martes, 20 de mayo de 2014

Gratas sorpresas del concurso literario.

Estos días, en relación con el concurso literario, me he encontrado con muchas gratas sorpresas. La primera de todas fue la magnífica participación que se produjo el día de la prueba (22 participantes en la categoría A; y otros 22 en la categoría B). Si fue buena la participación en cantidad, también la fue en concentración (se respiraba un ambiente de muy serio trabajo creador, a pesar de las dificultades del espacio: estábamos apretujados como sardinas enlatadas). Ahora que leo las redacciones me doy cuenta de que también fue alto el nivel en cuanto a calidad. Y como los premios tendrán que resultar algo injustos, pues solo se premiará a dos participantes de cada categoría, quiero rendir un pequeño homenaje al grueso de los trabajos haciendo a manera de un mosaico con citas –que me llamaron la atención- de muy diversas redacciones.
He aquí la muestra:






Hay personas cuya manera de hacer el amor es con la mirada. Sea de lejos o de cerca. Él era uno de ellos.


“Tú”, decía ella, “tú eres mi música.”


Porque un libro es una caja de sorpresas, un mundo por descubrir, que solo descubres de una forma… Leyendo.


Un recuerdo, una historia, un sueño o una ilusión, es el combustible de todo ser humano.


Las personas, al final, viven solo una de las miles de vidas que tenían a su alcance.


La mejor fotografía la hice sin cámaras ni móviles. La mejor foto de mi vida fue un instante de ruido y mil sentimientos.


Esta podría ser una ínfima parte de la definición de la música, aunque la música no tiene definición, porque no la merece. Lo único que merece… es ser escuchada.


A veces, por extrañas razones de la  vida, los perros pueden llegar a regir un país.


En una danza de movimiento interminable, veía sonrisas de niños ir y venir, miradas cómplices, manos entrelazadas, sueños e historias tejidas en cada movimiento.


Ojalá las estrellas, los satélites, los planetas y cometas del Universo pudieran oír. Sería maravilloso que escucharan y se acercaran a este planeta ruidoso llamado Tierra donde nunca cesa la música.


Y mis ojos, aquellos que dicen son el espejo del alma, parecían no decir nada.


Muchas veces quise rendirme, pero muchas más seguí luchando.


Hay una fuerza más grande que el ser humano.
La propia Naturaleza.


El Artista tocaba realidades perfectas y yo en el arte lo único que anhelaba era la imperfección.


Había oído que en lo más profundo del bosque existían árboles completamente negros, de lo malvados que eran, y que mantener una conversación con una de sus caras, talladas en el tronco, conducía a la locura.


Esta diversificación cultural a lo largo de la historia parece que está siguiendo un patrón de crecimiento exponencial.



La siguiente parada del tren de mi perdición fue Ginebra, irónico nombre para la ciudad donde comenzaron mis problemas de verdad: los del alcohol.

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