jueves, 30 de junio de 2022

Flannery O´Connor y Valdano me llevan a pensar sobre el tatuaje

 

Me llamó la atención la siguiente observación, que vale por un aforismo, de Jorge Valdano en su libro Fútbol: El juego infinito:


El gran futbolista es el único artista que las clases populares tienen a mano.”


Hoy, leyendo “La espalda de Parker”, asombroso relato de Flannery O´Connor, que trata de un personaje que tiene casi todo su cuerpo tatuado, yo, enemigo declarado del tattoo y de todo lo irreversible, pienso si no será el tatuaje el único modo de acceso, junto al fútbol, que muchas personas tienen a la experiencia artística.


¡Qué dos extraordinarias narradoras son la citada Flannery O´Connor y Katherine Anne Porter, esas dos damas del Sur!

martes, 28 de junio de 2022

De nuevo sobre el perdón: Jorge Valdano

 


En mis últimos años en la enseñanza, asistí a uno de los usos (o por mejor decir, abusos) de la nueva pedagogía, que consistía en el hecho de que cualquier falta (desconsideración, insulto grave, violencia) que cometiera un alumno se arreglaba (se borraba, por así decir) con pedir perdón. De manera que el alumno despotricaba con su boca grande y luego perdía perdón con la pequeña, y todo arreglado. No lo entendía yo así, y a cualquier alumno que se alteraba le pedía que midiera sus palabras o sus actos, y de hecho formaba parte de mi manera de ser el no aceptar las disculpas en determinadas ocasiones. Cuando uno pasa de ciertos límites, el mal hecho no se borra con una insincera disculpa dicha entre dientes. Otra cosa es una disculpa sincera, que compromete a la persona que ha cometido el error, pero eso pertenece ya casi al orden de la metafísica y no se puede resumir aquí.


Hace no mucho traje en post un texto magnífico de Natalia Ginzburg donde reflexionaba sobre el perdón en relación con la política y los actos terroristas. Hoy traigo un fragmento de Jorge Valdano, de quien leo con placer su libro tbol: el juego infinito. En un momento del libro toca el tema de la relación de los futbolistas con las palabras (relación habitualmente difícil) y cuestiona un uso erróneo, pues que frívolo, del “pedir perdón”. Ahí va el texto:


son los perdedores quienes están introduciendo un nuevo y lamentable matiz en su discurso. Sobre todo en situaciones definitivas como las finales, los entrenadores y los jugadores dicen tras la derrota: «Quiero pedir perdón a los aficionados por esta desilusión». Ya lo he oído en varios países. ¿Perdón por perder? Perder una final es como morir en la orilla después de haber cruzado el océano a nado. ¿Cómo no valorar el cansancio, los temporales y los ataques de tiburones que se sortearon en el largo trayecto? Solo debe pedirse perdón si uno cree no haberlo dado todo en el intento. Y siento mucho decirles que aquellos que no se esfuerzan hasta el límite en la alta competición, no tienen perdón. Si solo lo hacen como un acto de demagogia más, tampoco lo tienen. O sea, que no se les concede.” (pág. 220)


Impagable Valdano, un futbolista que respeta y mima las palabras.

sábado, 11 de junio de 2022

El Oscar de la telefonía sentimental concedido a María Casares

 


En marzo de 1947, María Casares, que rodaba en Roma La chartreuse de Parme, junto con Gérard Philipe, y habiendo roto con Albert Camus (que estaba casado) al finalizar la guerra, llevaba una vida sentimental muy agitada en torno a dos Juanes, recibe una carta de su padre, el que fuera ministro de la República española, Santiago Casares Quiroga, de la que entresacamos un divertido pasaje. Es evidente que la literatura española perdió, con la dedicación a la política de don Santiago, una pluma de lo más ingeniosa y afilada. La carta se recoge en las memorias de la actriz.


Como puedes figurarte, aquí la vida sigue tan igual a sí misma como siempre; y no es de esperar que cambie. Sin embargo, un acontecimiento se ha producido que no quiero ocultarte aun a riesgo de herir tu natural modestia, pero teniendo en cuenta que un éxito es siempre un éxito y que no debe ser ocultado a quien merecidamente lo obtuvo. El hecho es que, unos minutos después de tu telegrama, llegó aquí, en adecuado pliego a tu nombre, un Diploma de la Dirección de Telégrafos y Teléfonos otorgándote un 1er Premio como Primera Comunicante Particular en el mes de Febrero por el heroico esfuerzo que has hecho para acumular, en cuatro simples comunicaciones, la confortable suma de diecisiete mil setecientos francos, cantidad que ningún abonado particular ha conseguido igualar en tan corto lapso de tiempo. Reconozco que el Diploma es merecido e importante, pues fuerza es confesar que equivale a una especie de “Oscar” de la telefonía sentimental. Y por eso, sin duda, me emocionó. ¡Qué diablo! Después de todo uno es padre y tiene su alma en su almario, ¿no? De ahí que me haya emocionado. Tanto, que, de golpe, me quedé ronco; ronquera que duró -y eso te dará una idea de la intensidad de mi emoción- hasta día y medio después de haber pagado el importe del Diploma. Unos cuantos éxitos de tal cuantía y la diño de puro entusiasmo.”

(María Casares: Residente privilegiada, Argos Vergara, 1981, pág. 289)