lunes, 15 de diciembre de 2025

Dos milagros de la historia del cine

 

Para José Antonio Jiménez, que me dio a conocer los filmes de Linklater.

 

Hacia principios del siglo XXI se consumaron lo que considero dos milagros de la historia del cine. Por milagro (se puede entender de muchas maneras, como hacer películas magníficas con escaso presupuesto) me refiero aquí al hecho de hacer una serie de películas en torno a la misma trama y con los mismos actores con bastantes años de por medio. Estoy aludiendo al díptico de Denys Arcand: El declive del Imperio americano (1986) y Las invasiones bárbaras (2003), y a la trilogía de Richard Linklater: Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes del anochecer (2013). Teniendo en cuenta los imperativos de la industria cinematográfica resulta complicado que se puedan llevar a cabo estos proyectos. En ambos casos ayudó el hecho de que fueran filmes exitosos los que abrían la serie, y en el de Linklater de que se tratara de sólo dos actores (Ethan Hawke y Julie Delpy) que, además, colaboraron también en la escritura del guion en las últimas películas de la serie. Más reducido (sólo dos filmes), pero más complejo, es el caso de las de Denys Arcand, pues se llevan a cabo con 17 años de diferencia y el núcleo de actores que se repiten consta de seis.

 

La trilogía de Linklater resulta entrañable y algo adictiva (la he descubierto recientemente y la contemplé en tres días sucesivos), lo que no quiere decir que me encante ni me convenza del todo. La idea inicial (el encuentro de dos jóvenes en un tren y la petición del chico a la chica para que se baje antes de su destino y permanezca esa noche con él callejeando por Viena) me parece una extraordinaria base para un guion. Otra cosa es que el resultado me parezca del todo logrado. En el deambular de los dos protagonistas (que ocupan el 90 por ciento del filme) me cargan a ratos sus conversaciones (a veces brillantes, a veces no tanto) y tampoco me entusiasma la interpretación de Ethan Hawke (Julie Delpy, en cambio, está siempre maravillosa, aunque tal vez su belleza me haga ser un juez poco imparcial). Se usa mucho el travelling (esa “cuestión de moral”, según Godard) y aun se abusa del procedimiento en las tres películas. Eso sí, aparte de lo adictivas que resultan (ya lo he confesado) hay dos momentos impagables en las dos últimas: el final de Antes del atardecer (2004), cuando Céline (Delpy) pone cachondo a Jesse (Hawke) imitando a Nina Simone y le espeta: “Me parece que vas a perder el avión” (un magnífico final); en la última, la discusión de la pareja en la habitación de hotel que les han regalado para pasar su última noche en Grecia, es muy densa y tensa, muy realista y extraordinariamente interpretada (ahora sí, por los dos protagonistas).

 

Si tengo que elegir, me quedo con el díptico de Arcand (que he visto repetidas veces). Ese mundo de profesores universitarios de Historia en una Facultad de Montréal, cínicamente cultos y desaforadamente libidinosos, es un mundo que encuentro más cercano, que me llega más (citan a autores que acostumbro a leer) y, en el paso de la primera a la segunda (17 años después), se va también de cierta frivolidad un tanto postmoderna a un discurso (con el protagonista más golfo aquejado de un cáncer terminal) que mira a la trascendencia (ese plano –cristiano- del cielo mientras la piadosa enfermera le inyecta la dosis de morfina que acabará con su vida).

 

Cinco filmes que conviene ver y dos auténticos milagros de la historia del cine.

 

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