Cuando en mis años mozos
oposité al cuerpo de agregados de Lengua y Literatura Españolas de Enseñanza
Media (en 1981) recuerdo que la prueba de comentario de textos consistía en
tres partes: un comentario filológico, un comentario literario-estilístico y un
comentario sintáctico y semántico. En las recientes oposiciones al cuerpo de
profesores de secundaria esa prueba de comentario tenía solo dos partes: un
comentario filológico y literario de un texto anterior al siglo XVIII y un
comentario lingüístico de un texto contemporáneo. El hecho de que el comentario
filológico y el literario vayan unidos tiene una serie de implicaciones
negativas: como se ha de seleccionar un texto anterior al siglo XVIII nos
dejamos fuera una gran porción de historia literaria que podría dar lugar a
jugosísimos comentarios literarios (Bécquer, Machado, García Lorca, por poner
tres ejemplos especialmente significativos entre mil que podría citar); pero
además, para que el comentario filológico resalte se tiende a acudir a lo
medieval, con lo que de nuevo se resiente el comentario literario (que en
nuestra poesía del siglo de oro tendría un magnífico espacio de lucimiento).
Así ocurrió en la reciente oposición, en que se eligió un poema de Gómez
Manrique, que transcribo a continuación:
La inmensa turbaçión
deste reino castellano
faze pesada mi mano
y torpe mi discriçión:
que las horas y candelas
que se gastaban leyendo
agora gasto poniendo
rondas, escuchas y velas.
El tiempo bien despendido
en las liberales artes
en cavas y baluartes
es agora convertido:
Por tanto, si falleciere
la muy gentil elocuençia,
culparéis la diferençia
del tiempo que lo
requiere.
Del cual un poco furtando,
aunque no sin grande
afán,
a vos, señor de Almaçán,
pregunto, mal consonando:
¿cuál os es menos
molesta,
vuestra secreta prisión
o la vulgar detençión
que vos es por el rey
puesta?
Maguer son en calidad
algún tanto discordantes,
ambas a dos son privantes
de la franca libertad,
lo cual visto, cuidaría,
a mi paresçer grosero,
en el solo carcelero
consistir la mejoría.
FIN
Respondedme todavía,
generoso caballero,
que vos faga plazentero
la dárdana poliçía.
Muchos problemas
planteaba un texto semejante, que no me parece especialmente bien elegido.