Al ínclito François René de Chateaubriand debemos la expresión de sorpresa (una comparación hiperbólica negativa) que habría de tener extraordinaria fortuna en el mundo de las letras posterior.
En su impagable novelita René (1802), hacia la parte final, cuando el melancólico protagonista recibe la carta de su hermana Amélie (su único consuelo y su secreta pasión) en que le declara su intención de entrar en un convento para consagrarse a la vida religiosa y, por tanto, separarse definitivamente de él, su reacción ante la inesperada noticia se describe así:
“La foudre qui fût tombée à mes pieds ne m´eût pas causé plus d´effroi que cette lettre.”
En la traducción española que tengo (de Manuel M. Flamant, que lo tradujo a mediados del XIX) suena así:
“Un rayo que hubiese caído a mis pies no me hubiera causado el espanto que esta carta.”
A Chateaubriand debió gustarle la expresión, pues la utiliza, de forma similar, en diversos momentos de sus tardías Mémoires d´Outre-tombe (1848):