lunes, 30 de abril de 2018

Charles de Tolnay: Velázquez. Las Hilanderas y Las Meninas. (traducción)




Los historiadores del arte de finales del siglo XIX, influidos por las corrientes artísticas de su tiempo, han descubierto en Velázquez el antepasado más importante del Impresionismo. Por encima de todo, admiraban en sus pinturas la franqueza y la verdad con las que restituía todas las impresiones ópticas de los objetos visibles. “No ha pintado más que lo que ha visto”, dice Beruete, haciendo alusión a que pintaba sus lienzos no en el taller, sino in situ, sin hacer posar a sus modelos ni recurrir a una iluminación ad hoc. Justi describe la génesis de Las Hilanderas en los siguientes términos: “Un día en que [Velázquez] acompañaba a un grupo de damas de la Corte a la fábrica, mientras ellas cambiaban impresiones acerca de un tapiz allí expuesto, Velázquez se retiró y observó de la puerta el efecto pictórico de los grupos, de lo que resultó Las Hilanderas.(…) Los grupos de una fotografía instantánea no se presentan con tanta naturalidad.” [N.T.1] Las pinturas de Velázquez fueron denominadas “composiciones impresionistas” por el crítico inglés Stevenson. Deseando otorgar a Velázquez el más alto elogio, Elie Faure dice: “En la superficie y en lo profundo, no se sabe dónde comienza la ficción, dónde termina la realidad”, continuando el comentario de Théophile Gautier, que, delante de Las meninas, había exclamado: “Es la naturaleza misma atrapada en flagrante delito de realismo...” (1862)
Gracias a esta concepción de Velázquez como el más grande Impresionista avant la lettre, una concepción que todavía perdura, se han podido apreciar mejor sus enormes cualidades de pintor de la luz y el color.
Sólo muy recientemente un cambio de opinión vino a desmontar, poco a poco, ese punto de vista tradicional. Oponiendo al ingenuo impresionismo de Velázquez su espiritualidad y su fondo humanista, que han sido puestos en valor por F. J. Sánchez Cantón y E. Lafuente, Angulo, en un libro importante, ha puesto de manifiesto que las composiciones de Velázquez no se habían realizado rápidamente e in situ, sino que se habían elaborado lentamente siguiendo un método practicado en los talleres de los siglos XVI y XVII. Señaló también que Velázquez estudiaba y adaptaba los esquemas de sus composiciones y los motivos visuales a partir de obras italianas, francesas, alemanas y españolas anteriores. Es significativo que ese cambio en la interpretación de la obra de Velázquez se haya producido tan recientemente. Pero el aspecto tradicionalista de su arte, se sigue subordinando a su aspecto moderno, como pintor de la luz e impresionista.
En este ensayo desarrollaré una contribución más detallada en la dirección explorada por los trabajos de los maestros españoles -contribución que, por otra parte, a pesar de ser paralela, se ha elaborado con independencia de sus investigaciones. Después de precisar lo que Velázquez ha extraído de la tradición, hay que intentar discernir en qué se desvía para crear algo nuevo y osado. Las filiaciones históricas deben completarse con una investigación que guarde relación con la aportación verdaderamente personal del artista.

domingo, 29 de abril de 2018

UNA PESQUISA BIBLIOGRÁFICA- CHARLES DE TOLNAY: LAS HILANDERAS Y LAS MENINAS


Desde que hace muchos años, leyendo monografías sobre Velázquez, llegó a mí la noticia de la importancia de un artículo de Charles de Tolnay sobre Las hilanderas y Las meninas para la comprensión de estos cuadros, y que figuraba en la Gazette des Beaux Arts, n.º 983, janvier 1949, se encendió en mí el deseo de consultar tal artículo.
 Al no poder conseguirlo en las bibliotecas universitarias de mi ciudad (Valencia), anoté la referencia y lo busqué en distintas bibliotecas de ciudades adonde me llevaban mis viajes (la Pompidou, de París, las Universitarias de Edimburgo o Cambridge, la AECIT de Madrid, y algunas más que ahora no recuerdo), pero siempre infructuosamente.

Más tarde hice búsquedas en Internet, pero aunque hay muchos números de esa revista digitalizados, no es el caso del año 1949, de manera que tampoco por esta vía podía saciar mi curiosidad. Lo llamativo es que esta referencia, que aparece citada en casi todas las bibliografías sobre Velázquez, resultara de tan difícil acceso. No hace mucho, rastreando por Iberlibro (donde, por cierto, cuando escribo estas líneas se puede adquirir ese número de la revista, aunque a un precio prohibitivo), encontré una revista francesa, Jardin des Arts, que en su n.º 75, de febrero de 1961, realizaba un homenaje a Velázquez a propósito del tricentenario de su muerte (ocurrido en 1960). En ese número se hacía referencia a un artículo de de Tolnay sobre “Les Fileuses et les Ménines”. Intuí que se podría tratar del célebre artículo que hacía tiempo buscaba, y pedí el ejemplar. 

Lleno de enorme excitación esperé a que llegara el envío desde Francia, y cuál no sería mi alegría cuando, tras encontrar el artículo, vi que al final indicaba: “Texte extrait de la Gazette des Beaux Arts.”

Finalmente tenía en mis manos ese artículo que tanto había buscado. Lo leí, percibí su enjundia, así como el hecho de que lo que entonces era una gran aportación (el carácter simbólico e intelectualmente complejo de la pintura del sevillano) actualmente constituye la doxa de los estudios sobre nuestro autor.

Pensé que haría un bien a los interesados por las cuestiones de historia y teoría del arte si lo traducía y lo colgaba en Internet, y a eso he dedicado unas cuantas horas de intenso trabajo intelectual en estos últimos días. Hay que tener presente de que se trata de un texto originalmente publicado en inglés “Velázquez. Las Hilanderas and Las Meninas. An interpretation”, y que yo traduzco de su versión francesa: “Les Fileuses et Les Ménines”. En el camino puede haberse perdido algún matiz o precisión del original, pero creo que el grueso de la significación del texto comparece perfectamente en mi versión.

En breve la publicaré en este mismo blog.

jueves, 26 de abril de 2018

Una máxima apócrifa de Cervantes: “Es mejor el camino que la posada.”



Nunca mejor dicho lo de apócrifa, en el sentido de dudosamente atribuida a nuestro autor.

Se trata de una máxima que no es raro verla atribuida a Cervantes (yo mismo lo he hecho en más de una ocasión) y que, sin embargo, no se encuentra en sus obras. No, desde luego, en el Quijote, ni tampoco en otras partes de sus escritos, a juzgar por repertorios de citas suyas que se pueden encontrar rastreando por el ciberespacio (en wikiquote, por ejemplo).

El responsable de esta confusión no es otro que Ortega y Gasset, quien la utiliza, atribuyéndola a Cervantes, en múltiples pasajes de sus escritos. Veamos algunos de los casos. Tal vez el más conocido es éste de La rebelión de las masas:

La auténtica plenitud vital no consiste en la satisfacción, en el logro, en la arribada. Ya decía Cervantes que “el camino es siempre mejor que la posada”. Un tiempo que ha satisfecho su deseo, su ideal, es que ya no desea nada más, que se le ha secado la fontana del desear. Es decir, que la famosa plenitud es en realidad una conclusión. Hay siglos que por no saber renovar sus deseos mueren de satisfacción, como muere el zángano afortunado después del vuelo nupcial.

(Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, “La altura de los tiempos”, Obras Completas. T. 4, Revista de Occidente, 1966, p. 159)

Pero lo utiliza en otros lugares:

los espíritus verdaderamente activos no se han dejado nunca seducir por esas - imágenes de la felicidad lograda, y siempre vieron claro que la dicha no está en el placer, sino en la marcha hacia el placer; o, como Cervantes decía, que es mejor el camino que la posada.

(Ortega y Gasset, “Libros de andar y ver”, Obras Completas. T. 1, Revista de Occidente, 1966, p. 170)

O en un momento de su ensayo “Hegel y América”:

Como Cervantes decía, es preferible el camino a la posada.

(“Hegel y América”, Obras Completas. T. 2, Revista de Occidente, 1966, p. 567)


Y hasta en una emisión radiofónica para Argentina, en 1939, “Meditación de la criolla”:

¡No sientan apuro de llegar! Piensen que acaso tiene razón Cervantes —que tanto sabía del vivir— cuando asegura que después de todo es más divertido el camino que la posada. En la vida, amigos, lo importante no es llegar, sino ir, estar yendo.

(Ortega y Gasset: Obras Completas. T. 8, Revista de Occidente, 1966, p. 418)

En ninguno de los casos declara Ortega el origen de la cita, y, si bien es verdad que, en su significado general, podría atribuírsele sin mayores problemas a nuestro insigne novelista, la verdad es que se trata de una cita apócrifa que, con su insistente uso, contribuyó a popularizar nuestro máximo filósofo.

Pasa con esta máxima lo mismo que con otra muy célebre atribuida a Maquiavelo: “El fin justifica los medios.” Jamás enunció el preclaro florentino esa sentencia en su obra El príncipe, pero no cabe duda de que todos sus razonamientos en tal opúsculo conducen a esa idea. Aunque de una manera mucho más evidente que con la máxima orteguiana-cervantina que hemos considerado.


P.S. Un argumento más, a favor de la filiación orteguiana de la expresión, es que la usa su discípulo por antonomasia, Julián Marías, dándola por consabida y buena.

 En su ingeniosa parábola “Un tranvía llamado razón” (El intelectual y su mundo), escribe: “Hay un pasajero que no escucha las explicaciones y viaja apaciblemente, sin cuidarse mucho de la discusión: va leyendo a Cervantes, y como él prefiere el camino a la posada.” (Colección Austral. p. 155)