En su ensayo "Velinas y silencio", 2009, recogido en Construir al enemigo, Mondadori, 2012, Umberto Eco, reflexionando sobre dos tipos de censuras, la tradicional, que se hace a través del silencio, y la moderna, que se hace por medio del ruido, escribe lo siguiente:
"El ruido como cobertura. Diría que la ideología de esta censura a través del ruido se puede expresar en términos wittgensteinianos, diciendo: de lo que hay que callar, se debe hablar muchísimo. El telediario de la primera cadena de nuestra televisión pública es el ejemplo príncipe de esta técnica, repleto de terneras de dos cabezas, pequeños robos, es decir, sucesos menudos que antaño los periódicos relegaban precisamente al final y que hoy, en cambio, sirven para llenar tres cuartos de hora de información, para que así no nos demos cuenta de que se han callado las informaciones que había que dar." (p. 203-204)
¿No nos recuerda esto a las informaciones que nuestro telediario nos hace padecer sobre Operación Triunfo, Master Chef, violencias más propias del antiguo periódico El Caso, etc. con que se echa una capa de humo sobre los temas realmente importantes?
martes, 30 de octubre de 2018
sábado, 27 de octubre de 2018
Otra nota sobre El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani
El
jardín de los Finzi-Contini trata, en el contexto de las leyes
raciales del fascismo (1938), del persistente amor en el tiempo que
siente el innominado narrador-protagonista, de familia judía, por
Micol, la hija mayor de una riquísima familia de judíos en Ferrara.
Una
atracción que se despierta en la infancia y que, en el momento
central de la novela, estudiantes universitarios haciendo el
doctorado en letras, se prolonga con interrupciones, sin llegar a
cuajar nunca verdaderamente.
Es
muy lúcida e interesante la explicación que le da Micol a su amigo
cuando este le insiste en el porqué de su resistencia al amor:
“Has
dicho que nosotros dos somos iguales”, dije. “¿En qué sentido?
Pues
claro, claro que sí -exclamó-, en el sentido de que también yo,
como ella, carecía de ese gusto instintivo por las cosas que
caracteriza a la gente normal. Lo intuía perfectamente: para mí, no
menos que para ella, más que el presente contaba el pasado, más
que la posesión, su recuerdo. Ante la memoria, cualquier posesión
tiene que parecer por fuerza decepcionante, trivial, insuficiente…
¡Cómo me comprendía! Mi
ansia por que el presente pasara
a ser “enseguida” pasado para poder amarlo y contemplarlo a
placer era
también suya, idéntica. Era “nuestro” vicio,
ése: el de
avanzar
con la cabeza siempre vuelta hacia atrás.
El
narrador le pregunta si no es que no le gusta físicamente. Ella lo
niega. Pero más tarde, en lo que le comenta una feriante a la que
solía acudir con su amigo Giampi Malnate (que hacia el final de la
novela se convierte en el amante de Micol) entrevemos otra clave de
la imposibilidad de esa relación: “¿Dónde ha dejado a su amigo?
¡Ese sí que es un tío!”
Tal
vez el carácter sensible y contemplativo del narrador hacía que
ella lo apreciara como amigo, pero para entregarse físicamente
prefirió al otro, más corpulento, valiente y decidido.
Todo
terminó trágicamente con la deportación de los judíos italianos
hacia los campos de concentración, hecho que enfatiza más el filme
de Vittorio de Sica que la novela de Bassani.
jueves, 25 de octubre de 2018
Un escritor y una ciudad: Giorgio Bassani y Ferrara
Un
reciente viaje a Ferrara me condujo a una incursión en la narrativa
de Bassani (leí sus Historias de Ferrara y El jardín de
los Finzi-Contini, antes de viajar; y a la vuelta he leído Las
gafas de oro). Y, desde luego, fue la mejor opción. Si hay una
narrador capaz de meterte una ciudad desde los ojos hasta lo más
profundo del espíritu, ese es Bassani con Ferrara, la ciudad donde
pasó su infancia y juventud (en la madurez vivió en Roma), pero a
la que siempre vuelve en su narrativa.
Es
enormemente sugestivo la manera que tiene de situarte los espacios de
sus relatos, con minuciosidad: la judería de vía Mazzini y
aledaños; los barrios medievales en torno a Via delle Volte y la
iglesia de Santa María de Vado; los baluartes que encierran la
ciudad; la ampliación renacentista de Ercole I, donde ya se
encuentran tanto el cementerio cristiano como el hebraico (donde está
enterrado Bassani). Actualmente, con las herramientas de Internet, te
puedes ir situando bastante bien por la ciudad conforme lees los
relatos: el viaje a Ferrara sirve para constatar in praesentia
todo lo que ya forma parte del espíritu.
Al
margen de esa presencia insistente de la ciudad, el otro tema
esencial de la narrativa de Bassani es el que gira en torno al mundo
hebreo de Ferrara y el golpe que les causó la promulgación de las
leyes raciales por Mussolini en 1938.
Quiero
hacer un par de observaciones, que documentaré gráficamente, sobre
su mundo literario.
Con
tanta precisión describe su ciudad Giorgio Bassani que muchas
personas, de paso por Ferrara, preguntan por la mansión de los
Finzi-Contini. No existe tal edificio, se trata de una invención
literaria. Ahora bien, Bassani muy precisamente la sitúa al final de
la via Ercole I, cerca del Mura degli Angeli, de manera que cualquier
amante de su literatura no puede dejar de acercarse por esa zona. Y
lo que se encuentra es lo siguiente:
Bellísimo
paisaje urbano que, como no podía dejar de ser, encaja perfectamente
con la idea de lugar maravilloso que nos hacemos del espacio en que
habitaban los Finzi-Contini.
La
otra observación es sobre el cementerio hebreo. En la novela se
habla del mal gusto que tenía el panteón de los Finzi-Contini. En
el paseo que di por ese cementerio no encontré tal panteón, pero sí
uno, poco hermoso, de los Finzi-Magrini (¿se referiría a ese en
clave Bassani?). Había muchos Finzi y muchos Contini entre las
tumbas de ese cementerio (también Bassani o Levi), pero rebuscando
entre las inscripciones también encontré, oh sorpresa, tumbas casi
borradas de… los Finzi-Contini.
Y,
por supuesto, no muy lejos de ellas, la tumba de Giorgio Bassani.
domingo, 7 de octubre de 2018
En recuerdo de Jesús Donázar, profesor de Matemáticas
En mi volumen de los Diálogos
de L. Anneo Séneca, en el libro 1º de Sobre la ira se podrá
encontrar al paso la siguiente anotación: Jesús Donázar. Este es
el nombre de mi profesor de Matemáticas en el bachillerato, y uno de
los culpables, sin duda, de que yo me haya dedicado al ejercicio de
la enseñanza. Mucho nos enseñó de Matemáticas, pero mucho más de
ética o de dignidad humana. Recuerdo algunas frases suyas, como la
siguiente al tentarle un día nosotros para que se definiera
políticamente: "Creo que, en la circunstancia actual de nuestro
país, lo único que puede ser una persona decente es de izquierdas."
Corría el año 1974 y él hacía mucha insistencia en las palabras
actual y decente. También recuerdo su chispeante
ironía cuando me apodaba "Petronio, el árbitro de la
elegancia". (Yo, como pobre, vestía bastante mal; pero además,
como rebelde, extremaba mi desaliño.)
Si hoy traigo a colación el
recuerdo de mi antiguo profesor se debe a una de las mayores
lecciones (tal vez la máxima) que nos dio en esos años. Nosotros
teníamos bastante confianza con él, y un día decidimos un amigo y
yo gastarle una broma, de muy mal gusto sin duda, como más tarde
comprenderíamos. Cuando él se disponía a entrar en clase nos
parapetamos tras la puerta y le impedíamos abrirla. Así estuvimos
un buen rato (tal vez menos de un minuto) hasta que percibimos con
claridad notas de serio enfado en su voz y sus gestos.
Tras conseguir entrar el
disgusto era notorio en su rostro. Se dirigió a nosotros y nos dijo:
"No os voy a castigar ahora, porque estoy muy enfadado y me temo
que sería injusto, y el castigo excesivo. Ya os lo pondré mañana
cuando esté más calmado." Y así lo hizo. Nos puso una E de
conducta negativa esa evaluación, nota que disminuía
automáticamente en un nivel la calificación por conocimientos. A mi
amigo apenas le afectó. Su Sobresaliente se convirtió en un
Notable, pero mi escaso Suficiente de clase, significó que esa
evaluación suspendiera a causa de mi conducta. Fue uno de los dos
Insuficientes que obtuve a lo largo de todos mis estudios. Pero creo
que valió la pena.
Recientemente leyendo a Séneca
me encuentro con el siguiente pasaje: "Nada menos adecuado que
el que castiga se encolerice, puesto que el castigo es más útil
para corregir, si se impone después de reflexionar. De ahí lo que
Sócrates dice a su esclavo: "Te golpearía si no estuviese
encolerizado". La reprimenda al esclavo la difirió a un momento
de mayor serenidad; en aquel momento se reprendió a sí mismo."
¡Qué sabio era nuestro
profesor de Matemáticas!
Jesús Donázar fue profesor mío en los Salesianos de la Avda. de la Plata entre 1971 y 1975. Me pesa no haberle hecho llegar este escrito, que data de 1994, en vida.
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