Hoy, que me levanto con la noticia de la muerte de Francisco Gento, el post tendrá un carácter futbolero. A Paco Gento, extremo legendario, yo lo vi jugar a finales de los 60, cuando tenía ya mermadas sus facultades. No deslumbraba con su juego, no se pudiera decir que fuera todavía “la galerna del Cantábrico”, pero lanzaba los penaltis en el Madrid y casi todos iban dentro.
Pero lo que quería comentar hoy es una tangencia inaudita entre Carlo Ancelotti y el filósofo Schopenhuaer.
Todos recordaremos aquella manifestación del técnico italiano cuando dijo que Nacho Fernández era tan bueno porque era pesimista. Y explicó: como es pesimista, cree que todo le va a salir mal, y se esfuerza al máximo en evitar errores.
Pues bien, leyendo hoy los Aforismos sobre la sabiduría de la vida, del filósofo alemán, me topo con el siguiente pasaje, a propósito de la distinción platónica entre los díscolos (personas de mal humor) y los éucolos (personas joviales):
“Pero no es fácil hallar un mal sin compensación alguna. Así ocurre que los díscolos, los caracteres sombríos e inquietos, tendrán en suma que soportar más desdichas imaginarias, pero en desquite, menos reales que los caracteres alegres y despreocupados; porque aquel que todo lo ve negro, que busca siempre lo peor y que, por tanto, toma sus medidas en consecuencia, no tendrá tantos desengaños como el que presta a todas las cosas colores y perspectivas risueñas.”
Qué sabio se nos antoja el bueno de Carletto.
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