Hoy traigo a estas páginas un recuerdo familiar. Mi tío Jorge Marcé Castany, que tenía una memoria prodigiosa, solía recitar un poema burlón y escatológico -un exabrupto más bien- dedicado a la ciudad de Matanzas (Cuba), que al parecer había compuesto hacia finales del siglo XIX un empresario circense que tuvo allí una mala experiencia (supuestamente le quemaron el circo: todo ello es pura tradición oral). El curioso soneto de 15 versos (que mi tío titula Elegía), en vez de endecasílabos, consta de octosílabos (no muy regulares, en un momento dado se cuela un heptasílabo) y rimas que tampoco responden a los modelos clásicos. Desgraciadamente no conozco Matanzas (la Atenas de Cuba, según reza la tradición), pido disculpas a los matanceros que se puedan sentir ofendidos por el texto, pero no puedo dejar de pagar esa deuda que, con la memoria de mi tío, tiene contraída la tradición oral cubana.
Matanzas, me cago en ti,
y en tu puñetero pan,
y en tu cochino San Juan,
y en tu sucio Yumurí.
Me cago en el Potosí,
que abarca todo el estero,
y, por dejar de cagar,
me cago en los matanceros.
El día que llegué aquí,
todo me lo jodieron,
la carpa me la quemaron,
los yeguas me las mataron
y los monos se me fueron.
Tiene que ser maricón
el hombre que nazca aquí.
N.B. Incluyo también la versión manuscrita de mi tío, con su estupenda letra Palmer.
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