Estos días, en relación con el concurso
literario, me he encontrado con muchas gratas sorpresas. La primera de todas
fue la magnífica participación que se produjo el día de la prueba (22
participantes en la categoría A; y otros 22 en la categoría B). Si fue buena la
participación en cantidad, también la fue en concentración (se respiraba un
ambiente de muy serio trabajo creador, a pesar de las dificultades del espacio:
estábamos apretujados como sardinas enlatadas). Ahora que leo las redacciones
me doy cuenta de que también fue alto el nivel en cuanto a calidad. Y como los
premios tendrán que resultar algo injustos, pues solo se premiará a dos
participantes de cada categoría, quiero rendir un pequeño homenaje al grueso de
los trabajos haciendo a manera de un mosaico con citas –que me llamaron la
atención- de muy diversas redacciones.
He aquí la muestra:
He aquí la muestra:
Hay personas cuya manera de hacer el amor
es con la mirada. Sea de lejos o de cerca. Él era uno de ellos.
“Tú”, decía ella, “tú eres mi música.”
Porque un libro es una caja de sorpresas,
un mundo por descubrir, que solo descubres de una forma… Leyendo.
Un recuerdo, una historia, un sueño o una
ilusión, es el combustible de todo ser humano.
Las personas, al final, viven solo una de
las miles de vidas que tenían a su alcance.
La mejor fotografía la hice sin cámaras
ni móviles. La mejor foto de mi vida fue un instante de ruido y mil
sentimientos.
Esta podría ser una ínfima parte de la
definición de la música, aunque la música no tiene definición, porque no la
merece. Lo único que merece… es ser escuchada.
A veces, por extrañas razones de la vida, los perros pueden llegar a regir un
país.
En una danza de movimiento interminable,
veía sonrisas de niños ir y venir, miradas cómplices, manos entrelazadas,
sueños e historias tejidas en cada movimiento.
Ojalá las estrellas, los satélites, los
planetas y cometas del Universo pudieran oír. Sería maravilloso que escucharan
y se acercaran a este planeta ruidoso llamado Tierra donde nunca cesa la
música.
Y mis ojos, aquellos que dicen son el
espejo del alma, parecían no decir nada.
Muchas veces quise rendirme, pero muchas
más seguí luchando.
Hay una fuerza más grande que el ser
humano.
La propia Naturaleza.
El Artista tocaba realidades perfectas y
yo en el arte lo único que anhelaba era la imperfección.
Había oído que en lo más profundo del
bosque existían árboles completamente negros, de lo malvados que eran, y que
mantener una conversación con una de sus caras, talladas en el tronco, conducía
a la locura.
Esta diversificación cultural a lo largo
de la historia parece que está siguiendo un patrón de crecimiento exponencial.
La siguiente parada del tren de mi
perdición fue Ginebra, irónico nombre para la ciudad donde comenzaron mis
problemas de verdad: los del alcohol.
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