Sabemos que los epítetos épicos
son fórmulas juglarescas propias de la poesía épica. Se trata de un sintagma
que acompaña con frecuencia (o sustituye) al nombre del personaje épico y que
cumple una función métrica, mnemotécnica y laudatoria: sirve para completar
versos, para refrescar la memoria tanto del juglar como del que escucha (se
trata de poesía oral) y para alabar o ensalzar a los personajes principales.
Homero los usa
continuamente en sus epopeyas: así llama a Héctor, “domador de caballos”, a
Hera, “la diosa de los níveos brazos” o a Odiseo, “el fecundo en ardides”.
Flaubert, en su Dictionnaire des idées recuées (1880),
ironiza sobre el procedimiento al llegar a la entrada de Aquiles, que es como
sigue:
ACHILLE :
Ajouter « aux pieds légers » ; cela donne à croire qu'on a lu
Homère.
Es decir, “añadir « el
de los pies ligeros »; eso hace creer que se ha leído a Homero”.
Ni que decir tiene que en
la épica medieval se continúa utilizando. Así en el Cantar de Mío Cid
el héroe castellano Rodrigo Díaz
de Vivar es nombrado con epítetos épicos como los siguientes: “el que en buen
ora ciñó espada”, “el que en buena hora nació”, etc.
Pues bien, donde no esperaríamos
encontrar los epítetos épicos es en un relato de viaje del siglo XX. Y, sin
embargo, veamos lo que cuenta André Gide en su célebre narración de la
experiencia soviética recogida en Retour
de l´U.R.S.S, (Regreso de la U.R.S.S)
(1936):
Sur la route de
Tiflis à Batoum, nous traversons Gori, la petite ville où naquit Staline. J'ai
pensé qu'il serait sans doute courtois de lui envoyer un message, en réponse à
l'accueil de l'U.R.S.S. où, partout, nous avons été acclamés, festoyés, choyés.
Je ne trouverai jamais meilleure occasion. Je fais arrêter l'auto devant la
poste et tends le texte d'une dépêche. Elle dit à peu près: «En passant à Gori
au cours de notre merveilleux voyage, j'éprouve le besoin cordial de vous
adresser...» Mais ici, le traducteur s'arrête: Je ne puis point parler ainsi. Le
«vous» ne suffit point, lorsque ce «vous», c'est Staline. Cela n'est point
décent. Il y faut ajouter quelque chose. Et comme je manifeste certaine
stupeur, on se consulte. On me propose: «Vous, chef des travailleurs», ou
«maître des peuples» ou... je ne sais plus quoi. Je trouve cela absurde;
proteste que Staline est au-dessus de ces flagorneries. Je me débats en vain.
Rien à faire. On n'acceptera ma dépêche que si je consens au rajout.
Traduzco: En el camino de
Tiflis a Batoum, atravesamos Gori, la pequeña ciudad en que nació Stalin. Pensé
que sería cortés sin duda enviarle un mensaje en respuesta a la acogida de la U.R.S.S. donde, por doquier,
fuimos aclamados, festejados, mimados. No encontraré mejor ocasión. Hice
detener al automóvil delante de la estafeta de correos y entrego el texto de un
despacho, que dice más o menos: “Pasando por Gori en el curso de nuestro
maravilloso viaje experimento la necesidad cordial de dirigiros…” Pero aquí el
traductor se detiene. No puedo hablar así. El “os” no basta, puesto que ese “os”
es Stalin. No resulta decente. Hay que añadir algo. Y como yo manifiesto cierto
estupor, se hace una consulta. Y se me propone: “dirigiros, jefe de los
trabajadores”, o “señor de los pueblos” o… no sé qué más. Me parece absurdo;
protesto indicando que Stalin está por encima de esas adulaciones. Me esfuerzo
en vano. Nada que hacer. No se aceptará mi despacho más que si consiento en el
reajuste.