauseabundas por el estilo.

jueves, 5 de noviembre de 2020

La polémica Mañach / Lezama Lima (revista BOHEMIA, septiembre y octubre de 1949) (2)

 Le toca ahora el turno a la respuesta de José Lezama Lima, en la misma revista Bohemia, una semana después.



        En la foto José Lezama Lima y Jorge Mañach


Respuesta y nuevas interrogaciones. Carta abierta a Jorge Mañach por José Lezama Lima.


        Qué puntual elegancia, mi querido amigo, muestra usted en su epístola, que le ha permitido enseñar sus más esenciales discrepancias, burlando ciertas furias, pero, con tacto fino para evitar la posibilidad siquiera de un rasguño, entregándonos sin paliativos sus negaciones, lejanías o indiferencias. Así también, quisiera yo, evitando sus enojos, mostrarle al descubierto lo que va implícito en las secretas progresiones de esa poesía a la que usted alude, corriendo ya expresa en el alegre despertar de sus imágenes y metáforas.

        Por una cuestión formal en el tratamiento de los símbolos, en la portada, de un color que gusto de llamar verde tierno, aludiendo a esa ternura que la capilla natural de rocío coloca en el verde de nuestros alamillos; aparece una viñeta y allí donde usted creyó ver una lámpara, sin que sea acaso necesaria la rectificación, se trata de un tornillo sin fin... Referencia tal vez a cierta plaza de a cultura cubana, donde pocos deseaban situarse y donde yo precisamente he insistido en levantar mi tienda con tan reiterada constancia que ha motivado siempre el total entrecruzamiento de flechas.


Aunque usted se declare una y otra vez convicto del no entiendo, nosotros no vamos a caer en la trampa de igualarlo a celui qui ne comprend pas. Pero usted sabe, mi querido amigo, que la frialdad disidente y el ardor neófito se entrecruzan en la misma divinidad enemiga. Expresiones como eso ya lo hice en mi juventud y nosotros queremos empezar de nuevo y equivocarnos, en apariencias opuestas por el vértice, se allegan, se tocan y se destruyen. 

martes, 3 de noviembre de 2020

La polémica Mañach / Lezama Lima (revista BOHEMIA, septiembre y octubre de 1949) (1)

 

Decía en un reciente post dedicado a Pidal y su escrito sobre la oscuridad culterana que los textos llevan a los textos. Y anunciaba cómo un pasaje del ensayo me había traído a la mente la polémica Mañach-Lezama Lima sobre la comprensión (o no) de la nueva poesía del grupo de la revista Orígenes. Se trataba del momento en que el humanista Pedro de Valencia le escribe a Góngora:


Vuesamerced huye de la claridad y escurécese tanto que espanta de su lección no solamente al vulgo profano, sino a los que más presumen de sabidos en su aldea; ...apenas yo le alcanzo a entender en muchas partes”. (subrayado mío)


Porque, precisamente, Mañach era de los más “sabidos en su aldea” en la Cuba de finales de los cuarenta, y, prácticamente lo que le viene a decir a Lezama es “apenas yo le alcanzo a entender en muchas partes”.


La polémica es eterna: se dio entre Góngora y Jáuregui, como entre Mañach y Lezama, la poesía como comunicación de Bousoño frente a la poesía como conocimiento de Valente, y se podría haber dado entre Freud y Lacan… y así hasta la confluencia de las líneas paralelas.


Traeré al blog los textos iniciales de Mañach y Lezama, así como textos posteriores del primero de ellos en que continúa aclarando su posición (4 textos en total: no recojo la totalidad, porque-como en toda polémica- hubo bastante de excrecencias y mala sombra, que resultan perfectamente obviables).


Fue una polémica en torno a dos formas de entender la poesía (expresión comunicativa / expresión hermética), así como un conflicto generacional (los jóvenes de Orígenes perpetraban el consabido asesinato del padre en la figura de Mañach).


[Me he servido del siguiente material para elaborar los posts:

-Iván González Cruz: Archivo de José Lezama Lima, Madrid, 1998, donde se encuentra el primer texto de Mañach y la respuesta de Lezama, págs. 683 y ss.

- José Lezama Lima: Imagen y posibilidad, La Habana, 1981, selección de textos hecha por Ciro Bianchi Ross, donde se recoge la respuesta de Lezama.

- en Internet se puede encontrar el artículo de Ana Cairo “La polémica Mañach-Lezama-Vitier-Ortega”, La Habana, 2001, que recoge todos los textos de la polémica, aunque la presentación no pase de discreta y la edición se resienta a veces de pequeños (o grandes) errores: esa manía de llamar Gracilazo al insigne toledano del “dolorido sentir” o el hecho de editar incompleta la respuesta de Lezama.


https://fdocuments.mx/download/ana-cairo-la-polemica-manach-lezama-vitier-ortega


- también he tenido en cuenta los originales de la revista Bohemia, que se puede consultar en Internet. Desde ellos -dejándome la vista- he corregido pequeños errores que cometen todos los editores. En algún caso doy, entre corchetes, una lectura diferente al texto original, por pensar que se ha producido algún error tipográfico -entiendo que en mi edición también los habrá, pero los iré corrigiendo conforme los vea o se me haga reparar en ellos.

Haré alguna pequeña anotación al final de los textos -que publicaré en varios posts-, sobre todo en los casos en que los diversos editores yerran (como en el verso de Valéry que cita Lezama).]


El Arcano de Cierta Poesía Nueva. Carta Abierta al Poeta José Lezama Lima por Jorge Mañach.


Poeta: A mi regreso a La Habana hace unos días, hallé sobre mi mesa, cargada de los recuerdos de la ausencia, un ejemplar de su último libro, titulado La Fijeza. También encuentro el “regalo cordial” que Cintio Vitier me hace de su obra más reciente, El hogar y el olvido, publicada igual en esas bellas ediciones de la revista Orígenes que usted viene dirigiendo desde hace algunos años con heroísmo y prestigio sumos.


Primorosos volúmenes ambos, sobre todo el de usted, con esa cubierta citrón (le gustará a usted que no diga el color en castellano, para que el adjetivo no se domestique demasiado) que lleva el nombre de usted en modestas letras blancas, como una cicatriz antigua o un vago rubro estelar: con una viñeta en sepia de Portocarrero, donde se conjugan una lámpara, una oreja y algo que parece un caracol de tripa mágica; y dominando ese tranquilo misterio de la portada, el título austero de sus versos, La Fijeza, como una negra pupila escrutadora.

jueves, 29 de octubre de 2020

Burlas y veras sobre el culteranismo. El conceptismo culterano.

 

El texto de Menéndez Pidal, recientemente incorporado a este blog, me trae a la mente algunas consideraciones sobre el culteranismo. La primera, una mera anécdota jocosa; la segunda, una propuesta pedagógica que surge de la manera en que yo explicaba en clase ese fenómeno.


Empecemos por la broma. Según mi tío Jorge el gongorismo consistía en pedir un vaso de leche de la siguiente manera: Dame un recipiente cristalino del líquido perlino de la consorte del toro. Estos días en que leo la Filosofía de la elocuencia, del gran Antonio de Capmany, mucho me temo que el insigne catalán lo citaría como ejemplo de perífrasis viciosa. Pero es el caso que Pidal cita la respuesta de Góngora a una carta de censura por sus Soledades en que el ilustre cordobés, en un momento dado, suelta lo que sigue: “pues no se han de dar piedras preciosas a los animales de cerda”, lo que no deja de ser una desafortunada manera de aludir al pasaje evangélico (Mateo, 7, 6) sobre “echar perlas a los cerdos”. Parecería que cazamos a don Luis parodiando el gongorismo.

Hasta aquí la broma.


La consideración pedagógica viene a cuento de otra frase, ahora de Pidal, hacia el final de su ensayo: “Oscuridad, arcanidad, es principio que aparece como fundamental en la teórica del culteranismo y del conceptismo, estilos al fin y al cabo hermanos.” (El subrayado es mío.)

Cansancio producía ver en los manuales de Lengua y Literatura Españolas la tan cacareada oposición entre conceptismo y culteranismo como estilos opuestos que atendían, el primero, al fondo y a las ideas, y el otro, a la forma y las palabras, etc., etc., etc. En un conocido artículo de Fernando Lázaro Carreter, continuación en gran medida del de Pidal, “Sobre la dificultad conceptista” (recogido en Estilo barroco y personalidad creadora), el autor mostraba lo mucho que de común tienen los máximos representantes de las susodichas escuelas (Quevedo y Góngora) e insistía en sus conclusiones: “se ha señalado cómo Góngora tiene una base conceptista, que debe ser profundizada si queremos medir exactamente la magnitud de su originalidad (...) El culteranismo aparece, pues, como un movimiento radicado en una base conceptista.” (Subrayados míos.)


Esto me llevaba en clase a explicar ambos movimientos como variantes del estilo artificioso del barroco (en oposición a la naturalidad renacentista), que tiene siempre una base conceptista (persecución del ingenio a través del concepto: “acto del entendimiento que exprime [=expresa] las relaciones que existen entre los objetos”, según Gracián, y que conlleva la proliferación retórica de imágenes, antítesis, hipérboles, juegos de palabras… que lo caracterizan). Y por eso los denominaba yo: conceptismo, al estilo de Quevedo (si bien podemos distinguir un conceptismo de baja intensidad, el de Cervantes y Lope, heredero de la poética renacentista de la naturalidad expresiva, de un conceptismo de alta intensidad, el propio de Quevedo y Gracián), y conceptismo culterano al de Góngora (y seguidores: Calderón de la Barca, Paravicino, etc.).


¿Qué añadía Góngora al conceptismo? Lo deja claro en algunos pasajes que recoge Pidal en su artículo: la latinización expresiva, que afecta al léxico (el cultismo), a la sintaxis (el hipérbaton violento) y a los referentes clásicos (la alusión mitológica).


Me parecía una forma sencilla y pedagógica (aunque aquí va demasiado sintética, sin los ejemplos con que lo ilustraba en clase) de indicar lo que unía y separaba a ambos estilos.

sábado, 24 de octubre de 2020

Ramón Menéndez Pidal: OSCURIDAD, DIFICULTAD ENTRE CULTERANOS Y CONCEPTISTAS (texto completo)

Cuando ya me disponía a teclear otro artículo de Mañach, leyendo Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII, de Lázaro Carreter, me encuentro con una cita y elogio del ensayo de Pidal ("uno de sus artículos más bellos"). Ello me lleva a releerlo y me gusta tanto que lo busco en el ciberespacio. Como no está disponible al acceso general, me decido a teclearlo (aunque es medianamente extenso, unas 10 páginas). Mientras lo hago, algunas de sus reflexiones me recuerdan la polémica Mañach / Lezama Lima, que creo no tardaré en traer al blog. Unos textos llevan a otros.


OSCURIDAD, DIFICULTAD ENTRE CULTERANOS Y CONCEPTISTAS


La obra maestra de Menéndez Pelayo, la Historia de las Ideas Estéticas, contiene en el estudio del culteranismo unas páginas que hoy han sido juzgadas como deficientes, debido sobre todo al tiempo en que se escribieron. Uno de los puntos allí descuidados, voy a indicarlo aquí, porque me parece también descuidado posteriormente, y apuntaré su relación con el conceptismo, que creo necesario ha de tenerse siempre presente.


A comienzos del siglo XVII los teorizantes de la literatura, apoyados, como era de rigor, en abundantes textos de autores clásicos, condenaban unánimes la oscuridad en el estilo, como uno de los vicios evidentes. La oscuridad es simplemente “abominable” hasta para el joven don Luis Carrillo en su Libro de Erudición Poética (1607) que es un manifiesto del nuevo gusto entonces incipiente. Por esto, en el mismo instante en que Góngora envía desde Córdoba a Madrid su nueva obra Las Soledades (1613), la crítica de los más diversos matices notó en aquella poesía la oscuridad como punto vulnerable y totalmente indefendible.


El doctísimo humanista Pedro de Valencia, admirando a Góngora en el más elevado estilo que intentaba en Las Soledades, procura amistosamente contenerle dentro de los límites de “la llaneza con grandeza”, para lo cual le propone modelos de escritores griegos en parangón con los cuales quiere hacerle ver el exceso a que ha llegado: “Vuesamerced huye de la claridad y escurécese tanto que espanta de su lección no solamente al vulgo profano, sino a los que más presumen de sabidos en su aldea; ...apenas yo le alcanzo a entender en muchas partes” (1) Esta confesión nos hace hoy entender el extraordinario hermetismo a que había llegado la nueva poesía: era hermética aun para personas más instruidas que Góngora en las literaturas clásicas, donde la poesía romance de aquellos siglos tomaba a manos llenas sus metáforas y alusiones. Lo era igualmente para los poetas más ejercitados y más a la moda de entonces, según hace resaltar Lope de Vega, alegando su caso personal: “algunos estudios y no pocos años de lección en esta materia, y a tantos versos escritos, no me aprovechan para entender una estancia de uno de los poetas de esta vena”.