jueves, 1 de marzo de 2018

Vivir para ver (el canon cinematográfico)

Veo en una página de Internet una lista con las 41 mejores películas de todos los tiempos según la página web de Filmaffinity, y sin llegar a constituir un despropósito, me deja cuanto menos perplejo. Acostumbrado a prestar atención a clásicos listados del género, me sorprende la ausencia de incuestionables obras maestras que solían aparecer en esos listados, y con los que yo solía comulgar. Por poner ejemplos: no aparecen ni Ciudadano Kane, de Orson Welles (considerado el no va más del cine durante mucho tiempo), ni El acorazado Potemkin, de Eisenstein,  ni Roma, ciudad abierta, de Rossellini, ni Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, ni El séptimo sello o Fresas salvajes, de Bergmann, o La gran ilusión, de Jean Renoir, que, junto con algunas películas de Chaplin (que sí aparecen en el listado de Filmaffinity), formaban el canon existente cuando yo me inicié como espectador cinematográfico a mediados de los 70.

Es verdad que figuran Amanecer, de Murnau, o Los siete samurais, de Kurosawa, o El hombre que mató a Libert Valance, de Ford, o La lista de Schindler, de Spielberg, o Casablanca, de Curtiz, cosa que honra el listado y no lo convierte en un despropósito. Pero la presencia de verdaderos bodrios como La vida es bella o Pulp Fiction, junto a la ausencia de los anteriormente citados, es lo que genera mi perplejidad.

Es verdad que las listas no son más que listas y son todas dudosas, pero también es verdad que a un espectador curioso le sirven de referencia para visionar, confrontar y hacerse su propio canon particular.

 Imagino que la ausencia de filmes de Woody Allen es debida al mal momento por el que atraviesa su fama en estos días, pero personalmente entiendo que Manhattan, Delitos y faltas, La rosa púrpura del Cairo, u Otra mujer, son películas de gran consideración que en cualquier amplio listado de obras maestras del cine no deberían faltar.

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