El primero pertenece al pintor Odilon Redon, que tiene un libro de aforismos Sobre la vida, el arte y los artistas:
Lo que distingue al artista del diletante es solamente el dolor que aquél experimenta. El diletante no busca en el arte más que su placer.
Y este otro de Hermann Broch, con cuya Muerte de Virgilio me vuelvo a medir veinte años más tarde, a ver si esta vez sí. El aforismo constituye el final de su ensayo sobre el kitsch.
Y esto es lo que ocurre con la auténtica obra de arte. Deslumbra al hombre hasta la ceguera y le da la vista.
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