Donde uno menos se lo espera,
salta la liebre. ¿Quién me iba a decir a mí que me encontraría un magnífico
ejemplo del carácter satírico de Heine en un libro sobre Edith Stein? Conocía
el carácter desgarrado de algunos de sus poemas, o el inmensamente lírico de
aquel que trata sobre las nostalgias del pino y la palmera, y tal vez me había
topado en algún momento con motivos satíricos, pero nunca me había
encontrado con una manifestación tan palpable de ese carácter que le alejó de
sus compatriotas y alimentó la mutua incomprensión de que habla Adorno en “La
herida Heine”. Pues bien, es en un libro dedicado a ese ser maravilloso que fue
Edith Stein, judía de nacimiento, discípula de Husserl (refiriéndose a cuya
capacidad intelectual solía decir: “La primera de todas es Edith Stein, después
nadie, y luego, los demás”), posteriormente, tras la lectura de Teresa de
Jesús, convertida al catolicismo, y que terminó sus días gaseada por los nazis
en Auschwitz siendo ya hermana carmelita descalza bajo el nombre de Teresa
Benedicta de la Cruz; es en un libro, decía, dedicado a Edith Stein, donde me
encuentro el siguiente pasaje, a propósito de la ciudad de Gotinga, donde la
joven Edith estudió con Husserl, y casi un siglo antes había estudiado también
Heine:
“La ciudad de Gotinga,
célebre por sus salchichones y su universidad, pertenece al rey de Hanovre, y
contiene varias iglesias, un observatorio, una prisión, una buena biblioteca y
una taberna municipal, que tiene una cerveza también muy buena… La ciudad en sí
es muy bella y nunca gusta tanto como cuando se la pierde de vista. Debe
existir desde hace mucho tiempo, pues cuando yo fui matriculado y muy pronto
expulsado, hace de eso más de cinco años, tenía el mismo aspecto grave y
canoso, y ya estaba bien abastecida de bedeles, de perros de aguas, de
disertaciones, de salones de té, de lavanderas, de pichones asados, de
consejeros áulicos, de consejeros de legación y de relegación, y de otros
farsantes. Hay gente que pretende que la ciudad ha sido construida en la época
de los movimientos migratorios de los pueblos, y cada tribu alemana ha dejado
allí un ejemplar puro de sus miembros, siendo de aquí de donde descienden los
vándalos, frisones, suevos, turingios, etc., etc. En general los habitantes de
Gotinga pueden ser divididos en estudiantes profesores, filisteos y ganado,
cuatro clases entre las que la línea de demarcación no es muy pronunciada.
Citar aquí el nombre de todos los estudiantes y profesores ordinarios y
extraordinarios sería demasiado largo; además, no recuerdo ahora el nombre de
todos los estudiantes, y entre los profesores hay muchos que no tienen nombre
todavía. La cantidad de filisteos de Gotinga debe ser infinita, como la arena,
o, por mejor decir, como el lodo, a orillas del mar. En verdad, cuando les veía
por las mañanas con sus sucias caras y su limpia memoria para cobrar, plantados
ante la puerta del senado académico, apenas si podía creer cómo Dios había
podido crear tantos canallas junto.”
(E. de Miribel: Edith Stein, Taurus, 1956, pág. 45,
fragmento de Harzreise, de H. Heine,
1824)