martes, 24 de diciembre de 2019

La pedagogía del cuento y cante, según Luis Rosales


Hoy traigo al blog unas líneas autobiográficas preciosas -así me parecen a mí- del gran Luis Rosales, en un ensayo titulado “El cante y el destino andaluz”, que leí en la revista Nueva Estafeta allá por el año 1979, que he releído hoy, y que comienza diciendo, ni más ni menos: “El cante es un misterio y al misterio sólo podemos acercarnos con respeto.”


Pero yo pienso en mi niñez, hace ya medio siglo, y quisiera deciros que a mí se me fue haciendo la memoria con el cante. Y precisando, un poco más, añadiré que la conseja y el cante eran los dos elementos educadores en el campo andaluz. Con el tiempo las cosas pasan, desde luego, pero tal vez nada se pierde. Allá en las lindes de Periate, junto a Iznalloz, lo que ya entonces era mi vida se me fue abriendo paso entre palabras, en una encrucijada, que fomentaban las voces de Encarnación y de José. Encarnación cantaba. José decía consejas, y al declinar la tarde mis hermanos y yo los rodeábamos como la paja cerca el hormiguero. Todo empezaba y terminaba igual. El cuento, para despertar la imaginación, y el cante, para despertar el corazón; para la formación del niño no era preciso nada más. El cuento, para poblar la vida y aun para alucinarla, y el cante, para calmar las alucinaciones e ir dejando la vida en su rescoldo. La letra con cante entra: con cante y no con sangre. El cuento, en fin, para vivificarnos, y el cante, para adormecernos, y así hora tras hora y día tras día, en aquellos años primeros, enterizos y fundadores de la niñez.”




(Nueva Estafeta, 9-10, agosto-setiembre 1979, p. 73; también recogido en Esa angustia llamada Andalucía, 1987)

viernes, 6 de diciembre de 2019

Soneto a Matanzas. Una contribución a la poesía oral

Hoy traigo a estas páginas un recuerdo familiar. Mi tío Jorge Marcé Castany, que tenía una memoria prodigiosa, solía recitar un poema burlón y escatológico -un exabrupto más bien- dedicado a la ciudad de Matanzas (Cuba), que al parecer había compuesto hacia finales del siglo XIX un empresario circense que tuvo allí una mala experiencia (supuestamente le quemaron el circo: todo ello es pura tradición oral). El curioso soneto de 15 versos (que mi tío titula Elegía), en vez de endecasílabos, consta de octosílabos (no muy regulares, en un momento dado se cuela un heptasílabo) y rimas que tampoco responden a los modelos clásicos. Desgraciadamente no conozco Matanzas (la Atenas de Cuba, según reza la tradición), pido disculpas a los matanceros que se puedan sentir ofendidos por el texto, pero no puedo dejar de pagar esa deuda que, con la memoria de mi tío, tiene contraída la tradición oral cubana.

Matanzas, me cago en ti,
y en tu puñetero pan,
y en tu cochino San Juan,
y en tu sucio Yumurí.

Me cago en el Potosí, 
que abarca todo el estero,
y, por dejar de cagar,
me cago en los matanceros.

El día que llegué aquí,
todo me lo jodieron, 
la carpa me la quemaron, 
los yeguas me las mataron
y los monos se me fueron.
Tiene que ser maricón
el hombre que nazca aquí.


N.B. Incluyo también la versión manuscrita de mi tío, con su estupenda letra Palmer.