Releo, en mi grupo de
lecturas, Últimas tardes con Teresa, y éstas son algunas de las reflexiones que
me provoca:
- En la “novela familiar” de
Pijoaparte (su creencia de que desciende de un marqués) hay algo que liga a
este pícaro del siglo XX con el Buscón don Pablos, y sus ansias de
ennoblecimiento (que serán dura y sistemáticamente rechazadas por el propio
autor de la novela, don Francisco de Quevedo y Villegas –no olvidemos sus dos
caídas del caballo que vertebran la estructura del relato-). Aquí serán también
dos sus fracasos: el sueño francés de la familia Moreau y el sueño de Teresa
Serrat (al principio y al final de la novela).
- Y es que, en mi opinión, la
novela de Marsé podría ser encuadrada como un cruce entre la inmarcesible
tradición de la picaresca y la novela social, aunque, eso sí, una
novela social rompepelotas y netamente contraria a los cánones del movimiento.
Pues sí la novela social (o socialista) se centra en la crítica de un régimen
político y social dominado por la derecha, aquí lo que se critica es a los burguesitos
progres que quieren encarnar esa crítica al sistema. Por eso la obra no fue
bien recibida por la izquierda (Vázquez Montalbán, en su evocación en El País (17-2-1985), o Corrales Egea,
que señala como la obra se aparta de la dirección correcta en orden a la
censura).
- Algo que también señala
Corrales Egea (La novela española actual,
1971) es como la obra constituye una secuela de Tiempo de silencio, de
Martín Santos, pero en vez de seguir la dirección crítica de aquel, se revuelve
en un sentido contrario, lo que produce un intento fallido. También pienso yo
que sigue a Martín Santos, pero esencialmente en el uso tan libre y creador del
lenguaje, y en la figura de un narrador
enormemente interventor. No es, sin embargo, obra tan experimental como Tiempo de silencio, lo que la convierte,
por otra parte, en una novela mucho más legible.
El apartado 1 de la parte 3 (La naturaleza del poder que
ejercen…), en que se cuenta la
presentación de Manolo a los amigos politizados de Teresa, con sus insistentes
y a veces sarcásticos incisos en paréntesis, me parece uno de los más claros ejemplos
de hacia dónde apunta nuestro autor, y esa feroz caracterización del grupo resistencialista:
“Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como
víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno
como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda.” (p. 232)
- Hay una visión muy entrañada
de la ciudad de Barcelona (¿amor o desamor? difícil decidirse), pero también late muy
profundamente la mirada vengativa (resentida) del xarnego contra ese suprematismo
catalán que ya se deja notar en el mundo narrado.
- El final es también muy logrado: la huida hacia delante de Pijoaparte
–con moto robada- para encontrarse con Teresa, la ensoñación del encuentro (y
su futuro juntos) que se ve bruscamente cortada por la detención policial:
“Documentación” (denunciado por Hortensia, la sobrina del Cardenal).
Luego hay una elipsis
temporal, y un encuentro –dos años más tarde- con Luis Trías de Giralt en el
bar Saint Germain des Prés, donde éste le da cuenta de algunos detalles de la
nueva vida de Teresa (le contó riéndose lo de su detención, perdió su virginidad,
y ha estrechado amistad con Mari Carmen, la ex de Alberto Bori, y se dedican a
frecuentar intelectuales…)
Y se cierra así el relato: “Y dando media
vuelta, con las manos en los bolsillos, el Pijoaparte salió de allí.”
Ese allí que, probablemente no se refiera sólo al local, sino a un
mundo social con el que se cruzó momentáneamente y el sueño de una vida mejor
que se le escapó definitivamente.



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