Recuerdo
que, cuando hace años, estudiando en Perugia un curso de verano de
italiano, cayó en mis manos el pasaje de Paolo y Francesca, del
Inferno
de Dante, al llegar al verso anteriormente referido, me quedé
estupefacto por su
fuerza y sonoridad.
Acababa de toparme con
uno de esos versos que son absolutamente perfectos y que desafían
cualquier posibilidad de traducción. Pienso en el gongorino “infame
turba de nocturnas aves”, o la inigualable aliteración de San Juan
de la Cruz: “un no sé qué que quedan balbuciendo”, o “la mer,
la mer, toujours recomencée”, de Valéry, por citar sólo tres
ejemplos máximos.
La
traducción en prosa castellana que manejaba yo, de Bruguera,
traducía “la boca me
besó tembloroso”, que
resultaba un tanto lánguido y simplón. De forma parecida traduce
también en prosa, en la B.A.C., Nicolás González Ruiz: “me besó
temblando en la boca”, que no tiene apenas fuerza.
Yo
entonces, temerario, intenté unos endecasílabos que pudieran
acercarse a versionar el original, con resultados muy
insatisfactorios: primero escribí “la boca me besó trémulamente”,
pero me parecía que un adverbio en -mente no era un buen final de
verso; luego “tembloroso la boca me besó”, con poco afortunado
hiperbaton, y finalmente “la boca me besó del todo trémulo”
que, aunque lejos del original, no me parecía tan malo.
Repasando
traducciones en verso de autores notables, veo que Ángel Crespo
tradujo “la boca me besó todo
anhelante”,
que no está mal y guarda valiosos detalles del original que subrayo.
Por su parte José María Micó traduce espléndidamente “estremecido
me besó en la boca”. Si juntamos los aciertos de los dos y los
comprimimos en un endecasílabo resultaría algo bastante próximo al
original.
Bécquer,
que sabía bastante de estas cosas, no se atrevió a traducirlo y
solamente a citarlo y elogiarlo en su rima XXIX, que reza así.
XXIX
La
bocca mi bacciò tutto tremante
Sobre
la falda tenía
el
libro abierto;
en
mi mejilla tocaban
sus
rizos negros.
No
veíamos las letras
ninguno
creo;
mas
guardábamos ambos
hondo
silencio.
¿Cuánto
duró? Ni aun entonces
pude
saberlo.
Sólo
sé que no se oía
más
que el aliento,
que
apresurado escapaba
del
labio seco.
Sólo
sé que nos volvimos
los
dos a un tiempo,
y
nuestros ojos se hallaron
y
sonó un beso.
.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Creación
de Dante era el libro,
era
su Infierno.
Cuando
a él bajamos los ojos,
yo
dije trémulo:
—¿Comprendes
ya que un poema
cabe
en un verso?
Y
ella respondió encendida:
—¡Ya
lo comprendo!
(cfr. abajo la pintura de Ary Scheffer sobre Paolo y Francesca)