1- GODARD: Tras leer la novela no puedo evitar la visión del filme de Godard, Le mépris, basado en la novela. Filme lleno de tics (o estilemas) godardianos, como esa presentación hablada de los créditos (ya lo había hecho Orson Welles en The magnificent Ambersons o en Mr. Arkadin, no recuerdo bien, sólo que al final, no al principio), el vaivén de travelling lateral en la discusión de los protagonistas en el apartamento, las citas literarias y cinéfilas, etc. Pero también filme fallido, como frecuentemente se ha dicho. Tal vez sea por el coqueteo del director con el cine del star system (Brigitte Bardot, Jack Palance, o el propio Fritz Lang, entre los actores), pero entiendo que principalmente por otro motivo: se trata de una novela psicológica, en primera persona, donde asistimos continuamente a las reflexiones del enormemente raciocinante protagonista. Este continuo flujo interior, en el filme, se convierte en los desustanciados diálogos entre el guionista (Michel Piccoli, que está estupendo en su debut cinematográfico como protagonista) y su esposa (Brigitte Bardot).
Entiendo que se contaba con la presencia de Brigitte Bardot, en su momento de plenitud, y que ello imponía otro tipo de elecciones de puesta en escena. El filme en su conjunto se resiente por ello, pero como el cine también es un arte que potencia el voyeurismo, lo que se pierde en coherencia y profundidad se gana en placer visual, el que constituye ver a la Bardot paseando su cuerpo serrano arriba y abajo el tiempo que dura la película.
Por cierto, impagable el plano de B.B. tumbada de espaldas, para tomar el sol, en la villa de Capri, cuya hermosa desnudez es sólo interrumpida por una novelita de la serie negra que le cubre el culo.
2- JOYCE: En la novela de Moravia, se produce, en un momento dado, una discusión entre el director de cine alemán (Rheingold), que propone una interpretación moderna y psicologista de la Odisea, y el guionista, que se decanta por ser fiel y respetar a Homero. En la discusión aparece una síntesis bastante aguda del Ulysses, de Joyce:
"- ¿Ha leído usted el Ulysses de James Joyce? -lo interrumpí furibundo-. ¿Sabe usted quién es Joyce?
- He leído todo lo referente a la Odisea -contestó Rheingold, en tono, profundamente ofendido-; en cambio, usted…
-Pues bien -proseguí con rabia-, Joyce interpretó también la Odisea a la manera moderna..., y en la obra de modernización, o sea, de envilecimiento, de profanación, fue mucho más lejos que usted, querido Rheingold... Hizo de Ulises un cornudo, un onanista, un haragán, un veleidoso; de Penélope, una ex furcia... Y Eolo se convirtió en la redacción de un diario; el descenso a los infiernos, en el funeral de un compañero de francachelas; Circe, en la visita a un burdel, y el retorno a Ítaca, en el regreso a casa, a altas horas de la noche, por las calles de Dublín, no sin detenerse unos momentos para orinar en una esquina... Pero al menos Joyce tuvo la precaución de no ocuparse para nada del Mediterráneo, ni del mar, ni del sol, ni del cielo, ni de las tierras inexploradas de la Antigüedad... Localizó toda la acción en las fangosas calles de una ciudad del Norte, en las tabernas, en los burdeles, en los dormitorios, en las letrinas... Todo moderno, o sea, todo rebajado, envilecido, reducido a nuestra miserable estatura. Nada de sol, nada de mar, nada de cielo. Usted, por el contrario, no tiene la discreción de Joyce."