Regresando
de un tórrido viaje por Madrid, donde vi los termómetros alcanzar
los 50 grados (una temperatura que imaginamos propia de Etiopía),
nos encontramos en el correo electrónico con una noticia
inmejorable: una invitación de Jacobo para presenciar el ensayo
general, en su estudio privado, del concierto que ha de tocar en
breve en el Festival d´Estiu de Torreblanca.
A
la hora indicada me dirijo a su estudio, y la primera sorpresa es lo
acogedor y bonitamente decorado que está (aquí es más que
perceptible la mano de su madre, Gloria). Además, está puesto el
aire acondicionado, con lo que se puede combatir mejor la
insoportable basca del agosto valenciano en el exterior. Una
treintena de personas conforman el público, familiares y amigos del
artista. Va a ser un concierto en petit comité, música entre
amigos, lo que hace de ello una ocasión muy especial.
El
concierto tiene dos partes: la primera, dedicada a la música
centroeuropea, comienza con un tema habitual del repertorio (y que
tienen grabado en su registro de 2015): Souvenir d´un lieu cher,
de Tchaikovsky; le sigue la Havanaise, de Saint Saëns, donde
los aires de habanera experimentan un insospechado desarrollo
musical, que se presta al virtuosismo del violín. Luego vienen dos
piezas para piano solo: el Noctuno 2, de Chopin, y su Polonesa
heroica, dos obras tan diferentes, con el intimismo de la
primera y la torrencialidad de la segunda, que Carlos ejecuta igual
de bien, aunque la acústica de la sala, creo, se presta mejor a los
sonidos delicados y matizados que a los fuertes e intensos.
Tras
el momento solista del piano vuelve Jacobo para deleitarnos con tres
Danzas húngaras, de Brahms, la 1, la 2 y la 5. Al final de la
segunda, el violinista se seca los goterones de sudor y pide que
suban el aire acondicionado, y es que el calor humano y la intensidad
musical han caldeado el ambiente considerablemente.
Con
ello llegamos al final de la primera parte, si la memoria no me
falla.
Tras
un breve receso, comienza la segunda parte, de carácter marcadamente
español, y que a mí, particularmente, me llega aún más. Ya comenté una vez, y vuelvo
a insistir en ello, que el semi-danés Christensen, tiene un alma
profundamente española, y el caso es que la música de los autores
españoles siempre la toca con especial hondura: así las seis piezas
de la Suite popular española, de Falla, a la que sigue la
siempre magnífica Danza de La Vida Breve, también del
insigne gaditano.
Luego
otro momento de piano solo, con el Allegro de concierto, de
Granados, muy bellamente interpretado, y ya puestos en Granados
vuelve Jacobo para interpretar de nuevo a dúo la Danza andaluza,
que ya grabaron juntos, y de la que hay subido en Youtube un
excelente video en que vemos a Jacobo tocarla mientras a su lado
danza maravillosamente la bailarina cubana Haydée Herrero. La pieza,
como de costumbre, la bordan.
Le
siguen la bellísima Sevilla, de Albéniz, y la siempre
espectacular Aires gitanos, de Sarasate, que fue la primera
pieza que le oí tocar a Jacobo hace ya años y que me hizo darme
cuenta de que me encontraba ante un auténtico fenómeno de
intérprete. Desde entonces he intentado seguirle sus giant steps
(que diría John Coltrane, otro gigante).
Aquí
finalizaba el concierto, pero el público, entregado, les pedía más.
Y hubo un par de bises: el primero, una pieza, que yo no conocía, y
que también era virtuosista como la anterior, y para terminar,
por fin, el arreglo para violín del tango Por una cabeza, de
Carlos Gardel, donde la emoción de la música popular se casa con la
de la clásica y hacen un perfecto matrimonio. Me pasa con este tema
que yo no lo conocía, a pesar de lo mucho que me gusta Gardel, y lo
descubrí hace años en un concierto de Jacobo, y me encantó. Es de
bien nacidos ser agradecidos, y yo lo soy. Nunca olvido un texto, una película, una
pintura, una escultura, un edificio, un paisaje o una música que me
ha hecho descubrir alguien y que incorporo al enorme archivo de mis
predilecciones. Así esta pieza siempre la voy a tener ligada a
Jacobo.
Así
terminó el concierto, pero estoy seguro de que hubiéramos seguido
más y más rato escuchando música, esa misteriosa forma del tiempo,
que dijo Borges. Pero los músicos son también humanos y para entonces tenían ya más
que merecido el descanso por habernos hecho disfrutar de tan exquisitos momentos con su esfuerzo y talento.
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