La historia de mi relación con esta novela de Henry James
–que de momento no concluye- es larga. Leyendo muchos años atrás Aspects of the novel, E. M. Forster llamaba
la atención sobre la simetría de la composición de James, lo que le otorgaba
una gran carga estética. Eso, en mi caso, constituyó un acicate para su
lectura. En un viaje a Londres encontré el libro en una edición barata y me lo
traje a casa, con la esperanza de que mi inglés llegara a fluir de tal manera
que pudiera leer la obra en el original. Pero esto no llegó a suceder.
Recientemente encuentro el libro en una biblioteca pública y lo saco. Al
empezar a leerlo, aunque me parece interesante y magníficamente escrito, me doy
cuenta de que ya le cuesta a mi castellano seguir el ritmo de introspección
psicológica del autor, de sus presuposiciones
y sobreentendidos implícitos, con lo cual aquel antiguo proyecto de
lectura en inglés se me antoja absolutamente irrealizable. Pero es el caso que
la novela tiene más de 400 páginas, y para mi seminario de lecturas vamos a
leer ahora una que ronda las 700. No creo que en un mes, con el turrón, el cava
y los regalos de por medio pueda leer más de mil páginas. El propio Forster y
sus dudas de si vale la pena emprender lo exigente y dura que resulta la
lectura de la novela para llegar al premio de la redondez estética me disuade
de seguir adelante por el momento. Ya volveré a ella cuando disponga de mucho
tiempo sereno por delante.
Lo que sí me ha permitido este breve encuentro con
la obra es la siguiente reflexión sobre aspectos de la traducción.
En las primeras páginas de la novela, el
protagonista Strether, un norteamericano de viaje por Europa, inicia una
conversación con una compatriota a quien había visto en el barco, que se inicia
con una referencia a conocidos comunes. Me encuentro con el siguiente pasaje:
“Pero resultó que no conocía lo bastante a los
Munsters para que les fuesen de ayuda a ninguno de los dos, así que se quedaron
solos delante de la mesa puesta de la conversación. La alusión a
dicho vínculo había quitado más que añadido un plato, y no parecía haber nada más que servir. No obstante, la actitud de
ambos fue la de no levantarse de la mesa;
y el efecto que esto causó sirvió para darles la sensación de haberse aceptado
el uno al otro con una ausencia casi total de preliminares.”
(traducción: Miguel Temprano García, ed. Alba, 2020)
Me sorprende la cohesión y el magnífico carácter
literario que le da al párrafo la imagen de la conversación como mesa
puesta. Busco en el original, pues supongo que la idea procede del autor y
me encuentro:
“But he didn’t, it happened, know the
Munsters well enough to give the case much of a lift; so that they were left
together as if over the mere laid table
of conversation. Her qualification of the mentioned connexion had rather removed
than placed a dish, and there
seemed nothing else to serve. Their
attitude remained, none the less, that of not forsaking the board; and the effect of this in turn
was to give them the appearance of having accepted each other with an absence
of preliminaries practically complete.”
En efecto, James ha creado ese sugestivo juego
metafórico y el traductor lo respeta inmaculadamente.
Si comparamos con la otra traducción que conozco de
la novela, que data del año 2000, vemos que el traductor olvida completamente
la exquisita isotopía literaria creada por James y lo traduce a su manera, de
forma muy libre y perdiéndose en el camino gran parte de la ingeniosa belleza
del fragmento:
“Pero resultó que él no conocía a los Munster lo
bastante para que le echaran una mano en aquel caso; así que se los despachó al
instante como si en el repertorio de temas prefiriese lo sencillo. La apostilla
femenina a la relación mencionada más había suprimido que aportado un tema y al
parecer no había nada más a lo que recurrir. La actitud de ambos siguió siendo,
pese a todo, la del que no quiere abandonar el repaso del índice; y la
consecuencia de esto, a su vez, fue la sensación de que se habían aceptado
recíprocamente con una ausencia prácticamente total de preliminares.”
(traducción: Antonio-Prometeo Moya, ed. Montesinos,
2000)
Pocas páginas
después me encuentro con un pasaje donde se produce una situación semejante.
Pongo en negrita de nuevo los elementos de isotopía literaria generados
por el autor y que un traductor respeta
y el otro neglige:
“The latter had laid upon his friend, by
desperate sounds through the door of his room, dreadful divined
responsibilities in respect to beefsteak and oranges—responsibilities which
Miss Gostrey took over with an alertness of action that matched her quick
intelligence. She had before this weaned
the expatriated from traditions compared with which the matutinal beefsteak was
but the creature of an hour, and it
was not for her, with some of her memories, to falter in the path though she
freely enough declared, on reflexion, that there was always in such cases a
choice of opposed policies.”
“Este había depositado en su amigo,
mediante murmullos desesperados emitidos a través de la puerta de la
habitación, unas responsabilidades que se adivinaban espantosas a propósito de
un bistec y unas naranjas, responsabilidades con las que la señorita Gostrey
cargó con una rapidez de acción que casaba con su viva inteligencia. Ya había destetado antes a expatriados de otras
tradiciones comparadas con las cuales el bistec matutino era como un recién nacido, y no sería ella, guiada
por algunos de estos recuerdos, quien vacilara con respecto a qué camino debía
seguir; aunque admitió de buen grado, al pararse a pensarlo, que en tales casos
siempre había que elegir entre dos políticas opuestas."
(traducción: Miguel Temprano García, ed. Alba, 2020)
(traducción:. Antonio-Prometeo Moya, ed. Montesinos,
2000)
Todos nos lleva a pensar que la traducción más
reciente es superior por ser más respetuosa de los hallazgos creativos del
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario